El dólar y el campo, otra vez bajo tensión

Lo peor de la turbulencia se calcula entre los próximos cuatro meses: incipiente dolarización en agosto y problemas fuertes hasta noviembre.


Por Marcelo Bonelli para Clarín.

Miguel Pesce evalúa aumentar el cepo al dólar, en un paquete de decisiones –en estudio- para frenar un eventual futuro drenaje de divisas del BCRA. El directorio mira las reservas y sabe que comenzó a atravesar un inquietante período de estrés. Lo peor de la turbulencia se calcula entre los próximos cuatro meses: incipiente dolarización en agosto y problemas fuertes entre septiembre y noviembre.

Un informe confidencial que circula entre los máximos banqueros dice: si no hay reacción, la caída de reservas podría llegar a los 3.000 millones de dólares. Pesce ya tendría la decisión tomada: “restringir” aún más las importaciones y sentarse sobre todos los dólares.

El BCRA decidió –también- establecer una medida fuerte: fijar un precio tope al dólar financiero. Las sociedades de Bolsa tienen información confidencial: ese tope sería de 170 pesos. Adrián Cosentino –titular de la CNV– tuvo reuniones secretas con influyentes banqueros. Fueron para transmitir otro pedido oficial: que se dejen de mover el dólar y frenen las operaciones.

Alberto y Cristina conocen que en el período electoral tendrán que convivir con un dólar bajo tensión. Martín Guzmán se comprometió –ante ambos– a maniatar el billete. Una escalada del dólar sería demoledora. Los “lobos“ de Wall Street insistieron con este tema en los encuentros que tuvieron con María Eugenia Vidal. También le preguntaron a Sergio Massa.

Horacio Rodríguez Larreta pidió un informe a Hernán Lacunza. El ex ministro es un hombre de consulta de ambos y acompaño a Vidal en Manhattan.

Larreta tiene una conclusión: el dólar no se le escapará hasta noviembre a la Casa Rosada, porque Alberto tomará todas las medidas para maniatarlo antes de las elecciones. Este diagnóstico de la oposición incluye un alerta: según Lacunza, los problemas saltarán después de los comicios.

Larreta se fortaleció al lograr imponer su criterio electoral en el PRO. Le torció el brazo a Mauricio Macri en la cumbre que tuvieron a solas en su oficina de Olivos.

El acuerdo dejó en orfandad a los duros de la coalición. Macri la dejó “colgada del pincel” a la batalladora Patricia Bullrich: el ex presidente habría acordado que Bullrich se baje de la lista.

Larreta militará en la moderación y el consenso. Le dice a su equipo que la ultra-confrontación puede servir para ganar, pero no para gobernar y hacer las reformas estructurales que necesita Argentina.

Esta posición seduce al “círculo rojo”. Importantes hombres de negocios estuvieron con Larreta y hubo un almuerzo con Paolo Roca, el dueño de Techint. Se habló del Plan Kicillof, que está en plena vigencia. Se instrumenta por decisión y aval de Cristina y lo aceptó Alberto: congelar y poner en una olla a presión todas las variables de la economía. Entre ellas, las tarifas, los combustibles y el dólar oficial. Se trata de algo que ya salió mal: el mismo plan que aplicó, cuando fue ministro y terminó en una bomba de tiempo que le explotó a Mauricio Macri.

El equipo del ex presidente –encima- detonó tarde y mal la trampa que le dejó Cristina. La historia es conocida: la mala praxis la pagó cara la Argentina, con un aumento fuerte de la pobreza. Ahora, Alberto ensaya igual solución: es difícil que el resultado –más tarde o temprano– sea distinto.

El “congelamiento” de las variables macro -además- tendrá una prueba de fuego: la base monetaria creció un 5,5 % en junio y Cristina propicia un shock de gasto para las elecciones. El aumento de los sueldos va a generar alza en los costos fabriles. Aún con congelamiento en junio, la inflación estará en el 3%. Recién bajaría de ese piso en agosto.

