La falta de apoyo complica su plan para colocar al futuro titular de la CAF; aliado a México, se aisló definitivamente de Brasil y Uruguay.
Por Jaime Rosemberg para La Nación.
Ni el canciller Felipe Solá ni mucho menos el titular de la Cámara de Diputados, Sergio Massa (de gira oficial por Estados Unidos) estaban convencidos. “Lo decidió Alberto” confiesa uno de los referentes diplomáticos del kirchnerismo que asistió a los cabildeos previos a la abstención de Argentina en la condena de la OEA al régimen de Daniel Ortega en Nicaragua por violaciones a los derechos humanos y encarcelamiento de opositores.
La polémica decisión, que ubicó a la Argentina otra vez aliado a México pero casi en soledad en el continente, volvió a separar aguas entre su política exterior y la de sus socios del Mercosur, ya que Brasil, Uruguay y Paraguay se inclinaron por la condena al gobierno sandinista, sólo apoyado por Bolivia y Venezuela. La inminente votación para la presidencia de la Corporación Andina de Fomento (CAF), que renovará autoridades el 5 de julio y en la que el actual subsecretario de Relaciones Internacionales Christian Asinelli competirá contra el colombiano Sergio Díaz-Granados, actual director del BID para Colombia y Perú y cercano al presidente Iván Duque, es una muestra de relaciones dañadas más allá de las discusiones puntuales en el bloque regional, como la baja de aranceles que motoriza Brasil o la flexibilización que reclama Uruguay para facilitar acuerdos unilaterales con terceros países, a los que se opone el gobierno de Alberto Fernández.
En principio, ni Brasil ni Uruguay han adelantado su voto, aunque luego de la última reunión virtual por los 30 años del Mercosur las relaciones con los gobiernos de Jair Bolsonaro y Luis Lacalle Pou no pasan por su mejor momento. Las divergencias obligaron a suspender la reunión de cancilleres prevista para el martes pasado, sin fecha tentativa a futuro. “Hay una visión ideologizada”, dicen en la cancillería en referencia a sus dos vecinos, mientras desde Brasil y Uruguay utilizan términos similares para definir el “proteccionismo” del Gobierno en materia de relaciones comerciales, con aranceles altos y la negativa a dar vía libre para acuerdos extra-Mercosur.
A pesar del extenso y discreto trajinar de Asinelli en busca de apoyo, los únicos respaldos trascendentes asegurados son los de la Venezuela de Nicolás Maduro (sede central de la CAF) y Bolivia, detalle no menor ya que ambos tienen dos votos en lugar de uno en el directorio (tienen acciones tipo A), al igual que la propia Colombia, Perú y Ecuador, quienes ya respaldaron por escrito a Díaz-Granados. Como el nuevo presidente de Perú, Pedro Castillo, asume su cargo el 28 de julio, en la cancillería argentina se ilusionan con una eventual “influencia” del presidente electo sobre las actuales autoridades para torcer su voluntad y lograr ese apoyo. Por lo demás, socios menores en la CAF (tienen acciones tipo C) como España y Portugal sí han prometido apoyo al candidato argentino, mientras siguen las conversaciones con Chile, Trinidad y Tobago y Panamá para lograr su respaldo.
“Está muy parejo, disputado”, describe una fuente diplomática argentina con tono futbolero. “La vamos a pelear, para nosotros es importante sentarnos ahí y tenemos un buen candidato. De todos modos, si perdemos también habrá un espacio de poder ganado”, evaluaron cerca del Presidente.
La esperanza de que la cancillería brasileña se “despegue” de la posición “pro liberal” de Bolsonaro y su ministro de Economía, Pablo Guedes, está también presente en las especulaciones oficiales, aunque las divergencias con brasileños y uruguayos (además del caso Nicaragua suelen votar distinto en las distintas condenas a Venezuela y Cuba) no dan espacio para el optimismo desmedido. “Será un final de bandera verde”, comentan desde Montevideo, desde dónde reconocen un pedido de Duque a Lacalle Pou para que apoye a su candidato y también conversaciones con Asinelli, “un nombre técnicamente bueno” para el cargo, y mano derecha del secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz. “El voto lo va a decidir más el Ministerio de Economía que la cancillería”, grafican desde el gobierno uruguayo.
La postura abstencionista argentina, que dejó “decepcionado” al gobierno de Estados Unidos, es curiosamente presentada desde el Palacio San Martín como un “guiño” a la principal potencia mundial, en su búsqueda de “intermediarios” con Venezuela y otros “populismos” latinoamericanos. “Alberto se abstuvo porque en Estados Unidos vieron bien el acercamiento a Venezuela, Maduro está haciendo algunas concesiones, y eso es lo que necesitan ellos para diferenciarse de (Donald) Trump”, razonaba una fuente diplomática cercana al Presidente, que festejaba el triunfo del maestro rural Castillo en Perú porque “ahora al Grupo de Lima le van a tener que cambiar el nombre”, ironizó.
En busca de un triunfo diplomático asegurado, Solá y el titular del Observatorio Malvinas, Daniel Filmus, participarán desde el lunes en la reunión del Comité de Descolonización de la ONU, que-aquí sin con el apoyo unánime de los vecinos-volverá a pedir a Gran Bretaña que inicie conversaciones sobre la soberanía de las Islas Malvinas. “La causa Malvinas vuelve a ser relevante para Argentina”, aseguran en la cancillería, diferenciándose de los reclamos “light” por Malvinas que, evalúan, se hacían durante el gobierno de Cambiemos en los foros internacionales.