El alineamiento entre Sergio Massa y la oposición para que avance el proyecto de ley evita el default y un golpe a la gobernabilidad de Alberto Fernández. Pero deja muy debilitado al ministro.
Por Marcelo Bonelli para Clarín.
El acuerdo entre Sergio Massa y la oposición impidió un golpe a la gobernabilidad contra Alberto Fernández. Pero ese convenio no evitó la fractura del bloque del Frente de Todos. La actitud de Máximo Kirchner abrió un surco impredecible en el futuro del FdT. Ya existen voces de ministros que quieren que Máximo pague: que devuelva las cajas, que se vayan Luana Volnovich y Fernanda Raverta.
Brutal, Aníbal Fernández lo dijo en una reunión privada: “Máximo le quita el culo a la jeringa”.
También, el acuerdo parlamentario deja una víctima política: Martín Guzmán. El ministro quedó colgado del pincel: la solución política se encontró sacándole el corazón al proyecto que Guzmán defendió en el Congreso.
Guzmán quería -y prometió- un apoyo político global al programa pactado con el FMI. Pero ese plan que elucubró quedó este jueves hecho añicos. Ocurrió lo contrario: el programa económico fue rechazado por la oposición y Massa habilitó –con aval de Alberto– sacarlo directamente del proyecto de ley. A estas horas la situación política del ministro está extremadamente debilitada: volvieron a circular nombres para reemplazarlo.
Las versiones hablan de Cecilia Todesca, también de Emmanuel Alvarez Agis y el devaluado Axel Kicillof le puso el pulmotor a Augusto Costa. El economista Martín Redrado -el único con equipo y plan– también circula en Wall Street.
Cristina y Máximo lo quieren echar a Guzmán. Massa fulminó su propuesta para pactar el acuerdo en el Parlamento. Máximo le envió el domingo varios legisladores para desestabilizarlo. Fue a la noche, en reunión de bloque. La diputada Ana Carolina Gaillard lo enfrentó de inmediato. Pero los dardos venenosos salieron de los enviados de Máximo. Itaí Hagman objetó –en forma muy agresiva- lo acordado por Guzmán con el FMI. Marcos Cleri -un operador de Máximo– dijo violento: “Martín, tenés que comprometerte acá con nosotros a que no vas a ser funcionario del FMI cuando dejes de ser ministro”.
Guzmán aguantó las ofensas. El Presidente es el único que banca al ministro. Aunque ambos tuvieron la última semana –con testigos- dos fuertes altercados. La tensión fue mucha entre el martes y miércoles. Massa se irritó por el viaje del ministro a EE.UU.
Massa afirmó: “Alberto suspendió su misión a Dubai. ¿Y este pelotudo ahora se va?”.
Fue en una reunión secreta con Mario Negri y Cristian Ritondo. Ambos tuvieron un rol central, como también Martín Lousteau y Horacio Rodríguez Larreta.
Todos ardían contra Guzmán: el ministro fue quien impulsó la obligación de que el acuerdo sea aprobado por el Congreso. Algo que no pide el FMI. Cristina lo avaló: la idea era que iban a involucrar a la oposición con el ajuste pactado en Washington.
Todo salió mal. Fue un error político colosal. El bloque del Frente de Todos quedó dividido. Máximo quejándose y la oposición imponiendo una salida. Guzmán -y el Instituto Patria- generaron una hecatombe política.
Massa salvó las papas. Pero no dejó de reprobar a Guzmán: “El viaja, pero ahora soy yo el que tengo que chuparla con la oposición”.
En Juntos por el Cambio también hubo cortocircuitos: le torcieron el brazo a Mauricio Macri. Macri quería votar directamente en contra. Ansía ser candidato a presidente y su imagen sólo sube con un colapso de Alberto. Se lo confesó a sus compañeros de pádel. Insiste con su segundo tiempo: “El candidato tengo que ser yo, porque a ninguno de los nuestros les da el piné”.
