La cifra de muertos ascendería a más de 120, pese al reporte oficial que indicaba un número de 64 muertos y 81 personas detenidas.
En la madrugada de este miércoles, residentes del Complexo da Penha, en la zona norte de Río de Janeiro, trasladaron más de 50 cuerpos a la plaza São Lucas de la comunidad. A primeras horas de la mañana, Defensa Civil llegó al lugar para retirar los cadáveres, que habían sido hallados en la zona boscosa entre los complejos del Alemão y de la Penha, escenario de la operación policial más letal de la historia del estado.
Según las cifras oficiales, la acción dejó al menos 64 muertos y 81 personas detenidas, entre ellos cuatro policías. Sin embargo, varios testigos sostienen que el número real de víctimas podría ascender a 120.
La abogada Flávia Fróes, presente durante la retirada de los cuerpos, denunció que muchos cadáveres presentaban “marcas de disparos en la nuca, puñaladas en la espalda y heridas en las piernas”. Calificó la intervención como “la mayor masacre de la historia de Río de Janeiro”.
Cuerpos abandonados y escenas de horror
Los cuerpos fueron retirados de la parte trasera de un vehículo con ayuda de personas en situación de calle, entre ellos menores de edad. Un niño de unos nueve años colaboró en la tarea, según informó el diario Folha de São Paulo.
Uno de los cadáveres no tenía cabeza, la cual fue trasladada en una bolsa. En medio de la conmoción, un testigo gritó a los familiares: “Es uno de cabello rojo”. Las manos del cuerpo estaban cerradas, apretando césped.
En la plaza, decenas de vecinos intentaban identificar a sus familiares. Una mujer clamaba: “Policía asesina, ¿dónde está mi hijo?”. La madre de una de las víctimas, un joven de 20 años, contó haberlo encontrado con las muñecas atadas en la zona boscosa. “Mi hijo”, alcanzó a decir otra mujer entre lágrimas.
El activista Raull Santiago informó que la exposición de los cuerpos fue pedida por los familiares, para mostrar en qué condiciones fueron hallados. “Una escena que entra para la historia de terror de Brasil”, expresó.
Santiago también aseguró que los cuerpos encontrados durante la madrugada no figuran en el balance oficial. Hasta el momento, el gobierno estatal no emitió ningún comunicado sobre la situación.
Una ciudad paralizada por el miedo
La masacre generó un silencio inusual en las calles de Río de Janeiro. En la noche posterior a la operación, los bares, restaurantes y avenidas más concurridas permanecieron vacíos.
Una mujer que paseaba a su perro por la Praça Varnhagen, en Tijuca, relató al diario O Globo: “Parece Covid. Muy extraño”. Los lugares habitualmente colmados de música y actividad, como el Boulevard 28 de Setembro, en Vila Isabel, y el Largo Verdun, en Grajaú, mostraban una imagen desoladora. Incluso una farmacia 24 horas cerró sus puertas, algo inédito en la zona.
La autoestrada Grajaú-Jacarepaguá, que conecta la Zona Norte con la Sudoeste y atraviesa comunidades bajo control del Comando Vermelho, también fue cerrada, hasta que hacia las 3:30 de la madrugada las autoridades informaron su reapertura.
En la Zona Sur, barrios como Laranjeiras y Largo do Machado también permanecieron vacíos. “Solo estoy de paso, tenía que comprar algo urgente, pero hoy me quedo en casa”, dijo un vecino al medio G1.
“Las calles están desiertas y los clientes que llegan se quedan menos tiempo que de costumbre”, contó Luis Felipe, camarero de un restaurante local. Incluso los negocios 24 horas, como farmacias y cerrajerías, cesaron actividades ante el clima de tensión.
La ciudad que suele brillar por su vida nocturna y su samba se hundió, por una noche, en un silencio tan profundo como el horror que la provocó.
