La «ola de delitos» que se registra en el Conurbano se suma al aumento de casos de coronavirus y a la crisis económica. El rol de Berni.
Por Emiliano Rodríguez para NA.
En los medios de prensa ya se comenzó a hablar de «ola de inseguridad» en el Gran Buenos Aires, debido al aumento de los casos delictivos que se registra en las últimas semanas y del que dan cuenta incluso funcionarios de la Provincia en medio de la pandemia de coronavirus.
El ministro de Seguridad bonaerense, Sergio Berni, reconoció la complejidad de la situación y mencionó también que «nuevos ladrones» se están incorporando al submundo de la criminalidad en el Conurbano, al tiempo que cargó contra la Justicia por la liberación de presos que reinciden.
Mientras mantiene una insólita disputa a estas alturas de la gestión oficial con su par de Nación, Sabina Frederic, con quien volvió a discutir -ahora en vivo- en los últimos días, Berni se expresó en esos términos en momentos en los que el Gobierno planea avanzar con una reforma judicial.
Sin embargo, de acuerdo con la oposición, el proyecto de la Casa Rosada vinculado con el funcionamiento de la Justicia está más relacionado con las causas contra la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner por supuestos hechos de corrupción durante su mandato que con las preocupaciones de Berni sobre cómo lidiar con delitos comunes.
De cualquier modo, el ministro bonaerense procura instalar en la opinión pública la noción de que el sistema judicial doméstico funciona a contramano de las necesidades de la sociedad y desoye sus demandas de mayor protección ciudadana y compromiso para combatir el crimen en las calles.
En este sentido, en Quilmes, uno de los tantos distritos del Conurbano afectados primero por la emergencia sanitaria y luego por la caída en la actividad productiva y comercial, vecinos realizaron marchas en reclamo de más seguridad después del resonante episodio policial en el que un jubilado mató a un ladrón que había ingresado a robar a su casa.
La coyuntura es similar en otros municipios que integran el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), una región del país convertida, por un lado en el epicentro de la pandemia de Covid-19 y, por el otro, en un fiel reflejo de la crisis económica por la que transita el país.
En este contexto, el aumento de los casos de inseguridad en especial en el populoso Conurbano bonaerense supone para el Gobierno otro foco de conflicto, que se suma a las consecuencias que genera la pandemia en la sociedad y a la propia lucha contra el avance de una enfermedad que, al menos por ahora, no da tregua en la zona del AMBA.
¿Quién le pone el cascabel a Berni?
Tanto el presidente Alberto Fernández como el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, saben que el tema de la inseguridad es un asunto delicado que en cualquier momento puede estallar en sus manos, en especial en situaciones de crisis que redundan en un aumento del desempleo y la pobreza.
Justamente, planificar acciones conjuntas para combatir la «ola de delitos» en el Conurbano fue el motivo de una postergada reunión que mantuvieron, entre otros, Kicillof, Berni y Frederic y que culminó de manera acalorada, según trascendió a la prensa, a causa de un nuevo contrapunto -esta vez «presencial»- entre los dos últimos el miércoles pasado.
El escándalo acrecentó versiones sobre que la cabeza de Berni podría rodar escaleras abajo e incluso el ministro del Interior, Eduardo «Wado» de Pedro, desmintió que Fernández le hubiera pedido a Kicillof la renuncia de su ministro de Seguridad provincial tras los reiterados cruces con Frederic.
Lo cierto es que Berni incrementó su exposición mediática en los últimos días, tras haber bajado su perfil luego del incidente en Puente La Noria el 1° de julio pasado, y volvió a levantar polvareda dentro del kirchnerismo duro al solidarizarse con el jubilado de 71 años Jorge Adolfo Ríos, que mató a balazos al ladrón Franco Moreyra en Quilmes.
Causó polémica que Berni se expresara en sintonía con la ex ministra de Seguridad de la Nación Patricia Bullrich sobre este incidente, cuyo desenlace dividió aguas en la sociedad argentina en general, entre quienes avalan la reacción de Ríos de repeler a balazos el robo a su domicilio y aquellos que lo consideran un asesino por haberle quitado la vida a Moreyra, integrante de una facción de la barra brava de Quilmes.
Dentro del Gobierno, en tanto, parecen haberse calmado las aguas luego de las ráfagas de «fuego amigo» que recibió Fernández días atrás e incluso al llamado «Grupo de los Seis», al que el presidente convocó a la Quinta de Olivos para celebrar el Día de la Independencia el 9 de julio pasado, salió a respaldar a la Casa Rosada en la negociación de la deuda externa.
Aquella foto del jefe de Estado posando junto a referentes de sectores económicos concentrados del país despertó ácidas críticas de parte de la presidenta de la asociación Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, pero finalmente el Gobierno supo cosechar otra dosis de apoyo necesario en la puja que mantiene con fondos de inversión extranjeros.
En cambio, las internas siguen dando que hablar en el arco opositor, en especial en Juntos por el Cambio, donde ahora el intendente de Vicente López, Jorge Macri, salió a marcarle la cancha a la ex gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal, a quien reclamó que se manifieste con «convicción y decisión» si quiere o no ser candidata en las elecciones del año próximo.
Falta mucho aún, pero la «rosca» ya parece haber comenzado.