Tras la reaparición del ex presidente, se dieron pases de factura y guerra de egos en la principal fuerza opositora al Frente de Todos.
Por Jaime Rosemberg para La Nación.
«No se puede creer. Con un gobierno en la lona nos la pasamos peleando entre nosotros», reconocía, desconsolado, uno de los dirigentes más cercanos a Horacio Rodríguez Larreta. «Perdemos demasiado tiempo en internas, tenemos que trabajar en conjunto y para sostener a nuestro votante», coincidieron desde el ala «dura» o «de resistencia», como le gusta autodenominarse a la presidenta de Pro, Patricia Bullrich.
Más allá de coincidir en el diagnóstico, los integrantes de Juntos por el Cambio vienen atravesando los días de mayor tensión pública en mucho tiempo. Las discusiones entre los radicales Martín Lousteau y Luis Naidenoff en torno a los acuerdos con Cristina Kirchner en el Senado; el contrapunto entre Elisa Carrió y Bullrich por el banderazo del lunes 12; y los intercambios entre el retornado Mauricio Macri y el sector «filoperonista» de Emilio Monzó y Rogelio Frigerio conformaron una escena de disidencias casi inéditas, que esconde -según la definición de otra espada larretista- una «pelea por el diseño futuro» de Juntos por el Cambio, que con diez meses en el llano ya ve «posible» su retorno al poder en el hoy remoto 2023.
¿Cómo se explican las peleas? «En la medida que sentimos que tenemos más chances de volver, se alimenta más el con quién y de qué manera», coincidieron dialoguistas y halcones, convencidos de que gran parte de la sociedad hoy los mira con nuevos ojos, un año después de la derrota electoral de la fórmula Macri-Pichetto.
La reunión semanal del martes pasado de Juntos por el Cambio dio algunas señales de una paz interna que todos proclaman, pero que incluye viejos pases de factura, guerra de egos y diferencias políticas. «Los trapitos sucios se lavan en casa», le espetó Naidenoff a Lousteau en esa reunión, luego de que el exministro de Economía afirmara que el jefe del interbloque «dice una cosa y hace otra» en relación a la vicepresidenta y el manejo de la presencialidad de los legisladores en el Senado.
La visión de ambos de lo ocurrido es diametralmente opuesta. Para Naidenoff, el acuerdo con Cristina para alternar la presencia de senadores en el recinto responde a la necesidad de «buscar equilibrios». Mientras que Lousteau asegura que «no fue consultado» y que el tono con el kirchnerismo debería ser de mayor confrontación. Paradojas: en esa reunión, de la que no participaron ni Rodríguez Larreta ni Vidal, Bullrich -la líder de los «halcones»- defendió la posición de Lousteau.
Ausente el martes pasado y al igual que Vidal con aviso-le dijo a Bullrich que estaba «estresado» y con agenda completa- Rodríguez Larreta aseguró el viernes en el coloquio de IDEA que la unidad del espacio «está garantizada». Conocía ya las declaraciones de Macri, quien en su ensayo de autocrítica incluyó un venenoso comentario hacia Monzó y Frigerio, aliados del jefe de gobierno porteño en la ciudad.
Mientras mandaba mensajes para mantener la calma-el vicejefe de gobierno Diego Santilli le recomendó a Monzó no volver a responderle al ex presidente-elogiaba al ex presidente que «tuvo un mensaje moderado» y en la intimidad culpó del inicio del entuerto a Monzó por decir que había que «jubilar» al ex presidente junto con Cristina Kirchner para dar paso a las nuevas generaciones de políticos. «Entendieron mal, Macri asumió el error de no haber dedicado tiempo al diálogo con la oposición, y de hecho agregó que con él al frente los resultados no hubieran sido distintos», afirmaron dos fuentes cercanas al ex presidente, y sostuvieron que «Macri no reapareció para pegarles a ellos, sino para que la gente no se sintiera huérfana y que no se ve como candidato el año que viene», aclararon, aunque reconocieron que «tal vez Mauricio cometió el error de personalizar» durante esa entrevista con Joaquín Morales Solá que inició el contrapunto. «Ellos siempre encuentran un motivo para quejarse. Son peronistas, pero parecen radicales», ironizaron desde el gobierno porteño en relación a Frigerio y Monzó, que delegaron en Sebastián de Luca la respuesta al ex presidente y luego cumplieron con el pacto de silencio.
Más allá de la férrea defensa privada de Macri, en el larretismo prefirieron no opinar sobre las despiadadas críticas de Macri a Sergio Massa-principal vínculo de Rodríguez Larreta fue de JxC- y también hicieron silencio ante los inéditos elogios del ex presidente a Alfredo Cornejo, el titular del Comité Nacional de la UCR que quiere ser presidente tanto o más que Rodríguez Larreta.
¿Y la discusión entre Carrió y Bullrich? Aliadas durante muchos años-compartieron la campaña presidencial de 2007 en la que Carrió terminó segunda, aunque lejos de Cristina Kirchner-hoy su vínculo no es el mejor. «No hay que usar a la gente, nos van a putear y con razón», aclararon cerca de Carrió, quien les recomendó a sus dirigentes que concurrieran con «bajo perfil» al banderazo, al que de manera pública decidió luego «no convocar» para no azuzar los «extremos» y contra la violencia. Más allá de aclarar que «no está en los extremos», Bullrich prefirió centrarse en reafirmar a JxC como «fuerza de recambio» del sistema político, ante un Gobierno complicado y un horizonte económico incierto.
Nadie cree que la sangre llegue al río y haya portazos. Pero todos con igual interés apuntan a la inminente discusión por las candidaturas en provincia y ciudad de Buenos Aires del año que viene. ¿Se postulará Vidal en provincia y postergará así las pujas internas ? ¿ Se postulará Bullrich en la ciudad y pondrá en tensión el acuerdo de Larreta con Lousteau? Preguntas que, hasta el momento, no parecen fáciles de responder.