Según publicó el diario Clarin, la actividad fue prácticamente nula en la jornada posterior a los operativos.
El himno suena a las doce en punto, desde los parlantes de la parte alta del complejo. Adentro, a esa misma altura, un grupo de policías de alto rango y un grupo de personas de traje, se dice acá abajo, busca documentación, cajas fuertes, decenas de miles de dólares, millones de pesos y pruebas que puedan comprometer a comisarios, jueces y otros posibles cómplices. Acá -abajo, afuera- además del señor frío, dos gallinas muertas y varias bandejas de plástico con restos de arroz, hay una fila de policías de la Federal y la Bonaerense. Es un cordón que le corta el paso a los pocos optimistas que se les acercan. Hace rato un borrachito en bicicleta se volvió gritándoles “gatos, si nosotros les pagamos el sueldo; ustedes son más ‘chorros’ que los de ahí arriba”. Pero los policías permanecen firmes. Con el himno de fondo se parecen al equipo de fútbol de la Selección, a minutos del saludo protocolar.
Es una noche única en la feria ilegal más grande de Latinoamérica, identificada por la Unión Europea como un emblema mundial del comercio y la producción de mercadería falsificada. Adentro del complejo Punta Mogote no hay más de diez puestos abiertos, y los clientes apenas los superan en cantidad. Afuera todo es desolación: sobre el Camino de la Ribera, donde se suelen colocar puestos de comida y de falsificaciones de lo ya falsificado, además de los policías y algunos remises viejos que funcionan como colectivos hasta Puente la Noria, solo hay puesteros o clientes que nunca supieron de los allanamientos.
Los minutos pasan y sobre el Camino de la Ribera todo sigue igual. Ni siquiera ofrecen su mercadería los vecinos que adaptaron sus frentes y rejas a puestos callejeros.
FUENTE: CLARIN