A una semana del vencimiento, los fondos acreedores mejoraron la propuesta de reestructuración de la deuda, pero están muy distantes de la oferta que está dispuesta a aceptar la Casa Rosada.
Por Marcelo Bonelli para Clarín.
La fuerte corrida que tiene el dólar financiero recrudeció las diferencias entre Martín Guzmán y Miguel Pesce. Ambos se acusan mutuamente -y se responsabilizan- por la escapada sin límite del billete verde. El Banco Central insiste en que la inestabilidad cambiaria obedece a la forma como Guzmán llevó adelante – sin éxito hasta ahora – la negociación de la deuda externa. Pesce – en la intimidad– sostiene que la pobre aceptación de los bonistas y la irresuelta negociación dispararon la incertidumbre cambiaria. Guzmán contragolpea: hace semanas que acusa a la errática política monetaria por la suba del billete.
El ministro de Economía afirma que la escapada del dólar se desató mucho antes de la última trifulca con los acreedores. Para el Palacio de Hacienda, el BCRA tomó medidas monetarias desacertadas, que fueron una invitación a recalentar el dólar.
En otras palabras, sostiene que Pesce emitió más que lo necesario, y que eso aceleró la carrera del billete. También, que esa avalancha monetaria provocó un descenso enorme de la tasa y que el BCRA cometió el error de no generar “instrumentos en pesos” para competir con los dólares.
Guzmán dice –entre los suyos – que hay que instrumentar medidas para neutralizar la «exagerada emisión» del BCRA. Pesce puso palos en la rueda: inicialmente, resistió la emisión de cualquier bono, porque dice que esas elucubraciones de Economía podrían debilitar a los bancos.
Al final, hubo un fallo salomónico: desde hace dos semanas, Economía hace colocaciones en pesos, pero toda la iniciativa va detrás de los acontecimientos.
El ministro ya explayó sus ideas en la intimidad de la Quinta de Olivos. Pesce no se quedó atrás: en varias oportunidades habló con el Presidente de sus diferencias con el catedrático de Columbia.
En la Casa Rosada están divididas las opiniones. El problema – sin duda – se venía engendrando antes de la pandemia y también obedece a otras cuestiones.
El Presidente recibió una dura herencia. Ocho años de retroceso y encima la deuda – para evitar el ajuste – que armó Mauricio Macri. Pero los problemas actuales se profundizaron por errores propios de la Casa Rosada: se rechazó elaborar -y no existe- un plan económico global para enfrentar la crisis. Ni antes de la pandemia, ni tampoco después de que el coronavirus atacó la Argentina.
La ausencia de ese programa aumenta la incertidumbre y es precisamente – además de los errores del BCRA y Economía – la falta de un plan de estabilización inflacionaria y desarrollo lo que le provoca mayor inquietud sobre el futuro económico.
El Presidente evitó armar un programa antes de la pandemia: la ausencia de una estrategia y un equipo fuerte que la instrumente profundiza la intranquilidad.
Alberto Fernández tuvo que ratificar la continuidad de ambos funcionarios. Defendió a Pesce, frente a embates internos y las versiones de que La Cámpora lo quería desalojar del BCRA. Así lo dijo: “Son mentiras.Son todas estupideces”. Tambien, el Presidente tuvo que apoyar y sostener a Guzmán el último sábado. Decidió nombrar a un funcionario del equipo económico para manejar la principal caja del Estado: Lisandro Cleri estará a cargo del poderoso Fondo de Garantía Social.
El fin de semana, el ministro estaba mortificado por la – casi nula – aceptación que tuvo su propuesta de pago de la deuda. Guzmán inicialmente sostenía que muchos acreedores iban a acompañar a la Argentina. Insistía con un argumento amateur y de poca de experiencia frente a los “lobos” de Wall Street: “les conviene nuestra oferta, porque no pierden; dejan de ganar”.
Así, una semana antes del fatídico viernes 8 de mayo, el Palacio de Hacienda proyectó un apoyo cercano al 40%. No era la mayoría necesaria, pero un volumen digno para comenzar a negociar. Ya en las últimas jornadas, los informes le hicieron bajar las expectativas. Pero nunca en el Palacio de Hacienda intuyeron la magnitud del rechazo: el total de adhesión fue de solo 17,28 % . Unos 4 puntos fueron inversores locales argentinos y la adhesión de Wall Street, paupérrima.
El contundente rechazo también golpeó al ideólogo Joseph Stiglitz: las adhesiones de intelectuales que logró el premio Nobel son bienvenidas para el “relato interno”, pero no influyen en nada a la hora de la decisión. Fueron intrascendentes, como también los eufóricos apoyos de la CGT, la UIA, AEA y los banqueros. Los “lobos” de Manhattan solo se sacian con dinero y aprovecharon el traspié para volver a pedir a la Casa Rosada un cambio de interlocutores . El argumento: no confían en los métodos y sinceridad del ministro.
Los tres “comité de acreedores” presionaron el fin de semana para que Alberto abra otras líneas conversación. Gerardo Rodríguez, de BlackRock, sugirió una trasnochada idea: que un funcionario político de Argentina hiciera de garante en las conversaciones entre Guzmán y los bonistas. El propio Sergio Massa y Gustavo Béliz – a ellos querían – rechazaron la propuesta. Por eso, el Presidente volvió a apoyar al ministro y ratificó una decisión que ya conoce el gabinete: “Martín es el único interlocutor frente a los acreedores”.
Clarín confirmó que ayer el “Comité de Acreedores Argentinos” –ACC- entregó ya una contrapropuesta a la Casa Rosada para abonar la deuda externa. Los fondos Monarch y Greylock lideran el grupo. Anoche, el comité “ad-hoc” también envió su nuevo plan de pago. Lo integran los poderosos BlackRock, Templenton y Fidelity. Lo habrían enviado a la Casa Rosada como un gesto descortés hacia el ministro.
Ambos grupos mejoraron la propuesta, pero están muy distantes de la oferta que está dispuesta a aceptar la Casa Rosada.
Los bonistas ofrecen cobrar un bono a la paridad de 55 centavos y Argentina quiere pagar un valor de 40 centavos. En lo formal, el clima está mejor. Aunque amenaza a través de voceros, Alberto quiere lograr un acuerdo. Pero la posibilidad de avanzar con éxito enfrenta dos problemas. Primero, las diferencias importantes que persisten en el valor del pago. Y otra cuestión: se negocia muy apremiados por el calendario.
Queda solo una semana para evitar el default. Muchos consideran que hay que estirar los plazos, y utilizar la cláusula llamada “stand still”.
El equipo económico lo evaluó. En su intimidad, Guzman afirmó: “eso es patear el problema. No resolverlo”.
Lo cierto es que el Palacio de Hacienda desaprovechó ya tres meses y los bancos asesores poco colaboran. Las tres entidades internacionales, HSBC, Merril Lynch y el banco francés Lazard, van a embolsar honorarios millonarios -unos 60 millones de dólares- pero trabajan con una parsimonia propia de burócratas.
Otro tanto ocurre con el FMI. Kristalina Georgieva se llena la boca declarando elogios públicos para Argentina, pero el FMI congeló un sondeo de la Casa Rosada para que haya un desembolso de ayuda extraordinario. Se habría hablado del dinero pendiente y otro préstamo – de ayuda por la pandemia – de 3.500 millones. El ministro sostiene que nunca existió: “Eso no es verdad”. En Washington afirman que todo está en un freezer . El Tesoro de Donald Trump tiene una postura distante con Argentina: ahora está renuente a ayudar.