Su imagen cae desde hace varias semanas y un sector de la sociedad le reclama que tome distancia de la ex presidenta.
Por Eduardo Paladini para Clarín.
El 19 de marzo, hace 109 días, Alberto Fernández anunciaba el arranque del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO). Algunos analistas ubican ese momento como el clímax del corto mandato del Presidente. El parado en el medio del escenario -literalmente-, y a sus costados un kirchnerista, Axel Kicillof; un peronista moderado, Omar Perotti; un opositor macrista, Horacio Rodríguez Larreta; y un opositor radical, Gerardo Morales. Una foto anti-grieta y federal, con gobernadores de distintos signos políticos como protagonistas de las decisiones de su gestión. ¿Y Cristina Kirchner? En Cuba, adonde había viajado para traer de vuelta al país a su hija Florencia.
Esa centralidad, nacida de un fenómeno eventual como una pandemia mundial, puso al Presidente en un momento histórico. El dirigente que hacía poco más de 10 meses deambulaba para insertarse -en un segundo plano- en construcciones ajenas, ahora lograba un apoyo inédito de la sociedad, comparable con picos de popularidad de líderes como Raúl Alfonsín, Carlos Menem o Néstor Kirchner. Fernández, claro, hizo lo suyo: leyó perfectamente la demanda de un sector amplísimo de la sociedad, que vio en él un conductor firme y con apertura política.
Así logró lo impensado: en un país marcado por una polarización furiosa, buena parte de los votantes opositores acompañaban y apoyaban sus decisiones. Generó, en paralelo, una variante de grieta oficialista: argentinos que lo querían a él pero no ella.
La foto de hoy, apenas cuatro meses después de aquel pico, es muy distinta. Como contó Clarín, queda poco del plus Covid. Un solo ejemplo: para Giacobbe & Asociados, el Presidente encadenó su sexta caída consecutiva en imagen. De los 30 puntos extra que había conseguida abruptamente en marzo, se le esfumaron 25. Con todo, sigue siendo el dirigente más valorado del momento.
Ese mismo estudio tiene un gráfico más cualitativo y doloroso para cualquier funcionario. Le pidieron a los encuestados que identificaran al Presidente con una palabra. Entre las más elegidas aparece «Títere». Pero Jorge Giacobbe advierte: «Un parámetro de un posible piso es el 38% de imagen positiva que tenía antes del coronavirus. Pero también un límite puede ser el 33%, 35%, de apoyo duro de Cristina. En tanto esa gente lo vea a él como un instrumento de ella, no debería bajar de ahí», analizó Jorge Giacobbe ante la consulta de Clarín.
Así, Alberto Fernández vuelve a su dilema original y a un tema por el que probablemente le pidan explicaciones hasta el fin de su gestión: como relacionarse con la vicepresidenta. Más allá de que la sin dudas la extensión de la cuarentena y un parate económico sin precedentes están afectando su imagen, la figura otra vez en primer plano de Cristina tampoco parece ayudarlo. Esto explica, como mínimo, la fuga de aquel temporal apoyo macrista.
Algunas de las mismas encuestas que muestran la baja en la ponderación del Presidente indagan sobre esa relación particular. Uno de los estudios lo hizo Aresco, consultora de larga trayectoria en el país y vinculada históricamente al peronismo. Planteó cuatro interrogantes:
– «¿Quién cree que toma las decisiones en el gobierno actual?», preguntó la firma en un sondeo reciente. Para el 55% de los votantes opositores, lo hace Cristina.
– «¿Qué ideología representan las decisiones que toma el Gobierno nacional?». Para el 59% de los opositores refleja «un gobierno kirchnerista».
– «¿Qué influencia deberían tener Cristina y el kirchnerismo en las decisiones del Gobierno nacional?». Para el 72% de los opositores, «poco y nada».
– «¿Qué gobierno tuvo más vocación de diálogo y consenso, el de Alberto o el de Cristina?». En este caso, tanto en votantes opositores como oficialistas quedó arriba el gobierno de Alberto F.
Lo más llamativo -o no tanto- es que esta encuesta fue distribuida casi de modo oficial por voceros cercanos al Presidente. ¿Buscaban diferenciarlo de su compañera de fórmula? Ese círculo albertista, y el propio Fernández, suelen enojarse cuando se amontona al mandatario con uno de los extremos de la grieta. No se escuchan autocríticas, por el momento, de por qué se esfumó tan rápido esa empujón que le había dado la pandemia.