El jefe de Gobierno mejoró su imagen entre votantes del oficialismo. Y encendió un alerta en un sector del Frente de Todos.
Por Eduardo Paladini para Clarín.
El contacto resultó inusual, sobre todo por el horario. Terminaba la semana y ya era de madrugada cuando uno de los hombres a cargo de la comunicación del Gobierno nacional llamó a un productor de TV. Estaba interesado en que en un programa político de ese día se difundiera un informe sobre (los problemas de) la Justicia. El pedido se relacionaba con una inquietud puntual de Alberto Fernández: preparar el terreno en la opinión pública para el inminente envío de la demorada reforma judicial.
Como casi todos los presidentes, Fernández cree que las buenas acciones de su gestión no son los suficientemente valoradas por la población por un «problema de comunicación». Para zanjar esa presunta distorsión, como adelantó Clarín el último jueves, convocó a una serie de dirigentes y funcionarios. Pero en el marco de ese debate, se abrió una nueva fisura en la interna oficialista: un sector del kirchnerismo está preocupado por el crecimiento de la imagen de Horacio Rodríguez Larreta entre seguidores del oficialismo y le piden al Presidente que deje de llamarlo «amigo».
Uno de los convocados a Olivos por Fernández fue Leandro Santoro, asesor de la Rosada. El radical ultra K no tuvo un debut muy feliz: llamó «borracha» a Patricia Bullrich, titular del PRO, y debió pedir disculpas públicas. A su manera, Santoro cayó en la misma tentación que el vocero presidencial, Juan Pablo Biondi, cuando trató de «inútil» a Mauricio Macri. Les pegan a los referentes más duros de Juntos por el Cambio, en un reflejo automático de la grieta. Para algunos dirigentes del oficialismo, vinculados al kirchnerismo bonaerense -donde tiene peso La Cámpora-, hay que reenfocar los cañones.
«Le pegamos a Macri, que ya está golpeado en la opinión pública. Pero lo tratamos de amigo a Larreta y de algún modo lo indultamos, como si no hubiera estado al lado de Macri durante los cuatro años de Cambiemos», explica a Clarín una alta fuente K y completa su preocupación: «Con la pandemia, lo que vemos en nuestras encuestas es que Larreta empezó a medir bien en votantes del oficialismo».
Como fue contando este diario, el manejo del coronavirus había provocado un cambio sustancial en el humor social y, al menos hasta fines de abril, Alberto Fernández había obtenido un inédito apoyo de los seguidores de Juntos por el Cambio. A su modo, el Presidente había logrado la difícil tarea de adormecer la grieta. Pero el fenómeno resultó pasajero. Apenas el mandatario propició o avaló discusiones refractarias al público opositor -liberación de presos con Covid, expropiación de Vicentin, idas y vueltas con Venezuela-, perdió ese plus de imagen y ahora ya está cerca de los mismos valores de la pre-pandemia.
En paralelo -un escalón más abajo y menos visible-, con Larreta ocurrió de arranque algo parecido. Así como los votantes macristas rechazaban a Cristina y acompañaban a Alberto F., los kirchneristas seguían cuestionando a Macri aunque veían con buenos ojos el rol y la moderación del jefe de Gobierno porteño. Con una diferencia sustancial: mientras el Presidente se preocupa periódicamente por recordar su amistad con Cristina, en esa búsqueda interminable de equilibrio interno, Larreta se cuidó (y cuida) de no pegarse a Macri; justamente para no perder ese apoyo inesperado desde el oficialismo.
El Día del Amigo, y en medio de la polémica porque el Presidente lo había catalogado así, Larreta dio una lección de equidistancia política. «No soy amigo de Alberto ni de Macri», remarcó el jefe de Gobierno. «Al otro día apareció en reportajes en todos los medios grandes y el lunes hizo la foto corriendo casi de madrugada en la Ciudad, transmitiendo libertad», completa el raid una fuente K, elogiosa de cómo construye su imagen el intendente porteño y crítica del modo en que lo trata Alberto F..
«La Ciudad tiene peores números de contagios que la Provincia por cantidad de habitantes, y también peores números que capitales como Roma o Berlín. Y sin embargo, se cuestiona mucho más el manejo de (Axel) Kicillof. En la Ciudad cerraron 30.000 comercios y sin embargo las críticas por la economía son al Gobierno nacional», se quejan en el kirchnerismo.
Según como se salde esa discusión interna, podrían empezar a escucharse cuestionamientos más fuertes al jefe de Gobierno. Andrés «El Cuervo» Larroque, en su doble rol de funcionario bonaerense y referente de La Cámpora, dejó una muestra el fin de semana. En un programa de alto rating en el cable, luego de decir que «la coordinación con la Ciudad» era «buena» para combatir la pandemia, recordó que Larreta «acompañó un proyecto político del Gobierno nacional que fue catastrófico para los argentinos y las argentinas». ¿Habrá más?