La reactivación demora en llegar y calienta los ánimos

En el mundo de los negocios quieren que “la economía arranque” y piden un verdadero programa de desarrollo. Y en el interior del Gobierno recruden las internas.

A poco de florecer en agosto los iniciales “brotes verdes” de la economía, durante las últimas semanas la actividad fabril volvió a retroceder y a estancarse. La Unión Industrial detectó en septiembre una nueva caída en varios sectores y que persiste la debilidad productiva en muchas de las plantas fabriles.

La primer alarma sonó dentro de la construcción, con el emblemático repliegue en las ventas de cemento. El insumo básico para las obras y la reanimación inmobiliaria retrocedió en septiembre: cayeron un 4,1 % los despachos. El “frío productivo” se mantiene en la industria de la alimentación y en las terminales automotrices. La caída del salario hace que en los supermercados la demanda de comestibles no levante y las terminales fabricaron un 20 % de autos menos.

Un informe preliminar del Departamento de Economía de la UIA confirma estas presunciones y refleja que la realidad productiva choca con el deseo de muchos funcionarios que profetizaron el fin de la recesión.

El clima que se vive en varios sectores confirma que la economía continúa sin arrancar, pese a los esfuerzos oficiales para darle “bomba” y “recalentar” la actividad. Los informes sobre los efímeros “brotes verdes” se escucharon en las últimas reuniones informales de la Unión Industrial. Adrián Kaufmman Brea, el influyente titular de la central fabril, recibió algunos datos confidenciales.

Ahora los hombres de negocios esperan una reanimación recién hacia fines del verano. Kaufmman Brea ya había anticipado un duro 2016. Ahora en la UIA sostienen que una mejora de Brasil podría ser la inyección clave para apuntalar la economía, pero después de febrero.

Asi lo dijo Kaufmman en un encuentro reservado: “la debilidad productiva sigue. Esperamos una reanimación recién para marzo y mayor actividad para las elecciones”. Igual conclusión existió en el último encuentro secreto de la cúpula de IDEA. Los presidentes de las principales firmas líderes se recluyeron en un hotel céntrico.

Son reuniones a puertas cerradas, donde entregan los celulares antes de ingresar al conclave. Ahí coincidieron en un dictamen: el rebote de agosto es lánguido. Son figuras del establishment que apoyan políticamente a Mauricio Macri. Esperan que se reactive la producción durante el año electoral, para que Cambiemos gane las elecciones.

Pero son hombres de negocios realistas: hablan sobre números concretos y no toman en serio el marketing comunicacional de la Casa Rosada. Ayer la Comisión de Industria de Diputados que lidera Ignacio De Mendiguren alertó sobre la situación. Un documento señala una caída industrial del 5,1 % en agosto y anual del 3,9 %.

En el mundo de los negocios quieren que la “economía arranque”, aunque sus lideres consideran que será imposible avanzar en un combate frontal contra la pobreza si el Gobierno no elabora y pone en marcha un verdadero programa de desarrollo.

El poderoso Paolo Roca lo planteó hace unas semanas en forma clara en el “mini Davos”: “Argentina debe generar un proceso para desarrollar e integrar a las millones de personas pobres que viven en el conurbano”. Hasta ahora la impresión que existe es la siguiente: Cambiemos solo “administra” lo que heredó y no propuso ningún programa o idea-fuerza para revertir el largo retroceso que sufre el país.

Ayer el Banco Mundial se “sorprendió” por la pobreza. Jim Kim preside el BM, una entidad que, sin levantar la voz, fue cómplice durante el largo deterioro social del kirchnerismo.

La aparición en septiembre de “brotes verdes” apagados recalentó las internas entre ministros. Se acusan mutuamente de ser los responsables de que la economía no termine de “arrancar”. La pelea en política entre Emilio Monzó y Marcos Peña sigue escalando.

En la Jefatura de Gabinete existe mucho fastidio con Alfonso Prat-Gay. Su titular no digiere ciertas actitudes del ministro y le achacan que a veces “se corta solo”. Algo semejante le atribuyen allí al propio Macri.

Prat-Gay mantiene una pelea a fondo con Federico Sturzenegger: aduce y lo dice que las altas tasas de interés conspiran contra la actividad productiva. Pero el jefe del Banco Central sigue su ruta. Y si la cuestión es que el déficit fiscal no cede ni es sometido al ajuste, se trata al fin una decisión política.

Pasa algo bastante conocido con las internas.Que nadie quiere hacerse cargo de la parte que le toca.

Los organismos financieros internacionales dicen que apoyan, pero fueron amarretes a la hora de avalar los números económicos de la Argentina.

El Fondo Monetario no confirmó ninguna de las proyecciones del Presupuesto y tampoco las del Central. Economía y el BCRA prevén una inflación del 17% y el FMI pone 23%.

Horacio Rodriguez Larreta y María Eugenia Vidal –los dos políticos más importantes del PRO– tampoco confían en esos datos.

Ambos proponen elevar los impuestos –el año próximo– en hasta el 38 %. El doble de la pauta inflacionaria que Macri convalidó para 2017. Tampoco el “circulo rojo” cree en las cifras y proyecciones del Presupuesto. Eso enfurece al Presidente, porque todos hablan de una inflación del 25 %. Una mayor inflación augura más reclamos y conflictividad en un año electoral. Macri busca revalidar su poder en los comicios. Lo considera clave para tener éxito económico.

Se lo dijeron en el exterior. Washington avala su gestión, pero quiere saber una cosa: si tendrá la fortaleza política y el apoyo electoral para llevar adelante las reformas que promete.

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