El presidente superó con cierto alivio una prueba complicada para su mandato. Pierde el control de la Cámara de Representantes, pero aumenta su número en el Senado.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, superó con cierta holgura el reto de las elecciones legislativas más conversadas de los últimos años en la mayor potencia económica del mundo.
Trump propuso estos comicios como un referéndum de su gestión, una jugada arriesgada teniendo en cuenta la tendencia norteamericana a no respaldar las gestiones presidenciales en las elecciones de medio término.
El republicano sacó provecho de los buenos números de la economía, que marcan un crecimiento del 3% del PBI, un desempleo récord de 3,7%, consumo creciente y salarios que van por encima de la inflación. Aún así, su discurso fue marcadamente antiinmigratorio y antiglobalizador, las bases de su triunfo en 2016.
La Cámara de los Representantes quedará en poder de los demócratas, pero por una diferencia menor a la proyectada a las encuestas. El Senado es el gran triunfo de Trump: no sólo mantiene el dominio republicano, sino que lo amplía.
Según la periodista Paula Lugones, de Clarín, «para buscar la reelección, Trump debería tomar nota de la falta de diversidad que anida en sus filas. Falta mucho todavía para las presidenciales, pero los demócratas también deberán apuntar que necesitan más ideas y un candidato contundente para poder derrotar al controvertido magnate».