La olla a presión provoca ya reacciones políticas: este viernes habrá una multitudinaria marcha del campo contra la Casa Rosada. Las organizaciones duras de auto-convocados obligaron a la Mesa de Enlace a participar de la protesta contra Alberto. La historia se vuelve a repetir.

Existe un conjunto de consignas: “Comercio y producción”, o más amplias como “producción, trabajo y educación”.

Está muy activo el ex ministro Luis Etchevehere y también agita la protesta Jorge Chemes, de CRA. Existe un ausente notable: Luis Basterra está borrado. El actual ministro de Agricultura hace meses que desapareció de la escena política e –incluso– cerró el diálogo informal con los caciques de la Mesa de Enlace. Alberto no lo tiene en cuenta y por eso le encomendó ensayar a Matías Kulfas una última gestión con los revoltosos. Kulfas –un hombre de diálogo–habló con los cuatro jerarcas de la Mesa de Enlace. Fue en las últimas 48 horas.

“Carlos, hay que aguantar, esto se arregla”, le dijo el ministro al titular de Coninagro. Iannizzotto respondió: “Matías, estamos mal, esto va mal”. El diálogo fue más frontal con Nicolás Pino. La mediación de Kulfas no prosperó. Guzmán prometió a la Casa Rosada que el dólar no se le va a escapar. Lo dijo a pesar de que ahora la liquidación del campo se frenará. El ministro está en Venecia y utilizará esa misión al G-20 para insistir en que está próximo el acuerdo con el FMI.

De gira

Guzmán –un especialista en patear la pelota para adelante– había prometido el acuerdo en diciembre. Después, en marzo. Más tarde, en mayo. Ahora mandó a diseminar la siguiente versión: “Se puede cerrar en agosto”.

Guzmán insiste porque sabe que debe mantener la expectativa positiva del acuerdo para frenar la apuesta al dólar. Kicillof le suele decir, en privado, “vende humo”.

Pero los banqueros saben que no habrá acuerdo hasta diciembre. Cristina no quiere firmar nada hasta después de las elecciones. Guzmán armó un memo secreto que circuló en Casa Rosada, en donde pondera los objetivos de su misión a Italia. Ahí se habla de la negociación con el staff del FMI y se hace una apuesta fuerte, otra vez, a la reunión con Kristalina Georgieva.

Se cuida de anunciar una cumbre con Janet Yellen. Sólo dice: “Se mantendrán reuniones bilaterales cara a cara con miembros del G-20”.

Esa reunión con la secretaria del Tesoro le es esquiva. Hasta este jueves no estaba confirmada.

El texto de ese memo tiene opiniones -por lo menos- llamativas. En muchos casos ajenas a la realidad. Primero, Guzmán autocalifica a su misión como “la más importante a nivel internacional”. Después, afirma que Argentina participa en las decisiones económicas internacionales y se atribuye un rol central en la instrumentación del impuesto a las multinacionales.

Así lo dice: “Argentina tiene un rol casi de liderazgo” en el mundo con las propuestas para salir de la crisis internacional. El memo es para su equipo íntimo: quiere motivar a los funcionarios. Solo así se justifica. Lo tiene en su poder Sergio Chodos, el delegado ante el FMI. Después de tanta manija, al final el memo tiene un baño de realidad: admite que se busca un acuerdo con el Fondo porque no hay plata.

El Tesoro, el Club de París y el FMI decidieron avanzar en negociaciones solo si Guzmán presenta un plan económico. Pero también fijaron sus propias pautas internas. A partir de ahora todas las reuniones con funcionarios argentinos serán blanqueadas a través de comunicados oficiales.

Ven que en el Casa Rosada hacen “interpretaciones tendenciosas” de los encuentros secretos. Buscan evitar una cuestión: no quedar complicados en el relato del kirchnerismo.

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