A diferencia de todas las otras finales perdidas esta vez las responsabilidades no recaen sobre Messi. Todo lo contrario, es Messi el que se pone sobre sus espaldas todo el peso de una Selección que no sabe de alegrías desde hace 26 años. Pero que a los ponchazos y con un inestable Scaloni, logró dejar una pizca de esperanza pensando en un futuro. «Da tranquilidad saber que se quede hasta diciembre, Scaloni creció como el grupo», dijo Messi a lo Diego bancando al DT.
A lo Diego, sorprendió también con algo que se le reclamaba desde que se puso la albiceleste, que cantara el himno, que sintiera la camiseta como la sentía Maradona, que pusiera en juego sus emociones, sus pulsaciones, sus ganas. Y con un gesto simple, de empatía con todos, amanecía también otro estereotipo de líder que hasta ahí, como los laureles, no había sabido conseguir.
Después de la evidente estafa de la derrota ante Brasil donde el VAR, hasta ahí casi protagonista exclusivo de la Copa América, brilló por su ausencia ante un evidente penal de Alves a Agüero y un codazo en el cuello a Otamendi. Messi entendió en toda su dimensión qué significa llevar la cinta de capitán. Y asumió la voz cantante. A los 32 años. A lo Diego.
A lo Maradona, tiró su primera declaración picante desde que arrancó su carrera en las inferiores de Newell’s. “Se la pasaron cobrando pelotudeces con el VAR pero hoy miraron para otro lado”, disparó en la cara de los dirigentes de la Conmebol que rogaban por su presencia para poder darle trascendencia a esta Copa devaluada.
“El árbitro inclinó la cancha durante todo el partido, con fallos que nos fueron sacando. Y ni siquiera revisaron las jugadas importantes”, agregó el ahora sí líder futbolístico y espiritual de una nueva generación de jugadores que dejó abierta una esperanza.
En la cancha también emuló a Diego. Con una avivada muy parecida a la de Maradona en su última función contra Nigeria. Cuando lo dejó solo a Caniggia para una Selección que también parecía estar para más hasta que “le cortaron las piernas” con el control a Maradona con enfermera de la mano y todo para sacarlo del Mundial. Messi lo dejó solo a Agúero mientras medio Chile le protestaba al flojito del árbitro, con toda razón, por un foul inexistente a Messi.
La última pincelada de Messi tuvo un final no acorde a su estética habitual. Se pegó un par de pechazos con Gary Medel, con quien se picanteó desde que jugaron en categorías juveniles, y el árbitro los expulsó. Era amarilla para cada uno y listo, pero pareció un pase de factura. O al menos así lo entendió Messi. Otra injusticia, como la que le habían puesto en su única roja con la Selección en su debut, a los pocos segundos por “un alemán botón”, como lo definió Maradona en su momento.
Queríamos que Messi se rebelara y se rebeló. No fue a la premiación del tercer puesto, para no darles esa foto a los que luego en el vestuario castigó a lo Maradona. “Seguro que me pasaron facturas por lo que dije el otro día. No quería formar parte de esta corrupción”, disparó sin el más mínimo síntoma de nerviosismo o titubeo.
Y fue por más: “Lamentablemente la corrupción, los árbitro y todo eso no permiten que la gente disfrute el show. Lamentablemente creo que está armado para Brasil”. Creer o reventar, pero no fue a fuerza de tiro libres o golazos, en los micrófonos nació el Messi que más se parece a Diego.
El Messi de la gente.