Las huellas en la escena del crimen coinciden con las de uno de los jóvenes de 18 y 20 años. En su declaración filmada antes de entregarse, aseguró que Guillermo Luquin quiso obligarlo “a tener relaciones”
Uno de los jóvenes detenidos acusados por el crimen del diácono Guillermo Luquín en su casa de Temperley se quebró y confesó todo en un video, donde cuenta que conocía al clérigo desde que tenía 14 años y que este lo acosaba sexualmente. La noche del asesinato la víctima lo había invitado a cenar.
Ambos jóvenes, de 19 y 20 años, reconocieron al ser detenidos que tenían una relación previa con Luquín y que chateaban con él. Sus huellas dactilares habían quedado en una copa en la escena del crimen y fueron la clave para dar con ellos.
La confesión fue grabada por el joven antes de entregarse:
“Hola, me llamo Roberto Javier Céspedes, hablo por el caso de Guillermo, de Luquin. Empezó esto cuando tenía 15 años, cuando me iba para el colegio, cada vez que salía de mi casa, acosándome, preguntándome si quería algo, si necesitaba algo. Si quería ir a tomar un café, si quería que me saque del colegio”.
“(…) El chabón seguía insistiendo, el chabón me pasó su número. Me dijo que se llamaba Guillermo, que si tenía algún trámite o alguna dudita, que anotara su número”.
“Por si me quieren hundir, me estoy entregando voluntariamente a declarar como corresponde, como toda persona que se tiene que hacer cargo de lo que hizo”.
“Llega la noche del sábado, el chabón nos contactó por Telegram, nos invitó a que tengamos una charla con él, a que tomemos una Coca porque se sentía muy solo. yo estaba con mi pareja, le conté que tenía novio, que tenía una pareja, que si le molestaba que fuera con mi novio me dijo que no, que no tenía problema, llegamos 23.57”.
“Nos abrió la puerta, nos ofreció una gaseosa, tomamos. Tomé yo, mi pareja no tomó. Hablamos, nos preguntó cómo fue la semana, nos dijo que tenía unos cuadros en la habitación de él, le dijimos que sí, mi novio fue al baño, yo fui a la habitación. Yo tomé, le dije que iba a tomar gaseosa, tomé la copa, la dejé en la punta del mueble. Lo encuentro a Guillermo que se estaba masturbando en la cama, completamente desnudo. A lo que le digo que era una falta de respeto, que no era lo acordado, que habíamos acordado comer una pizza, tomar un café”.
“Nos quería meter en su religión, le dijimos que sí, que nos interesaba saber de Dios. Cuando le dije que era una falta de respeto, se enojó, empezó a forcejear conmigo, como para obligarme a tener relaciones con él. Me empuja contra la cama, me baja el pantalón y mete el dedo en la cola, él estaba forcejeando conmigo, mi novio me quiso defender. No pudimos, Guillermo tenía un cuchillo en la mano, cuando le quiero sacar la cabeza porque me quería chupar el cuello, me muerde con su boca, y bueno lo vio mi novio, lo quiso sacar de encima, él me quiso sacar de encima, ahí fue cuando forcejeamos con un cuchillo que tenía él, cómo el me lo quería clavar a mí, con la misma mano de él, y obviamente mi mano sobre sus puños se lo llevé a la carótida”. “Hubo forcejeo y lucha. Él para salvar su vida, mi novio y yo para salvar la nuestra”.
“Nos hacía preguntas sexuales, si nos gustaría hacer un trío, estar con alguien mayor. Pasó eso, nos retiramos, salí, dejé la puerta con la llave adentro y salimos por Bombero Ariño hacia Pasaje Allemandri, y de Ceballos a 14 de Julio para el lado de mi casa. Teníamos miedo, no le queríamos contar a mi mamá. Nos bañamos, pasó una hora o dos horas hasta que nos sentamos a contarle a mi mamá y nos ayudaron a hacer esto que es lo correcto”.
El diácono Guillermo Luquin tenía 52 años. Fue encontrado en su casa de Temperley asesinado, con golpes en la cabeza y cinco puñaladas.
En la escena del crimen se encontraron las llaves en la reja y los ingresos no forzados, además de dos vasos con gaseosa y seis huellas dactilares. La habitación principal estaba revuelta y se convirtió en la escena del crimen.
Durante la madrugada de este martes se dieron dos detenciones que pueden ser claves. Se trata de dos jóvenes de 18 y 20 años, vecinos del barrio y con contacto habitual con Luquin. Se espera que sean indagados, mientras permanecen alojados en la Comisaría 8° de Villa Galicia. En la escena del crimen, además, se encontraron huellas compatibles con la identidad de al menos uno de ellos.
Los investigadores determinaron es que no se trató de un crimen predeterminado sino de un ataque que “surgió en el momento”. Además, consideraron que Luquin conocía al agresor, de quien se defendió.
La autopsia aportó que a Luquin le fracturaron el cráneo por un golpe muy fuerte en la cabeza. Además, le dieron cinco puñaladas, una de ellas en el cuello.
“El asesino golpeó a Luquin con brutalidad con un velador y una barreta, que tenían rastros de sangre. Y lo atacó con lo que tenía a mano: un cuchillo para tajearlo y apuñalarlo en cinco lugares distintos: el cuello, los brazos y la panza”, detallaron en el informe.
El celular de Luquin está desaparecido, pero se había podido determinar que en sus últimas conversaciones por redes sociales chateaba con hombres.
La hipótesis del robo se descartó desde un primer momento y la investigación está orientada a qué desencadenó el ataque en el interior de la habitación, donde el cuerpo del diácono fue hallado desnudo y envuelto en sábanas.