El pedido secreto que rechazó el FMI y la pelea por la bicicleta de Pesce y Guzmán

El ministro de Economía pidió US$ 15.000 millones y deberá conformarse con mucho menos. La ausencia de dólares volvió a enfrentarlo con el presidente del Banco Central. Viejas recetas y un ganador.


Por Marcelo Bonelli para Clarín.

El FMI rechazó un pedido secreto de Argentina de hacer un desembolso inicial por US$ 15.000 millones. La exigencia la trasmitió Martín Guzmán sin suerte con una intención central: fortalecer las reservas y frenar la incertidumbre por las arcas vacías del BCRA.

Kristalina Georgieva fue la que comunicó que no tenía plafón. Sólo va a enviar lo esencial para cubrir lo urgente: alrededor de unos US$ 7.500 millones.

La jefa del FMI anticipó que el giro no será en efectivo. Washington primero devolverá los DEG por unos US$ 4.500 millones. El “cash” solo se enviará a Buenos Aires por unos US$ 3.000 millones.

Pero será un asiento contable: el Banco Central va a recibir ese dinero y cancelará el inquietante vencimiento del 22 de marzo.

Esto se terminó de cerrar y aprobar el miércoles en el encuentro informal del board de Washington.

Georgieva explicó que hay muchos directores inquietos por el acuerdo y que esto era lo máximo de dinero “fresco”. Es decir, nada. La cuestión le genera un costo político a Guzmán. Había prometido que iba a recuperar todos los dólares que Argentina abonó desde enero del 2020.

Cristina y Máximo se lo facturan. Dicen que la estrategia de Guzmán fue mala y le hizo perder una millonada de dólares a la Argentina.

Guzmán ataca. Afirma que siempre tuvo informada la vice y que la dilación en el cierre de la negociación fue propiciada y aceptada por Cristina.

La ausencia de dólares es total y llevó al BCRA a estudiar medidas extremas. Existe un borrador de circular que establecía limitar en el exterior el pago con tarjetas de crédito sólo a los que acreditaran tener billetes depositados en Argentina.

La “bomba” no pasó el filtro. Adeba y ABA advirtieron a Miguel Pesce que esa medida extrema hubiera generado una estampida porque indicaba que el BCRA ya no tenía billetes.

Pesce se impuso –otra vez– sobre Guzmán. La pelea fue feroz para definir ayer el aumento de la tasa de interés.

Guzmán sólo quería elevar el valor del dinero en 1%. Dijo que era por la tensión política por Cristina y Máximo.

Pesce contragolpeó: se mandó ayer un “tasazo”. Elevó por encima de lo previsto el costo del dinero en un 2,5% .

Pero -y a la vez- creó un bono para incentivar la liquidación de dólares. El “Notaliq” es un remedio ácido y conocido en la economía argentina: una bicicleta financiera para frenar la demanda de dólares durante un semestre.

También pagará tasas hasta el 52%. La cuestión genera turbulencia porque aumenta el costo del monumental stocks de Leliq y le pone presión a esa bomba de tiempo.

Estas bicicletas las usaron Guillermo Moreno con el “cepo” y Axel Kicillof para armar la bomba a Mauricio Macri.

Macri –a su vez – avaló el pedaleo de Federico Sturzenegger y todo terminó con el FMI. Ahora vuelve la ronda y el futuro sigue incierto.

Por eso fue la pelea dura entre Pesce y Guzmán. El ministro perdió la pulseada. Quería evitar una sobrerreacción del Instituto Patria.

Las críticas de Cristina y Máximo

La vice y su hijo le criticaron -en privado- ese compromiso con Washington. Insisten que la tasa positiva frenará la economía.

Cristina está furiosa y –con sus vetustas recetas– prefiere seguir manipulando los mercados.

Guzmán – igual – quería ir despacio. No irritar a las “bestias”, porque la pelea está cada vez peor. Ahora, Máximo dice que Guzmán “no puede ser ministro de Economía” y se burla en la intimidad: “Necesitamos un ministro integral y no un secretario de Finanzas”.

