«El Presidente debió haber pedido perdón, no fue un error sino un delito», señalaron desde Juntos por el Cambio, para redoblar las críticas sobre el circuito paralelo montado desde el Ministerio de Salud para aplicar la vacuna contra el coronavirus.
Por Jaime Rosemberg para La Nación.
Alberto Fernández sabía que sus palabras en relación al escándalo por el vacunatorio vip que se llevó consigo al ministro de Salud, Ginés González García, serían leídas con especial atención por la oposición. Aún sin referencias a las «payasadas» que desde México atribuyó a los fiscales que investigan a los responsables de las irregularidades, y mientras se multiplicaban los gritos de opositores indignados, el Presidente prefirió salir del entuerto al defender la «dolorosa» decisión de echar a Ginés González García, ensayar una tímida autocrítica y diferenciar entre las «críticas de buena fe» de las «maliciosas con fines inconfesables», que atribuyó a la oposición «recalcitrante»
«Las reglas se deben cumplir. Si se cometen errores, la voluntad es corregirlos de inmediato. Cuando se dijo que esas reglas habían sido transgredidas, me he encargado de recabar la información pertinente y aún cuando en lo personal me causaran mucho dolor, tomé las decisiones que correspondían», afirmó el Presidente con la intención de cerrar definitivamente la discusión.
Como se preveía, desde Juntos por el Cambio no quedaron conformes con la explicación y redoblaron las críticas. «Ningún gobierno del mundo se puede arrogar el hecho de no cometer errores. Sí tenemos la obligación de corregir errores para desterrar cualquier indicio de privilegio o falta de solidaridad», se exaltó Fernández en clara referencia al affaire de las vacunas, mientras los opositores macristas Fernando Iglesias y Waldo Wolff levantaban la voz en señal de desaprobación.
«Sobre esto quiero ser claro. No llegue a la Presidencia para ser sordo a las críticas bienintencionadas. Tampoco para dejarme aturdir por críticas maliciosas que responden a intereses inconfesables de poderes económicos concentrados que buscan sembrar la fractura y la división en el pueblo argentino», afirmó, mientras con una sonrisa miraba a la bancada opositora.
Luego de hablar de las negociaciones con los distintos laboratorios para la provisión de las vacunas, y con la ministra de Salud, Carla Vizzotti, siguiendo el discurso vía Zoom, Fernández dio su postura sobre el escándalo, cuestionado por los opositores en tiempo real. «Llevamos una hora de discurso del Presidente y todavía no hablo del vacunatorio vip. Sentados a su lado (Jorge) Taiana y (Carlos) Zannini, vacunados vip», escribió Wolff, minimizando las palabras presidenciales. «No dijo casi nada, se hizo el distraído. Un papelón», coincidió el jefe del bloque de diputados de la CC-ARI, Juan Manuel López, también presente en el recinto, cuando todo había terminado.
«El Presidente debió haber pedido perdón, no fue un error sino un delito. Debe echar a los funcionarios que hicieron uso del mecanismo de ‘saltearse en la cola’ a su favor, quitándosela a los adultos mayores», concluyó ante LA NACION la diputada y exministra de Salud Graciela Ocaña. «Tendrían que renunciar todos los que se vacunaron ilegalmente», agregó a LN+ Iglesias, todavía exaltado.
«El Presidente está más preocupado porque los descubrieron que por investigar hasta las últimas consecuencias y sancionar a los responsables, vamos a seguir insistiendo en que se conozcan los listados completos, es la única manera de evitar que estos hecho vuelvan a repetirse», coincidió el diputado radical Luis Petri (Mendoza). «Fue un inventario de cristinismo fanatizado, le echó la culpa a los medios, la oposición y la Justicia. No le habló a la gente indignada por el hurto de vacunas», agregó Hernán Lombardi, secretario de movilización de Pro y cercano al ex presidente Mauricio Macri.