En Economía preparan un nuevo Pacto Fiscal. Más revelaciones comprometen al ex presidente. Había disputas por “gerenciar” la fiestas en Olivos.
Por Marcelo Bonelli para Clarín
Luis Caputo lanzará una ofensiva para fortalecer el blanqueo. Toto quiere que esa medida tonifique las cuentas públicas y sirva para la reactivación. También busca otro objetivo: robustecer las reservas y la política cambiaria. La estrategia la tiene contenida en varios documentos. Caputo lanzará un nuevo Pacto Fiscal y dirá que el blanqueo y la moratoria servirán para reanimar la economía. En privado argumenta: “Vamos a devolver a la sociedad lo que el Estado le sacó”. Así, ratifica la estrategia de Javier Milei: instrumentos para fortalecer la actividad privada y liberar la economía. El ministro quiere aprovechar que el mercado le cree. Afirmó -en reunión de equipo- que en julio la caída productiva toco el piso.
Entre los popes de las terminales –en el encuentro de ADEFA– circuló un memo secreto: “Julio paró la caída. Agosto viene medianamente bien”. Daniel Funes de Rioja, de la UIA, sostiene: “En julio se moderaron las caídas”. Los brotes no llegan a la construcción. Gustavo Weiss, el capo de la Cámara, entregó en secreto una nota oficial al ministro Caputo. Tiene 13 contundentes párrafos. Pide una cosa: “Declarar a la construcción en emergencia”.
El mercado le cree a Caputo. En el círculo rojo dicen que el ministro busca lograr con el blanqueo US$ 30.000 millones. Esa estimación preliminar implica que unos US$ 3.000 refuercen las arcas del BCRA. Sería un aporte clave.
Como anticipó Clarín, esta semana hubo una negociación clave con el GAFI para evitar una dura sanción. La misión oficial viajó a París para enfrentar la acusación. Los expertos del GAFI insisten en ubicar a la Argentina en la tenebrosa lista gris. Sería una sanción dura: compartiríamos nómina con 22 indeseables financieros mundiales como Venezuela, Haití y la cueva glamorosa de Mónaco.
Los encuentros secretos se hicieron en el Novotel París Puente Sevres. Hubo una dura negociación y ya hay fecha para un veredicto: será el 24 de octubre en la cumbre de la poderosa organización del G-7.
La ausencia fluida de dólares es el talón de Aquiles del programa. Eso hace que –el archienemigo- Rodrigo Valdés y “la profesión” cuestionen la tablita de Caputo. Toto está furioso con los economistas locales. Ataca: “Siempre erran todos sus pronósticos. Realmente no la ven”.
Ya Wladimir Werning había manifestado el fastidio. Convocó a sus colegas a su despacho: “Sus proyecciones son horribles”. Ahora, Caputo tuvo un cruce con el influyente Gustavo Idigoras. El líder de las cerealeras pidió bajar las retenciones: “El Gobierno debe cumplir su compromiso”. Toto lo llamó de inmediato: lo recriminó. Caputo -a la brevedad- entrará en negociación con el FMI. Se espera otra trifulca por el dólar.
Ocurre que comenzará otra revisión del programa. Kristalina Giorgieva habría decidido que esa tarea la lidere Luis Cubeddu, para evitar otro cruce de Valdés con Caputo-Milei. Existen memos de Washington delicados. Cuestionan tres temas concretos: dicen que es insostenible el atraso cambiario; que el BCRA pierde reservas y que hay que devaluar. El chileno Valdés lo argumenta: Argentina dilapidó reservas por US$ 12.000 millones. La pelea va a ser ardua. Pero Milei ya marcó la cancha: “No estamos dispuestos a devaluar y arruinar a los argentinos”.
Hubo un fuerte operativo de seguridad en el Council of the Americas. Solo Susan Segal y Natalio Grinman tuvieron un breve encuentro con Milei. Segal aprovechó: “Lo invito a hablar en Manhattan”. Milei contestó: “Voy a ir”. Es el primer presidente en ejercicio en concurrir al Council. Javo está harto de las críticas. En Olivos desacredita a los economistas: “Chantas, miopes y estúpidos”.
