La frase de Rafael Bielsa sobre el proceso electoral chileno tiene antecedentes que no se atienen a los códigos diplomáticos; “lo que falla es la casa matriz”, fustigó un exembajador de Cambiemos.
Por Jaime Rosemberg para La Nación.
“Fue una declaración personal, el canciller (Santiago) Cafiero ya se comunicó con su par chileno”. Así contestó hoy la portavoz presidencial Gabriela Cerruti cuando la consultaron por las declaraciones del embajador en Chile, Rafael Bielsa, contra el candidato presidencial de ese país José Antonio Kast, que habría enojado al propio presidente Alberto Fernández y obligado al canciller a calmar los ánimos del otro lado de la cordillera para evitar una escalada diplomática con el país vecino.
La respuesta oficial, repetida en las últimas horas, también deja espacio a nuevas preguntas. ¿Hay embajadores políticos que pueden sostener opiniones personales sin consecuencias? Fuentes de la diplomacia argentina sugieren que “no es la primera vez” que el excanciller avanza por las suyas, y sugieren que su reciente participación en el juicio al líder mapuche Jones Huala, detenido en el vecino país, tampoco contó con la venia oficial.
Además, desde el Gobierno consideran que Bielsa “no es el único” embajador que sostiene posturas que no contaban con el aval de la cancillería durante los casi dos años que el Frente de Todos lleva en el poder.
Otro caso saliente es el del embajador en la OEA, Carlos Raimundi, quien a pesar de estar-de modo informal-en la órbita del embajador en Washington, Jorge Arguello, sostuvo-según las mismas fuentes diplomáticas-posturas de abierta defensa de los regímenes de Venezuela, Cuba y Nicaragua, varios pasos más allá de lo que indicaban sus instrucciones. “No es que sean autónomos, se autoperciben como tales”, describió con gracia otra fuente diplomática que siguió de cerca el recorrido de ambos diplomáticos.
El protagonismo del embajador en Bolivia, Ariel Basteiro, en la denuncia judicial contra funcionarios del gobierno de Cambiemos por “colaborar” con el “golpe” contra Evo Morales, responde según dos embajadores de la gestión anterior a una “afinidad ideológica” con el Instituto Patria, siempre bajo el argumento de que “se sepa la verdad” de lo ocurrido en el vecino país. Eduardo Zuain, actual embajador en Rusia, Luis Ilarregui, destacado en Cuba y Daniel Mateo Capitanich, repuesto en Nicaragua, también hasta no hace mucho solían repartir loas a los gobernantes locales, que sostienen una fuerte retórica antioccidental que choca con la intención de mejorar los vínculos con Washington, sobre todo desde la llegada de Joe Biden al poder en Estados Unidos.
“Hay una casa matriz disfuncional, eso genera el cuentapropismo. ¿ Por dónde va nuestra política exterior? ¿Somos Puebla o somos el G20? Mientras los diplomáticos de carrera actúan según los libros, los embajadores políticos hacen y dicen lo que quieren”, afirmó a LA NACION Ricardo Lagorio, exembajador en Rusia durante el gobierno de Cambiemos y los primeros meses de la actual administración, y cesanteado por la gestión de Felipe Solá al frente de la cancillería.
“Todo lo que hace y dice un embajador en funciones tiene que ver con su cargo. No existe hablar a título personal”, comenta otro ex diplomático en relación al caso Bielsa. “Yo cerré mi Twitter cuando era embajador, hay que ser muy cuidadoso”, respondió el exembajador, convencido de la inconveniencia de sostener “librepensadores” en la siempre delicada tarea de relacionarse con el mundo.