El ministro hizo una convocatoria: que los empresarios acepten las pautas del Presupuesto y bajen las expectativas inflacionarias. El “factor Cristina” debilita las señales de sensatez económica.
Por Marcelo Bonelli para Clarín.
Martín Guzmán atacó directo a las consultoras privadas y a los economistas: “Nunca aciertan”. Hacía media hora que este jueves exponía sobre la cuestión de los precios. Fue en la Casa Rosada, para convencer a los empresarios de converger en ajustes del 30 %. El tono era firme. La bomba la lanzó munido de un gráfico. Así lo dijo: “En este índice histórico REM, se puede ver que las consultoras generan expectativas totalmente erradas en Argentina”.
Se profundizó el silencio. Lo escuchaban una veintena de capitanes de la industria. Luis Pagani y Paolo Roca –por estar fuera de Buenos Aires– no concurrieron. Guzmán sugirió que sus colegas son parciales y tratan de influir en la política con su datos. Así lo dijo: “Durante el anterior gobierno las proyecciones eran bajas y alineadas con lo que quería el oficialismo”. “Mucho más bajas -afirmó- que la explosión inflacionaria que ocurrió con Macri”. Y terminó duro: “Ahora duplican nuestros pronósticos y generan una expectativa negativa sobre los precios”.
La declaración contra las consultoras privadas fue un punto central de la reunión de este jueves en la Casa Rosada. El ministro quiso desacreditar la proyección del 50% que genera expectativas inflacionarias. Guzmán no mencionó a nadie. Pero cayeron todos en la bolsa: Carlos Melconian, Miguel Broda, Miguel Kiguel, Daniel Artana, Javier Milei, Roberto Cachanosky, Orlando Ferreres, Eduardo Levy Yeyati.
La “profesión” sostiene que la economía está a la deriva y que todo está “atado con alambre”. También aseguran que no hay política antiinflacionaria y que la “pax” cambiaria es precaria.
Guzmán -después- hizo una convocatoria: que los empresarios acepten las pautas del Presupuesto y bajen las expectativas inflacionarias.
El ministro jugó fuerte, porque la escalada de precios encendió las alarmas en la Casa Rosada. La inflación –de sostenerse en el 4 % de enero- puede pulverizar salarios, atrofiar el rebote y complicar la elección.
La urticante cuestión se trató -hace una semana- al máximo nivel político. Fue en una reunión de Alberto Fernández, Máximo Kirchner y Sergio Massa. El trío coincidió en la urgencia de actuar de inmediato. El Gobierno carece de ideas para combatir el alza de precios.
Entre los funcionarios existen remanidos recuerdos de acuerdos, pactos y controles. Acciones de efímeros éxitos en Argentina y que recuerdan al Plan Gelbard, el Plan Austral o –peor– las acciones fascistas de Guillermo Moreno.
Este jueves hubo dos sorpresas en la cumbre de la Casa Rosada. Primero, Guzmán hizo una lectura distinta: adjudicó la inflación al desajuste de la macroeconomía. Así lo dijo: “La inflación ocurre por los desequilibrios macroeconómicos”.
También sorprendió la respuesta de los capitanes de industria: aplaudieron la exposición de Guzmán. Y evitaron sacudir las palmas cuando hablaron otros ministros.
La actitud condescendiente de los hombres de negocios fue coincidente con la Mesa de Enlace. La reunión con Alberto empezó mal. Los “Cuatro” plantearon el malestar por el destrato del Presidente. Pero Alberto contraatacó: utilizó el reiterado artilugio de que lo habían sacado de contexto. El Presidente dijo: “Yo quise un acuerdo con ustedes”. Jorge Chemes avaló su dichos y así se fumó la “pipa de la paz”. La Casa Rosada pretende buscar consensos para atacar la inflación.
Los hombres de negocios no quieren conflictos, pero la falta de claridad política mete ruido. En la UIA se insiste en que Cristina es un factor que distorsiona. Los dirigentes fabriles se preguntan: ¿la racionalidad de Guzmán tiene el aval de la vicepresidenta?