Su plan de endurecer al máximo fracasó. Macri –molesto– se retiró rápido del Zoom.
Así fue la historia secreta del acuerdo que evitó el default y un golpe a la gobernabilidad de Alberto. Pero se buscó un atajo “bien argento”. Se vació de contenido el proyecto del Palacio de Hacienda y sólo se aprueba algo que ya Alberto tiene autorizado por la Constitución: negociar la deuda externa.
El Plan con el FMI es político. Alberto tuvo el aval de la Casa Blanca para fortalecer su débil situación y llegar al final del mandato. El problema -del que nadie habla– es que el contenido técnico del programa con el FMI es inflacionario.
Julie Kozack y Guzmán pactaron un fuerte aumento de costos: suben las tarifas, aumenta la tasa de interés y el costo financiero y se indexa el tipo de cambio.
Todo le mete combustible a los motores inflacionarios y elude una cuestión central: la inflación inercial que indexa los precios y devalúa los ingresos fijos.
Roberto Feletti lo dice en la intimidad: admite entre su equipo que en febrero el índice será del 4% y que en marzo llegará al 5%. La Casa Rosada –en verdad– no sabe cómo combatir la inflación. La Secretaría de Comercio se convirtió en una coleccionista de fracasos.
Efecto Putin
La inaceptable invasión a Ucrania complicó todo en la Argentina. Aún existe un misterio: qué otorgó Putin a Cristina, para que la vice mantenga una actitud dual y apañe los crímenes de guerra del jefe de Rusia. El traspié inicial de la Cancillería fue corregido por Santiago Cafiero. Sus primeros pasos provocaron tantas dudas que el conjunto de embajadores del G-7 en Buenos Aires transmitió un mensaje terminante a Cancillería.
Fue el viernes 25 de febrero. Un día después del inicio de la invasión y de la declaración ambigua de la Argentina. Los embajadores transmitieron que no entendían cómo la Casa Rosada apañaba a Putin, cuando las inversiones extranjeras en el país son mayoritarias de multis del G-7. En ese mensaje -algunos dicen que fue una reunión– las embajadas pidieron que Argentina se alineara con las naciones democráticas y condenara a Rusia.
La Cancillería -después– se alineó políticamente. Pero ahora el problema tiene que ver con el recalentamiento en el precio de los cereales, el petróleo y las materias primas.
Feletti logró convencer a Matías Kulfas y al propio Guzmán de la necesidad de imponer un aumento “extra y urgente” de las retenciones. Guzmán dice que al FMI le encantan las retenciones: es plata segura.
Clarín confirmó que hay un borrador de Decreto de Necesidad y Urgencia. Su texto es concreto: afirma que las retenciones del trigo y maíz se duplican por 90 días y mientras continúe el conflicto bélico. Ambos pasarían a pagar el 24%.
Julián Domínguez masculla bronca. Se opone tenazmente, pero en soledad: Máximo y Cristina apoyan la jugada. Domínguez -igual- se plantó y le advirtió a Alberto: sería una bomba contra el campo. Ya tuvo fuertes cruces con Feletti. Alberto duda. Pidió tiempo para definir.
La guerra también pone al descubierto los graves errores de Cristina: durante su mandato se perdió el autoabastecimiento petrolero y de gas. Fue en el 2010. La estatización de YPF a cargo de Axel y la gestión inicial fueron pésimas, costosas y acentuaron el problema. Los tarifazos de Macri no resolvieron nada. Existe petróleo y gas en abundancia.
Pero Argentina es vulnerable ahora y gasta en importar energía: la crisis podría costar una friolera de US$ 5.000 millones, que no tiene el BCRA. La Cámpora, que controla YPF, está en otra cosa: sostener el relato.
La cuestión provocó una pelotera entre Kicillof y Pablo González. El cruce fue llamativo con el titular de YPF. Axel sólo se quejó por el destino de la inversión publicitaria: amenazó a González con represalias y denunciarlo con Cristina.