Hacen falta acuerdos a partir de debates constructivos que no implican aceptar a libro cerrado nada. Pero eso demanda capacidad de escucha y grandeza.
Por Sergio Rubin para TN.
Para el Frente de Todos -excluyendo al kirchnerismo duro- se abre ahora una etapa para combatir en serio la inflación y recuperar la economía. Para Juntos por el Cambio nada va a mejorar porque el Gobierno no está afrontando los problemas de fondo. Lo que ni unos ni otros dicen es que la crisis tiene tal profundidad que exige un esfuerzo mancomunado de los gobernantes y de los opositores para su superación.
Desde una perspectiva eminentemente técnica, cada vez son más los economistas que dicen que hace falta que la mayoría de los legisladores de los diferentes partidos aprueben un puñado de leyes que ofrezcan certidumbre respecto del futuro de la economía sobre una sólida base política.
Porque es fundamental contar con metas comunes (por ejemplo, sobre el gasto público y la inflación), una hoja de ruta clara (es decir, un programa serio) y credibilidad en su aplicación (de la cual la actual gestión carece). Un anhelo que crece en los diversos sectores.
Es cierto que suena utópico que eso ocurra, pero también lo es creer que el Gobierno por sí solo va a poder, mucho menos en el actual contexto de fuertes divisiones dentro del oficialismo que la votación de la refinanciación de la deuda patentizó.
Más allá de una provisoria recuperación económica en los primeros años posteriores a la crisis de 2001, la situación económica y social se fue deteriorando y los sucesivos gobiernos -los dos mandatos de Cristina Kirchner y el de Mauricio Macri- no apostaron a consensos para afrontar cuestiones clave.
Al asumir la presidencia, Alberto Fernández habló de “unir a los argentinos” y de avanzar en acciones comunes. Con la irrupción de la pandemia, pareció ir por esa línea con las conferencias de prensa conjunta con el jefe de Gobierno porteño.
Pero a los pocos meses -mientras crecía su imagen, pero también la de Horacio Rodríguez Larreta- dinamitó los puentes al retirarle fondos de la coparticipación a la Ciudad para transferírselos a la provincia de Buenos Aires. A la par que su discurso se volvió cada vez más confrontativo.
El viernes, en Tucumán, Fernández reflotó el mensaje de unidad. “Hay un tiempo de la Argentina que, de una vez y para siempre, debemos inaugurar, que es el tiempo de trabajar unidos y juntos. Ya tuvimos demasiados años para distanciarnos, para pelearnos, para marcar diferencias. Hay cuestiones donde ya no tiene sentido que sigamos marcando esas diferencias. El ciudadano -añadió- nos está reclamando ese ceder, que cada uno ceda lo que tiene que ceder para lograr los resultados que hace falta que alcancemos”.
La pregunta que surge inmediatamente es qué grado de credibilidad tienen las palabras del presidente. Si antes no cumplió con avanzar en esa línea y mantuvo una fuerte crítica a la oposición por la herencia recibida, ¿avanzará ahora?
¿O es una mera treta discursiva para huir hacia adelante en medio de su debilidad tras haber perdido las elecciones, tener paridad en el Congreso y padecer un creciente cuestionamiento dentro de su propio espacio político? En tal caso, ¿lo acompañaría Cristina Kirchner?.
Por su parte, Juntos por el Cambio mostró responsabilidad al votar la aprobación del refinanciamiento con el FMI. Al fin y al cabo, fue su gobierno el que tomó el crédito.
Pero pidió que se excluyera del proyecto una serie de medidas económicas que se desprenden del acuerdo con el Fondo con el argumento de que no solucionarán los problemas económicos y porque la oposición “no cogobierna”. O sea, lo único que quedaría por hacer es esperar un eventual recambio de gobierno en 2023.
En síntesis, el Presidente no suena para nada creíble cuando habla de buscar consensos y la principal coalición opositora ni habla de grandes acuerdos. Mientras tanto, el director de Comunicaciones del FMI, Gerry Rice, dijo que “un amplio apoyo político y social en la Argentina sería fundamental para el éxito general del programa”. El apoyo político doméstico -subrayó- es clave”. Y advirtió que el desafío será mayor por la repercusión económica de la invasión rusa a Ucrania.
No se trata de tomar como palabra santa lo que dice el FMI. Se equivocó muchas veces con sus recetas para la Argentina y muchos otros países. Hasta debió hacer una autocrítica por ello. Pero hay una parte de verdad: hacen falta acuerdos a partir de debates constructivos que no implican aceptar a libro cerrado nada. Pero eso demanda capacidad de escucha y grandeza. El paso del tiempo sin lograrlos solo agravará la crisis y el sufrimiento de millones de argentinos.