El “factor Cristina” debilita todas las señales de sensatez económica. La Casa Rosada conoce esa debilidad y ahora elaboró un relato fuerte: sus voceros insisten en que el acuerdo con el FMI está a punto de cerrarse. En Washington son “cautos” y los “lobos” de Wall Street creen todo lo contrario: que aún hay muchas diferencias y que las negociaciones se van a demorar.
El fuerte traspié que ocasionó la negociación de YPF abrió un conjunto de dudas en el exterior. La petrolera cerró este jueves la negociación y el “relato exitista” no esconde la verdad: aún cediendo –al final- a todas las exigencias de los lobos de Wall Street, la aceptación de la propuesta fue endeble. En el mundo de las finanzas se habla de “éxito” cuando una renegociación tiene el 90 % de apoyo. YPF logro el 60 % para los bonos de corto plazo.
En la compañía hubo mucho ruido y fuego cruzado. En la reunión Alberto-Máximo-Massa hubo críticas a la conducción de YPF. El trío coincidió con Cristina: estaba furiosa con la impericia en la forma de negociar. La petrolera arrancó con una propuesta de barricada y terminó aceptando todos los reclamos de Manhattan. La cuestión provocó una fuerte versión esta semana: la posibilidad del relevo del CEO, Sergio Afrontti.
Al ejecutivo le quieren cargar “la romana” de los desaguisados en la negociación. Pero voceros de YPF fueron tajantes: dicen que no es verdad y que Afrontti se mantiene al comando de la petrolera. La situación –al final- dependerá de la nueva conducción a cargo de Pablo González. Este jueves la Cámara de Diputados le aprobó la renuncia para conducir YPF. González compitió con Mariano Recalde para reemplazar a Guillermo Nielsen. El senador fue candidato inicial a presidir YPF, pero el nombramiento de González –se formó al lado de Néstor Kirchner– generaba menos ruido externo.
Las dudas internacionales sobre la Argentina son importantes. Obedecen a la desconfianza sobre el oficialismo y también por la mala gestión -había esperanzas que no se cumplieron– del macrismo. Esto provocó un conflicto que evitó el contrato por las vacunas con Pfizer. En otras palabras: la falta de credibilidad en Argentina complicó la negociación con el laboratorio.
Clarín adelantó que un motivo del trunco contrato obedeció a que la casa matriz de Pfizer exigió que el convenio tuviera jurisdicción en los tribunales de Manhattan.
El equipo de Albert Bourla –el chairman de Brooklyn– desconfió de la Argentina cuando hubo una modificación a la ley de vacunas.
Para cubrirse, el laboratorio pidió los tribunales de New York y un seguro de riesgo multimillonario contratado en EE.UU., de más de 100 millones de dólares.
Pero la negociación se cortó cuando la casa matriz exigió algo imposible de aceptar para el kirchnerismo: que en el contrato se incluyan como bienes embargables de la Argentina las embajadas, los barcos –como la Fragata Libertad– y otros bienes soberanos en el exterior. Nicolás Vaquer –el CEO en Argentina– hizo un esfuerzo para evitar la colisión. Pero fue insalvable la desconfianza de Manhattan sobre la Argentina. La cuestión de las vacunas es clave. Ahora, ANMAT no quiere aprobar la vacuna Sinopharm porque los chinos no entregaron aún toda la documentación.
En la UIA se reconoce la situación: la vacunación es clave para reanimar la actividad.
También en la central fabril hay ebullición propia: hay un “cabeza a cabeza” para elegir presidente y podrían volver varios caciques fabriles. Cristiano Rattazzi le pidió a Héctor Méndez que retire su renuncia y muchos fueron a buscar a Juan Carlos Sacco. Miguel Acevedo duda sobre continuar al frente de la UIA y el movedizo Daniel Funes del Rioja se prueba el traje de presidente.