Ni Mauricio ni Jorge Macri esperaban una derrota tan categórica. El error en la estrategia, los pedidos de cambios urgentes en el Gabinete y las críticas a la gestión, en el centro de la escena. Los planes de los hermanos Milei para 2027.
Por Santiago Fioriti para Clarín
Derrumbe. Explosión. Y pases de factura. Sobre todo esto último: en plena noche, apenas se conocieron los resultados, los macristas salieron a la caza de los responsables de la peor derrota en la historia desde la fundación del PRO, hace ya más de 22 años y de la primera caída desde aquella victoria de Mauricio Macri en 2005 como candidato a diputado, que la catapultó, dos años después, hacia la jefatura de Gobierno y, ocho años más tarde, hasta la mismísima Casa Rosada. El problema es la imagen que devuelve el espejo. El alcalde se llama Macri (Jorge) y el que se puso al frente de la campaña para elegir legisladores es otro Macri (Mauricio).
Perder estaba en los planes. Lo que no aparecía en ningún esquema era una derrota tan categórica, que relegó al PRO al tercer lugar y con una cosecha de votos muy baja, duplicada por La Libertad Avanza. El propio ex presidente había declarado que las mejores chances de la competencia eran para Leandro Santoro, asumiendo lo que decían la mayoría de los encuestadores, que otra vez fallaron. La frustración fue peor. El bastión amarillo amenaza con teñirse de violeta y la segunda fuerza es el kirchnerismo. Los libertarios se impusieron en nueve de las quince comunas. Si se mantuviera la tendencia para 2027, la cuna del PRO estaría por primera vez en serios peligros de ser arrebatada.
“Hay que hacer cambios ya. Es urgente”, decía uno de los integrantes del Gobierno porteño. Según esa visión, y la de otros funcionarios que piden un golpe de timón, desde hoy podrían abrirse dos caminos. Que Jorge Macri decida por sí mismo introducir variantes en el Gabinete o que su primo lo intervenga completamente y designe nuevos integrantes.
Anoche, una voz cercana al jefe del PRO arriesgaba que podrían sumarse nombres de peso que trabajaron en la gestión de Juntos por el Cambio entre 2015 y 2019 y en la gobernación bonaerense. Hay quienes se ilusionan con que María Eugenia Vidal emerja como jefa de Gabinete. Es que la votación en la Ciudad resultó, además de un premio para el partido gobernante nacional, un revés para la gestión local. Las críticas acechan hace tiempo. Empezaron en el tramo final de la gestión de Horacio Rodríguez Larreta, aunque se agudizaron apenas el sillón quedó en manos del ex intendente de Vicente López.
Los cuestionamientos no solo se circunscriben a la gestión. La estrategia proselistista resultó defectuosa. La decisión de desdoblar los comicios y adelantarlos para ganarles de mano a los rivales se volvió un búmeran. El catalán Ántoni Gutiérrez-Rubí fue, junto a los Macri, el promotor de aquella iniciativa. El estratega internacional asesoró a Cristina Kirchner en 2017, cuando la actual jefa del peronismo perdió con Esteban Bullrich. Luego trabajó para Sergio Massa, en la previa de la derrota con Javier Milei. Ahora fue el turno de Jorge Macri. El sarcasmo afloraba anoche entre los viejos cuadros del PRO: “Volvé Durán Barba, te perdonamos”.
El PRO cometió otros deslices que le costaron caro. Ni Jorge Macri ni Mauricio pudieron retener a Rodríguez Larreta y, mucho menos, vieron venir que podía convertirse en un rival que les sacaría votantes propios. Otra consecuencia del desdoblamiento de las elecciones nacionales de octubre. Larreta celebró el cuarto puesto -acaso con desmesura, porque no pudo llegar a los dos dígitos que se había propuesto- y subió al escenario con el gesto del Topo Gigio, abriendo las manos pegadas a las orejas en señal de: “Escuchen”. Es el mismo gesto que patentó Riquelme en la Bombonera, en 2001, para declararle la guerra a la conducción partidaria que lideraba Macri. La venganza de Larreta se sirve en plato frío.
El oficialismo porteño tampoco pudo hacer una alianza con la UCR de Martín Lousteau ni con la Coalición Cívica de Elisa Carrió ni con el socialismo, aliados clave durante los mandatos anteriores. La lista quedó en manos de Silvia Lospennato, una diputada aguerrida, pero que empezó la campaña con poco nivel de conocimiento en el electorado. “Nos quedamos con el amarillo puro y así nos fue”, se oía en el búnker. ¿Habrá desde hoy un nuevo enfoque?
La cuesta se le hará pesada a la administración local rumbo a 2027. Javier Milei, qué duda cabe, busca someter al partido que gobierna desde 2007 y que parecía inexpugnable. Manuel Adorni será desde el 10 de diciembre los ojos de los hermanos Milei en la Legislatura. Sacar una ley podría resultar más difícil para el PRO. Los libertarios ya avisaron que van por la totalidad del poder. Difícilmente sean dóciles en el recinto.
Milei estaba eufórico. Lo vieron gritar, gesticular con ademanes de todo tipo y abrazarse con quienes se cruzaba en el hotel LIbertador. A Karina, su hermana, le hizo reverencias en público y, en privado, la halagó frente a varios dirigentes del círculo chico del poder: “Esto es tuyo”, le dijo. El Presidente Vaticinó que la Ciudad y el país se van a pintar de violeta, pero, al subir al escenario, no pronunció un discurso tan duro como podría haberse esperado.
Quizá ya esté pensando en el armado de la provincia de Buenos Aires, donde librará una batalla crucial con Cristina y Axel Kicillof. La elección de anoche terminará de animar a los macristas (¿o ex macristas?) que quieren una alianza en el principal distrito del país, con o sin el consentimiento de su líder. El operativo lo comandan Diego Santilli, Cristian Ritondo y Guillermo Montenegro. Para Macri es una situación difícil. Ayer, después de emitir su voto, Milei lo acusó de “llorón” y de comandar un partido de “cristal”.
—¿Es el fin del PRO? —le preguntó un cronista de TV al ex presidente cuando estaba a punto de subirse al auto para abandonar el búnker.
—Con esa primera pregunta que me hacés... —contestó Macri, y cerró la puerta del coche.
