Las maldiciones de Cristina, los temores de Wall Street y el cortocircuito Milei-Caputo

El Presidente quiere que el dólar toque los $1.000, pero en Economía lo ven poco factible. Gobierno y mercados siguen con atención la interna del peronismo.


Por Marcelo Bonelli para Clarín.

Javier Milei exclamó cortante: “Yo no me meto con la Justicia”. Después, redobló: “Que Cristina haga lo que quiera”. Ocurrió el último martes en Olivos, a la hora de la cena. Terminaba un día cargado y agitado. Fue horas después de que el Tribunal comunicó la detención a Cristina y el Gobierno pudo desactivar – con complicidad del peronismo – una bomba: la marcha hacia Comodoro Py. Fueron horas y días difíciles. Llenos de inquietud y temor. Encima, la Superintendencia de la Cámara de Casación Penal sondeó a la propia Patricia Bullrich para una medida extrema: poner francotiradores en Tribunales.

Fueron tensas negociaciones en las que estuvieron Santiago Caputo, Sebastián Amerio, Bullrich, el juez Daniel Petrone y hasta Wado De Pedro. Enfrente de Milei, en Olivos, estaba Luis Juez el martes en la cena. Ambos comieron suculentas milanesas, que Javo decidió ya no compartir con Mauricio Macri. Incluso tuvo un gesto inusual para el invitado: lo dejó comer papas fritas.

Milei sobreactuó su prescindencia en Tribunales. Una tarea que realiza su asesor estrella, el joven Caputo y sus emisarios: Sebastian Amerio y agentes de la SIDE. Ambos – Milei y Juez – hicieron una evaluación de la condenada. El senador – astuto – le advirtió: “Javier, yo no subestimaría la capacidad de recuperación del peronismo”. Y concluyó: “Son corruptos, son ladrones, pero el fallo revitalizó a Cristina”.

Milei escuchó sus argumentos y lo tranquilizó: “Le vamos a ganar en octubre y se acabó el kirchnerismo”. El Gobierno siguió, minucioso, la cuestión. La primera decisión estratégica fue “correrse” del conflicto. Pasó desapercibida la gira de Milei y Javo se abstuvo de su compulsión para tuitear e insultar a troche y moche.

Fue una medida preventiva, después del fracaso del Pibe al intentar frenar el fallo de la Corte. Como anticipó Clarín, Amerio presionó una vez directamente al propio Horacio Rosatti y después fue a través de un operador del titular de la Corte. A Rosatti le transmitió el deseo de la Casa Rosada de que el fallo saliera después de las elecciones y Cristina, ya con fueros. En las dos restantes el emisario de Peaky Blinders pidió que la condena se conociera en medio de la campaña electoral.

En ese momento la presión del Pibe Caputo fracasó: el fallo salió en tiempo y forma. Pero ahora tuvo una victoria “pírrica”. Desactivó la marcha a Tribunales. Para eso, Casa Rosada abrió una negociación dura sobre el tribunal que lidera Jorge Gorini.

Le pedían una cuestión: anticipar la notificación de la condena en el domicilio de Cristina. Ya la tardanza había generado cortocircuitos entre los fiscales y el tribunal. Diego Luciani y Sergio Mola cuestionaron, en privado, la tardanza de Gorini en actuar. Decían que ese plazo de una semana que se le dio a Cristina permitió armar el circo político en Constitución.

La cuestión tuvo ribetes complicados. Wall Street no se alteró por la detención de Cristina: sabían que la ex presidenta cometió actos de corrupción. Ya Donald Trump le había prohibido la entrada a EE.UU. Pero la preocupación de los “lobos” de Manhattan era otra: que hubiera serios desmanes callejeros en la marcha y que los tumultos golpearan la gobernabilidad a Milei.

Los dueños del dinero solo miran hacia adelante. Ahora quieren ver qué impacto tendrá Cristina condenada en el peronismo. Cristina pretende emular a Lula y sueña con volver a la Casa Rosada. El presidente de Brasil vendrá a visitarla y su hijo Máximo contratará a un asesor del presidente del Brasil: lanzarán la campaña “Cristina Libre”. Así, en Wall Street iniciaron una serie de consultas. Por eso, muchos se asombran de la reacción de la condenada.

