Cerca del actual gobernador afirman que el jefe de gabinete “le recorta poder”, mientras éste niega que buscará su reelección cuando termine su participación en el Gobierno.
Por Jaime Rosemberg para La Nación.
La tregua política sigue en pie, y ninguno de los dos piensa en romperla, al menos hasta después las cruciales elecciones del 14 de noviembre. Pero el jefe de gabinete Juan Manzur y su sucesor en la gobernación de Tucumán, Osvaldo Jaldo, se siguen “mirando de reojo”, luego de que sus peleas públicas, dirimidas también en las urnas el 12 de septiembre pasado, terminaran días después en un pacto de no agresión que permitió a Alberto Fernández contar con el mandatario tucumano para encabezar la renovación del gabinete luego de la derrota en las PASO.
El juego de las desconfianzas que comenzó el 20 de septiembre pasado, cuando una charla entre ambos derivó en un acuerdo, sigue dando nuevos capítulos. Mientras coordina el gabinete nacional, Manzur cuida que nada importante pase en su terruño sin que él lo sepa; Jaldo, en tanto, pretende tomar decisiones que hoy no puede, rodeado como está de un gabinete “manzurista” que le deja, según dicen a su lado, poco margen de maniobra. Mientras repite fotos y encuentros con su rival político provincial, el hoy gobernador espera, paciente, los resultados de la elección general para decidir sus próximos pasos.
“Los dos están donde quisieron estar. Pero la diferencia es que Manzur tiene mucho poder y Jaldo está limitadísimo”, se quejan desde la gobernación tucumana, donde explican por lo bajo que los ministros del gabinete que responden a Manzur (el vicegobernador Sergio Mansilla, el ministro de Salud, Gabriel Yedlin, o la secretaria general, Silvia Pérez) “no toman una decisión importante sin llamar antes por teléfono” al gobernador en uso de licencia. En este esquema, Jaldo y Manzur consensuaron días atrás la salida del ministro de Seguridad, Claudio Maley, y su reemplazo por Eugenio Agüero Gamboa, cercano al actual gobernador, que asumió funciones el martes. “Maley estaba muy desgastado, se tenía que ir”, dicen cerca del gobernador, mientras que fuentes cercanas a Manzur hablan de un “cambio acordado, como muchas cosas que conversan entre ellos”, aseguraron.
Con unos pocos aliados en puestos claves, como el ex intendente de La Banda de Río Salí, Marcelo Caponio (hoy asesor de la gobernación) o Regino Amado, vicepresidente de la legislatura, Jaldo intenta construir un perfil propio. “Su idea es tener respaldo popular en 2023″, afirman a su lado, sin negar que su deseo es completar el actual mandato e ir por otro dentro de dos años.
Cerca del hiperactivo jefe de gabinete, que participa tanto de la gestión como de la campaña del Frente de Todos y hasta de la negociación con el FMI, no niegan que Manzur “llama y se preocupa por Tucumán” pero niega que dé órdenes. “A Jaldo nadie le dice lo que tiene que hacer”, niegan desde la jefatura de gabinete, y destacan los dos encuentros en Buenos Aires, el primero en el contexto de una invitación a todo el gabinete tucumano, el segundo esta semana, cuando ambos revisaron la marcha en la provincia norteña del congelamiento de precios por 90 días establecido por el secretario de Comercio, Roberto Feletti.
“El primer encuentro fue un gesto político, el segundo una reunión de gestión, que Juan tuvo también con otros gobernadores el mismo día”, cuentan desde un despacho de la Casa Rosada. El viernes fue Manzur quien llegó a Tucumán para “trabajar juntos” durante el fin de semana de cara a las elecciones, en las que el PJ de Tucumán intentará repetir su triunfo de las PASO sobre Juntos por el Cambio.
“Manzur no tiene reelección como gobernador. Y termina su período, ya sea como jefe de gabinete o gobernador, y se va a su casa”, dice otro referente de confianza del jefe de gabinete. Intentó así despejar los reparos de Jaldo hacia una eventual reforma constitucional impulsada por Manzur para, eventualmente, buscar otro período.
En la Casa Rosada, en tanto, miran la disputa con atención, aunque atribuyen a Manzur “inteligencia y viveza” para que la sangre no llegue al río. “Los dos son bravos, pero hoy lo importante es la unidad”, afirman desde un despacho cercano al de Manzur. Carlos Cisneros, diputado nacional, hombre “político y de extrema confianza” del gobernador con licencia, actúa como “garante” de la pax romana entre los miembros de la fórmula ganadora en las elecciones a gobernador de Tucumán en 2019, aseguran fuentes bien informadas de lo que ocurre en la provincia norteña.
Roces
Más allá del acuerdo de cúpulas, en el territorio siguen los roces. Javier Noguera, intendente manzurista de Tafí Viejo, denunció el jueves que Jaldo se quedó, a través de sus ediles y de modo “ilegal”, con el control del concejo deliberante de municipio. La disputa terminó mal, con pedradas contra la sede del concejo y acusaciones mutuas.
“A nadie le sirve romper esta unidad, si eso pasa los dos están jodidos. Manzur, por supuesto, no va a romper”, afirma otra espada incondicional del jefe de gabinete, quien según sus colaboradores “trabaja fuerte para conseguir obras para la provincia” junto a ministros nacionales como Jorge Ferraresi (Hábitat), Gabriel Katopodis (Obras Públicas) y Alexis Guerrera (Transporte).
A pesar de las diferencias y las “heridas que siguen abiertas”, desde ambos búnkeres lucen convencidos: el acuerdo entre gobernador y vice en ejercicio se mantendrá, más que nada, por el espanto común que les produce la posibilidad de una fragmentación que termine en impensada derrota.