El crimen del ex secretario presidencial genera que se torne aún más intenso el recuerdo del fallecimiento del fiscal de la causa AMIA.
Por Emiliano Rodríguez para NA.
Dos mil días se cumplirán el próximo viernes 10 de julio de la trágica muerte del fiscal Alberto Nisman, que fue encontrado sin vida con un disparo en la cabeza horas antes de presentar en el Congreso una denuncia contra Cristina Kirchner por el presunto encubrimiento del atentado perpetrado en la AMIA.
Nisman acusó a la actual vicepresidenta, que en ese entonces se desempañaba como jefa de Estado, y también a otros funcionarios del Gobierno, y la investigación acerca de los motivos de su deceso no arrojó aún precisiones confiables sobre si se trató de un asesinato o de un suicidio, lo que supone otra mácula para la desprestigiada Justicia argentina.
La muerte del fiscal especial de la causa AMIA, el 18 de enero de 2015, acrecentó aún más la «grieta» política en la Argentina y significó un cimbronazo para el gobierno kirchnerista, que perdió las elecciones presidenciales de aquel año frente al ex jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri.
Dos mil días después de aquel acontecimiento que conmovió a la sociedad nacional, el devenir encuentra a Cristina Kirchner nuevamente en el Gobierno, como número dos del Poder Ejecutivo nacional, tras haber designado a dedo a Alberto Fernández como «su» candidato a presidente el año pasado.
En este contexto, el recuerdo de la muerte de Nisman se ha tornado incluso más intenso en las últimas horas con la noticia de la aparición sin vida de un ex secretario personal de la actual jefa del Senado, Fabián Gutiérrez, en la localidad de El Calafate, terruño kirchnerista en Santa Cruz.
Rápidamente, el juez a cargo de la investigación, Carlos Narvarte, deslizó como hipótesis que se haya tratado de un crimen «pasional», lo que generó revuelo e indignación en un sector de la oposición -nacional- por considerar que de esa manera se está poniendo el foco «en la víctima», en lugar de hacer hincapié «en los victimarios».
El cuerpo del ex secretario de la vicepresidenta fue hallado enterrado en el patio de una casa, y más allá de cualquier especulación del magistrado, no se puede soslayar que Gutiérrez, ahora empresario, había declarado como «testigo arrepentido» en el caso de los cuadernos de las coimas.
«Bolsos» presuntamente con dinero
Al comparecer ante la Justicia, Gutiérrez habló sobre «bolsos» supuestamente con dinero que llegaban a El Calafate durante el Gobierno kirchnerista y de «espacios destinados a guardar» ese presunto efectivo «que eran inaccesibles para todos» y en donde «solo ingresaba Néstor Kirchner».
Tras conocerse la noticia de este sábado por la mañana, la oposición también cuestionó al Gobierno por no haber garantizado la seguridad de un «imputado colaborador» en la causa de los cuadernos de las coimas como Gutiérrez, que durante largos años mantuvo una estrecha relación con la familia Kirchner.
Además, referentes del arco opositor sembraron dudas sobre la transparencia de la investigación, al señalar que como fiscal se desempeña Natalia Mercado, hija de la gobernadora de Santa Cruz, Alicia Kirchner, y sobrina de Cristina Kirchner: pidieron que la funcionaria judicial sea apartada del caso.
Claramente la muerte de Gutiérrez, con cuatro personas detenidas hasta este sábado al mediodía por el crimen, supone un nuevo frente de tormenta para el Gobierno, en momentos en los que el presidente Fernández debe demostrar que está a la altura de las exigencias del cargo para el que fue designado en plena pandemia de coronavirus.
Cada escollo significa un examen que el jefe de Estado tiene que rendir y después de casi siete meses de haber asumido, enfrenta el desafío más importante de su carrera política, como la persona encargada de decidir los pasos que da el país en la lucha contra la epidemia de Covid-19.
Con Cristina Kirchner enfocada en su propia agenda política y acusando alegremente al macrismo -la principal fuerza de oposición en la actualidad- de ser una «asociación ilícita», Fernández asume el costo y el desgaste político que implica luchar contra un enemigo invisible que ha puesto a la Argentina, tal como sucedió con otros países del mundo, en una situación sanitaria y económica sin precedentes.
Mientras el Gobierno se esfuerza para lograr que la sociedad comprenda la importancia de desarrollar una cuarentena «más estricta» en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), por ejemplo, debido al aumento de caso de Covid-19, la actividad económica en abril pasado registró un desplome histórico del 26,4 por ciento, según datos oficiales.
En la Casa Rosada cruzan los dedos esperando que las medidas tomadas recientemente sirvan para frenar el incremento de contagios, en momentos en los que la sociedad demuestra estar cansada de la cuarentena, aunque acepta cumplirla, a regañadientes, después de más de 100 días de aislamiento.
Una vez que el país logre superar la emergencia sanitaria, el Gobierno sabe que tendrá por delante otro desafío mayúsculo: reactivar la actividad comercial y productiva doméstica, que se ha visto devastada en algunos rubros a causa de la pandemia de coronavirus, en especial en lo que se refiere a locales a la calle y pequeñas y medianas empresas.
En lo inmediato, además de la pandemia de Covid-19, Fernández y compañía deberán lidiar también con los fantasmas que genera la muerte de Gutiérrez en Santa Cruz y el recuerdo del fallecimiento de Nisman, justo en la semana en la que se cumplen 2.000 días del trágico deceso del fiscal de la causa AMIA.