El Presidente no soporta que pidan devaluación y le exijan que levante el cepo. Milei contragolpea: dice que levantar el cepo hubiera generado una corrida, y eso era abrirle la puerta a Cristina. Javo reprocha: “Son idiotas que no entienden nada”.
La cuestión es central. El tema estuvo en la cena que Susan Segal armó en el Council of the Americas. Ocurrió el martes a la noche. Estuvieron varios CEO de multi y capos de los holding. Se habló de todo. Segal se animó e hizo una invitación picante: estuvo Victoria Villarruel. La vice estaba rodeada. De un lado Segal y del otro Marc Stanley. Primer plato, burrata, y después, lomo. La vice leyó un escrito y respondió preguntas. Ningún pope la interrogó sobre sus turbulencias con Olivos.
Pero Villarruel enfrentó el tema. Dijo que su sintonía con Milei era total. Habló cuatro veces del Presidente: “Coincido y acompaño en todo a Javier”. La relación –entre ambos– es buena. Pero Karina la odia. No le perdona la frase: “Javier es un pobre jamoncito”. Karina quiere que pida perdón en público y la acusa de hacer un doble juego. Lilia Lemoine fue su traductora: “Me rompe soberanamente las bolas Villarruel”.
La contracara del kirchnerismo
El Gobierno quiere ser la contracara del bochorno kirchnerista. Entre Alberto y Cristina solo hubo peleas y reproches. Ellos se hundieron en el fango. Cristina lo desacreditaba: “Nunca vi a nadie tan pelotudo”. Alberto contragolpeaba: “Loca, psiquiátrica, bipolar”.
Ahora Cristina dice que ella fue quien advirtió por las festicholas sexuales de Alberto. Hay pruebas de que se realizaban en Olivos, Casa Rosada y su “bulo” de Puerto Madero.
Alberto está solo y muy complicado.
En tribunales dicen que terminará en la cárcel, porque los dichos de Fabiola son contundentes. El ex presidente masculla bronca. Busca consuelo en insólitas y esotéricas teorías conspirativas y crece la ingratitud con Cristina y el peronismo. Dramático, afirma: “Me dejaron solo, como un boludo”.
Hace tiempo a Cristina le falla la brújula. Ya sus reflejos comenzaron a no responderle en el 2011: fue cuando entronizó a Amado Boudou. A Alberto le dolió que Cristina haya empezado su cínico descargo diciendo que fue un mal jefe de Estado. Así lo dijo: “Ella me eligió. ¿Se olvidó?”. Sucede que Alberto vive una fantasía surrealista: cree que hizo una buena gestión.
Su gobierno estuvo lleno de internas. La primera explica mucho del actual escándalo. Ocurrió entre dos amigotes de la política y cuando Alberto tenía un 80% de imagen positiva. La disputa fue insólita: ambos no peleaban por un ministerio. Los dos buscaban ser una suerte de “los gerentes de fiestas”. Es decir los encargados de armar las reuniones con señoritas bonitas en Olivos. La obsesión de Alberto.
La insólita cuestión duró un bimestre. Alberto laudó a favor del amigo que ya estaba dentro del Gabinete y con cargo en la Casa Rosada. El otro se ofendió y lo dejó de llamar. Por eso, Cristina, en la crisis política del 2021, pidió la cabeza de Juan Pablo Biondi.
Entre los videos y pruebas que existen en los celulares, se habla de –por lo menos– una decena de mujeres de la farándula. Había puertas secretas y un código para ingresar sin quedar escrachadas en las oficinas oficiales. Una situación indigna. Esto ocurría en medio de la pandemia y después, cuando Argentina entró a la hoguera inflacionaria. El escándalo kirchnerista sacude. Julián Ercolini tuvo que aclarar frente al pánico: el teléfono de Alberto será solo auditado por la reciente primera semana de agosto.
Milei se beneficia con la situación.
Está en Olivos, tranquilo: “Mira TV y come pochoclos”.