Guzmán tiene el apoyo de Alberto. El Presidente dice que le tiran a Guzmán, para pegarle a él mismo.

Cristina lo admite en sus charlas. Ahora no le perdona a Alberto la forma de anunciar el acuerdo.

Afirma que sobreactuó el optimismo, que no destacó que la deuda de Macri será la que obligará a hacer un ajuste en la vida de la gente. Le pega a todo su entorno y acusa a Guzmán. Dice que por el ministro perderán la elección. Pero Guzmán ahora también tiene el sostén del FMI: los informes secretos de Wall Street afirman que es un mamarracho atacar al ministro cuando está cerrando con el FMI.

Esos “papers” del Morgan Stanley, UBS, Goldman Sachs y JP Morgan son categóricos: ninguno cree que Argentina va a cumplir con el FMI.

Clarín confirmó que varios integrantes del board – el miércoles – hablaron de las inestables peleas del Frente de Todos y por lo menos cuatro fueron reacios y pidieron “reaseguros” para habilitar el “préstamo puente”.

En esa escuadra estaban el representante de Países Bajos, Japón y la propia Alemania. También Canadá e Inglaterra.

Estados Unidos evitó que todo saliera de cauce: Washington ve débil a Alberto y quiere darle un alivio para que Argentina llegue sin turbulencias al 2023.

Para ese proyecto vino a trabajar el embajador Marc Stanley. Su febril actividad indica una cuestión: no vino a pasear como su antecesor Edward Prado.

Esta suerte de “stand by temporal” permite patear todo para el 2024.

Se trata de un deseo de “no hacer olas” en Latinoamérica. Hasta con Brasil existen problemas.

Jair Bolsonaro lo hará notar. Se conoce que va a pedir el descabezamiento del titular del BID, porque dice que Mauricio Claver-Carone nunca cumplió con sus promesas de ayuda financiera. Carone fue el impulsor del crédito a Macri y Alberto lo combatió sin suerte con Gustavo Beliz.

La Casa Blanca tampoco quiere que Argentina entre en default y abra la puerta de la cesación de pagos de varios países endeudados: Turquía, Indonesia, Tailandia y Corea.

Además –por eso se habla tanto de Cristina– el aval del Tesoro busca consolidar internamente a Alberto y evitar que sigan avanzando las ideas del Instituto Patria.

La política de precios de la Secretaría de Comercio es un verdadero disparate. Las ideas centrales surgen de las vetustas creencias de la vice.

Cristina considera que los precios aumentan porque “malvados” hombres de negocios buscan hacerle un mal a su proyecto político. Es una creencia que atrasa muchas décadas.

El insólito anuncio de la creación de una empresa Estatal de Alimentos refleja el grado de desorientación frente a la inflación. Una suerte de IAPI doméstica para la papa, el tomate y la lechuga.

La ausencia de un equipo sólido y con conducción se siente en la economía. Guzmán apuesta todo al FMI, Feletti a los controles y Gabriela Cerruti a las bombas de humo. Ningún funcionario habla de lo obvio: la inflación inercial.

Los “gurkas” quieren que la Casa Rosada salga –otra vez– a culpar a los empresarios y dar show en las góndolas.

La Cámpora tuvo una reunión secreta y Máximo habló de retenciones. Julián Domínguez le avisó a las cerealeras: “Alberto no lo escucha y no habrá retoques”.

Feletti quiere “fideicomisos” para subsidiar pan, carne y verduras. Guzmán habló de ese plan con el FMI y Washington desaprobó: dijo que eran cosas raras para frenar los precios.

Por eso hubo un encuentro secreto el miércoles. Feletti lo invitó a almorzar a Daniel Funes de Rioja.

El secretario de Comercio pasó varias facturas, pero evitó el dedo acusador. Funes –un hábil negociador– hizo reclamos, pero no insistió en los desaguisados oficiales .

El diálogo fue moderado. Ambos saben que las cosas están complicadas: hubo un tibio sondeo para trabajar en un acuerdo de precios y salarios que acompañe el “préstamo puente” del FMI.

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