El efecto negativo de la cuarentena es mayor en los estratos más pobres. Advierten de un salto en la pobreza.
Por Ezequiel Burgo para Clarín.
Un trabajo del Cedlas halló que sólo un cuarto de la población ocupada está en condiciones de trabajar de manera remota. Y que la tasa de pobreza sufriría un “impacto significativo” si la cuarentena dejara sin ingresos por dos meses a quienes se desempeñen ya sea en empleos informales o en otros que no puedan ejercerlos de manera remota (tres cuartos de la población ocupada). De ese modo, la pobreza podría subir cerca de cinco puntos, sólo por el impacto de las medidas restrictivas sobre el plano laboral para combatir la pandemia del Covid. La investigación no contempló ni el impacto de la suba de precios, ni de los ingresos de la población inactiva y desocupada (con lo cual se descuenta que la suba de la pobreza sería mayor si la cuarentena durara dos meses).
Los economistas Cristian Bonavida Foschiatti y Leonardo Gasparini (Cedlas), analizaron el tipo de trabajo y la relación contractual del universo de ocupados relevados en la EPH (tomaron como base el primer semestre de 2019) y, fijándose qué ocupaciones eran las menos compatibles para trabajar desde el hogar, lograron medir qué proporción representaban del total de la población ocupada: 73,6% (unas 8,3 millones de personas).
Los puntos más salientes del paper son:
Primero, las tareas menos idóneas para llevar a cabo en una casa son las ejercidas por trabajadores informales y cuentapropistas, con niveles de educación, calificación y educación más bajos.
Segundo, el impacto de la pandemia es desigual según los segmentos de distribución del ingreso de la población. “Los resultados de ese ejercicio sugieren que los efectos negativos de corto plazo de la pandemia serían mayores en los estratos de menores recursos, lo que implicaría un aumento significativo de la pobreza y las brechas de ingreso en el país, aun considerando el efecto paliativo del Ingreso Familiar de Emergencia y otros bonos de ayuda social recientemente implementados”.
Tercero, Bonavida y Gasparini simularon con un modelo qué sucedería si la población sin condiciones de hacer trabajo remoto no tuviera ingresos por dos meses. Encontraron que el efecto sería un aumento de la tasa de pobreza de cinco puntos porcentuales por la caída de sus ingresos (aún sin tener en cuenta el impacto de la inflación).
De este modo, la investigación del Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales de la UNLP cuantificó el impacto de la cuarentena en el mercado laboral. Al tomar datos de la EPH (también utilizaron una base llamada ONET para calcular la compatibilidad con el home office), el trabajo ofrece una perspectiva más amplia del mercado de trabajo. Según cálculos privados, los convenios colectivos que representan los sindicatos sólo representan al 30% de trabajadores.
La conclusión de Bonavida y Gasparini se vuelve relevante si se tiene en cuenta que el consumo equivale a cerca del 75% del PBI según una estimación de la consultora Analytica. Y el 85% del consumo se explica por el salario. Por lo tanto resulta lógico pensar que las restricciones de este mes, impactaron fuerte en la economía. La consultora Ferreres & Asociados estima una contracción de 6% de la economía para este año.
Hay un debate en el mundo, y en la Argentina, sobre cómo y en qué secuencia desmantelar las medidas restrictivas para controlar el virus. Los epidemiólogos se muestran cautos. Los economistas, para morigerar el costo económico, proponen aperturas por segmento de la población. Tanto economistas como epidemiólogos trabajan con estadísticas y hay cada vez más trabajos conjuntos.
Un trabajo de dos economistas de la Universidad de Chicago, Michael Greenstone y Vishan Nigam, calculó que tres meses de distanciamiento social puede salvar a 1,7 millones de vidas y eso equivale a US$ 8 billones de dólares, una cifra superior a las pérdidas que generaría la contracción de la economía. Un artículo en The Wall Street Journal de esta semana, sostuvo que esos números subestimaran los efectos recesivos sobre las economías de los hogares más pobres. De ahí que en ciudades como Boston, o mismo en Francia y Alemania, se analizan maneras de reabrir la economía llevando mascarillas, aumentando el número de testeos, monitoreando con celulares a los infectados y aislando a las poblaciones más vulnerables. En esos países el índice de reproducibilidad del virus por persona contagiada es menor que en la Argentina.