El Gobierno tomó una drástica y polémica decisión: otra vez paralizó la obra pública, que recién había tomado envión a fines del invierno. La resolución se adoptó al máximo nivel de la Casa Rosada. El objetivo es puramente fiscal: planchar el gasto público en los últimos meses, para evitar que el año cierre con un mayor desequilibrio presupuestario.
La contractiva medida económica se hizo con un solo objetivo: que el rojo no supere la ya exorbitante e insostenible meta del 4,8 %. Para eso, se resolvió atrasar las obras ya en marcha y frenar el inicio de las nuevas. Ocurrió desde fin de octubre, pero se acentuó en noviembre y continuará en diciembre. Así, se postergaron también los efectos dinamizadores de las inversiones estatales, que la Casa Rosada publicitó como un mecanismo para que “arranque“ la economía.
Se trata de una contradicción obvia y clara con los anuncios oficiales para reactivar.
Esto explica la abrupta caída en octubre del 19 % en la construcción y que la economía siga en recesión. También hay serios problemas de eficiencia en el seguimiento de las obras en marcha. Se trata de la segunda vez en el año que Mauricio Macri recurre a idéntica decisión: al inicio se metió un freno total y así se profundizó el estancamiento que había dejado Cristina Kirchner. La medida fue adoptada al máximo nivel. Macri bendijo una rara sugerencia conjunta de Alfonso Prat-Gay y la Jefatura de Gabinete. Se hizo para enviar un mensaje de “prolijidad” fiscal. Pero provocó cimbronazos. Guillermo Dietrich rezongó, aunque al final aceptó: “Cumplir con la meta del déficit es importante”, dice.
La voltereta refleja una cuestión política de fondo: sin plan económico global, será difícil encarar un programa económico de crecimiento. Ocurre que la Casa Rosada se enreda en la “teoría de la manta corta”. Intenta solucionar un problema, pero desarregla otro. Ya se vio en inadmisibles contradicciones centrales: durante meses hubo una política monetaria contractiva y un déficit expansivo. Ahora se intenta corregir esos desajustes, pero la ausencia de una estrategia global generó ruido con el dólar.
Como adelantó Clarín, el Presidente le ordenó a Federico Sturzenegger bajar las tasas. El jefe del BCRA cumple todos los martes.
La ausencia de un programa y su impacto negativo sobre la economía fue uno de los mensajes centrales que envió la exitosa reunión sobre energía de la Asociación Empresaria Argentina. Hablaron influyentes hombres de negocios como Paolo Rocca y Marcelo Mindlin, y el trasfondo de sus exposiciones fue el siguiente: para recuperar el autoabastecimiento en energía, se necesita un programa coherente -hasta ahora inexistente – que atraiga las inversiones. Por ahora, la Casa Rosada no explicitó qué medidas adoptará para salir del desastre energético que armó Julio De Vido. La cuestión se ve en YPF, la principal empresa argentina. Otra vez la manta corta: la Casa Rosada postergó el aumento de combustible para no calentar a la inflación y eso complicó seriamente los números de la compañía y sus inversiones.
Miguel Gutiérrez –su titular– quedó enfurecido con la medida. Ayer, YPF anunció el cierre de 33 pozos y se pierden 1.700 puestos de trabajo. En privado, el banquero –ahora petrolero– reconoce que la firma tendría una sola solución para ser viable en el futuro: que el Estado argentino capitalice parte de su exuberante deuda, que supera ampliamente el valor de mercado. La anterior gestión “super endeudó” a YPF y condicionó su futuro. Fue un pedido de Cristina y Axel Kicillof, que Miguel Galuccio cumplió a rajatabla. Ahora la Justicia investiga si el anterior directorio hizo la vista gorda, con el pago de extrañas comisiones financieras.
En AEA se vio que los empresarios apoyan políticamente a Macri. Creen que reestableció valores institucionales avasallados por Cristina. Pero hacia adentro admiten una realidad: la economía no arranca y existe una mala gestión de funcionarios, que perjudica las expectativas de crecimiento. Están preocupados por la “parálisis”. Sólo proyectan una reanimación para el otoño del 2017. En la Unión Industrial temen que este lento crecimiento perjudique las chances electorales de Cambiemos.
Las luces de alarma las encendió una encuesta secreta que Julio Aurelio preparó para la casa matriz del Banco Santander en España. Dice así: en la provincia de Buenos Aires hay un cabeza a cabeza entre Cristina y Sergio Massa en torno a los 25 puntos y los candidatos de Cambiemos están unos tres puntos por debajo. Hugo Haime tiene idéntica medición.
Macri convocó a Chapadmalal para hacer frente a las criticas.
En el Gobierno confían en la “bomba de dinero” que inyectarán en la economía. Rogelio Frigerio lo promete: “El año próximo vamos a inaugurar una obra por día”. El temor es que el “efecto Trump” complique los planes. Por eso existe mucha expectativa con el viaje que haría a la brevedad Eric Trump. El influyente hijo del presidente electo estaría a comienzos de enero en Punta del Este . Unos días después podría haber una cumbre, un encuentro privado con Macri.