La ex vice hizo una homérica actuación política para disimular su derrota personal. Cristina recibió la condena con una forzada, insólita y actuada euforia. Pero, a poco de andar, le cayó la ficha. Cristina está furiosa con la obligación de usar tobillera y protesta a los gritos: “No me rompan las pelotas”.

También la “sacó” la cuestión del uso del balcón y, molesta, dice frente a su círculo: “Que se vayan a la mierda los jueces”. Ahora Cristina, Sergio Massa y Axel Kicillof negocian un frente común. Hay una nueva vocación de diálogo, pero todo puede “explotar por los aires”. La pelea es furiosa entre Máximo y Kicillof. El jefe de La Cámpora lo maltrata e insulta: “Es un enano de mierda”. Axel contragolpea: avisó que no va a aceptar que Máximo reemplace a su mamá en las boletas electorales.

Esta tensión se vivió en los días previos a la condena. Mayra Mendoza retuvo en la puerta del PJ a Kicillof y no lo dejaba entrar para compartir unos minutos con Cristina.

Karina está desconcertada. Quiere ver los movimientos finales del peronismo: reconoce que el fallo le cambió por ahora el escenario político. Mientras, ordena el Gabinete. Hubo una intervención a la gestión de Luis Petri: el hermano de Adorni fue colocado para auditarlo y tratar de encarrilar un serio conflicto con los militares.

El polémico Francisco Adorni fue nominado por una razón: los Milei no tienen aun colaboradores de confianza y muchos no se quieren sumar a un gobierno que destrata a los funcionarios fiables. También ocurrió con el ministerio de Salud. Esta semana Mario Lugones se tuvo que tragar un duro sapo: después de maltratar al personal del Garrahan, tuvo que salir a felicitarlo por una proeza médica internacional.

Se conoce que en las últimas semanas hubo en el Gabinete un cortocircuito inesperado y fuerte. Ocurrió entre el Milei y el propio Luis Caputo. Se mantiene en secreto. Hasta ahora no pasó a mayores. Milei lo respeta y Caputo sobreactúa su admiración a Javo. Pero el motivo de la controversia fue la cotización del dólar y la obsesión del Presidente de que toque los $ 1.000.

Los “Totoboys” transmitieron a Olivos que ese valor es inaccesible. Esto provocó broncas de Milei contra Caputo. Hasta ahora, el Gobierno fracasó en tocar ese mínimo valor. Pero las diferencias se blanquearon en reuniones con varios “popes” empresarios. Los hombres de negocios preguntaron por la cuestión y entonces, en privado, Toto les anticipó que considera adecuado un piso para el dólar que oscile como ahora, entre los $ 1.100 y los $ 1.150.

Los billetes son una opción para el BCRA. No logra generar reservas genuinas y las suplanta con dádivas y el préstamo del FMI. Por eso, se anuló – insólito en pocas semanas – la restricción para traer dólares del exterior a un plazo mínimo de un semestre.

En el mercado se insiste en que el giro copernicano fue una exigencia de los banqueros al propio Santiago Bausili: no querían ser obligados a estar colocados en pesos durante el proceso electoral. Por otra parte, los rendimientos financieros son muy altos. Esto llama la atención incluso en las centrales bancarias de Adeba y ABA.

Ocurre en vísperas de un alerta: habrá un aluvión de billetes del campo hasta fin de junio, pero comenzará la sequía de liquidación desde julio. Toto quiere reemplazar esos dólares genuinos por deuda.

Esta situación fue advertida en un severo documento de la Fundación Pensar, los supuestos aliados de Milei. Su texto fue durísimo y marcó todas las objeciones al plan económico. El impulsor político fue Mauricio Macri. Milei arde por el exocet que emitió el PRO. Se lo transmitió a Cristian Ritondo y Diego Santilli. Por eso, acusa a Mauricio de buscar una vendetta y arremete furioso contra la conducción del PRO: “Cómo pueden dejarse manejar por esos fracasados”.

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