Los cercanos a Cristina Fernández ocupan cada vez más posiciones de poder y la diferencia de estilos en la cumbre del poder es evidente.
Por Daniel Muchnik para Infobae.
Todo lo que se preveía antes que asumiera la presidencia Alberto Fernández se convirtió en realidad. Los cercanos a Cristina Fernández ocupan cada vez más posiciones de poder y la diferencia de estilos en la cumbre del poder es evidente.
Cada puesto vacante es ocupado por un dirigente o militante de La Cámpora mientras aparecen problemas de todo tipo en las altas esferas. Esta coalición ganadora de las elecciones muestra fisuras que pueden llevar los acontecimientos para cualquier lado. “Albertismo” vs.»Cristinismo»: esa es la síntesis.
Alberto Fernández no se propone enfrentar a la Corte Suprema de Justicia. Con un pedido improcedente a esa Corte (para que la justicia decidiera si eran válidas las intervenciones online en el Parlamento) surgió una crispación entre los poderes del Estado innecesaria e inútil. A lo que hay que agregar las declaraciones de la abogada de Cristina con afirmaciones al estilo extremadamente violento que la Argentina conoció y sufrió en los años setenta.
El Presidente le solicita a sus seguidores que no fomenten el “albertismo” mientras la Vicepresidenta decide por su cuenta un aumento de sueldos de los empleados del Congreso. Esto irrita sin duda a los que están en la batalla contra la pandemia: médicos, personal de enfermería y todos los que se exponen al virus (basureros, cajeras de supermercados, bancarios, operadores de medios de transporte, etc.) tienen sueldos atrasados o congelados y en algunos casos de escasa monta.
Son los admiradores de Cristina Fernández que están en el gobierno, sumados a un sistema de justicia demasiado inestable, los que impulsaron y pusieron en marcha la mudanza de los presos a sus domicilios, sabiendo que no hay manera de controlar de ahora en más sus movimientos. El país carece de tobilleras electrónicas para colocarla en todos los beneficiados. Se trató así de calmar la revuelta de los presos en distintos establecimientos. La dispensa domiciliaria se hizo sin consultar al Presidente que se vio sobrepasado y ha quedado con la boca abierta por la sorpresa.
Nadie pone en duda la precariedad, suciedad y hacinamiento promiscuo de las cárceles argentinas. No hay mejoras substanciales desde hace más de medio siglo. En el mundo, cada país resolvió a su manera el tema de mandar a los presos con salud frágil a sus casas. Hubo otros ejemplos más duros donde no se le abrió las puertas de la cárcel a nadie.
Al conocido y confrontativo garantismo del ex juez Eugenio Zaffaroni lo comparten varias organizaciones que consideran a los presos (violadores, psicópatas, ladrones y asesinos) como víctimas del sistema.
En materia económica son también cristinistas los que sacaron de la galera el llamado “impuesto a los ricos”, elaborado por Máximo Kirchner y el banquero-diputado Carlos Heller. Esta propuesta a lo Robin Hood, argumentan los críticos, es una gota en el océano, inservible, una disposición provocadora que alejaría a probables inversores en el futuro, si es que llegan a creer en la Argentina. Muchos ya han descreído de los políticos argentinos. No en vano salieron del sistema argentino USD 320.000 millones que se tradujeron en el exterior en cuentas bancarias, actividades inmobiliarias, compra de empresas, participaciones accionarias y gustos personales.
Después de su primera didáctica aparición en los medios, que exigía la pandemia y donde mostró sus condiciones de profesor universitario y se lució como comunicador, Alberto Fernández cometió algunas torpezas.
Confió en Alejandro Vanoli, conocido cristinista a cargo de la Anses, quien sin tener la menor idea produjo un aluvión de jubilados en los bancos en medio de una cuarentena muy exigida. Una maniobra donde se corrió el riesgo de conseguir una larga cadena de enfermos en condiciones de riesgo.
Fernández tardó un mes en echar a Vanoli, pero lo siguió protegiendo: lo nombró de inmediato en la Superintendencia de Riesgos de Trabajo.
Casi toda las semana pasada se registraron internas incompatibles dentro del mismo gobierno. Y también en el interior de algunos ministerios. Un ejemplo: la ministra de Justicia, Marcela Losardo, conocida y leal al Presidente, confirmó que desea designar en la subsecretaría de Asuntos Penitenciarios a Emiliano Blanco. Pero los cristinistas se opusieron por “desconfianza”, dado que Blanco había pertenecido en ese mismo cargo a lo largo del gobierno de Mauricio Macri.
Estas disputas llevan a la confusión a la población. Que quieren saber quién es el líder verdadero con nombre y apellido.
Luego, el alejamiento argentino del Mercosur, más allá de que los países que lo integran se cortan solos y firman tratados comerciales por su cuenta, recogió críticas muy serias, lo mismo que sus simpatías por el mal conceptuado Grupo de Puebla. Una entidad a la que no pertenecen los socios comerciales permanentes de la Argentina. Es por motivos de alta política. El caso de Uruguay, Brasil y Paraguay. Con ese desplazamiento se cortó un lazo histórico gestado en 1985 por Raúl Alfonsín y José Sarney.
¿Dónde están los planes concretos que Alberto debería presentar para poner en marcha la economía y acrecentar la tranquilidad pública? Ya en el primer día de la salida de la cuarentena, todos querrán saber a qué atenerse.
Las entidades empresarias advierten que el 90 por ciento de las Pymes están rozando de la quiebra o la alta sofocación financiera. No saben cómo comprometerse con los alquileres, el pago de los salarios, la remuneración a los proveedores. Son varios los que se quejan que no llegan los créditos a tasa baja que fueron prometidos. La ayuda que se necesitaría puede superar los 340.000 millones de pesos y aun así no se podrá cumplir con todos. El respaldo está muy atrasado y otras líneas de respaldo aletargadas.
En las oficinas del economista Gabriel Rubinstein estiman que el Estado tendría que pagar sueldos a unos 5 millones de personas que en promedio ganan 65.000 pesos. ¿Qué hará el Estado? ¿Emitirá a lo grande, ateniéndose a las consecuencias?
Los créditos que se ofrecieron a las Pyme fueron selectivos: los bancos sólo beneficiaban a sus clientes, mientras el Banco Nación y el Banco de la Provincia de Buenos Aires no muestran balances para saltar de alegría.
El peligro, entonces, es que mucha gente no pueda cobrar su sueldo. Todo aumentaría de dimensión en los profesionales que actúan independientemente y en los que viven de lo que consiguen en el día a día. Se incluye a oficios artesanales y en ese mismo mundo a gimnasios, peluquerías, veterinarias, ópticas, comercios de electrónica, etc.
Varias pymes intentaron mantenerse innovando con productos imprescindibles en este momento: barbijos, delantales, protectores de alta eficiencia. Otras prometieron reconvertirse en elaboradoras de respiradores. No obstante todo recién empieza. No hacer nada para evitar el default es un peligro cuyo resultado pagarán nuestros descendientes. Los pronósticos del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo han trazado perspectivas de oscuridad económica con descensos colosales de los Productos Brutos Internos en Latinoamérica y el mundo.
¿Se gestionará una ayuda global para todos los continentes o cada uno deberá arreglarse por su cuenta? Estados Unidos ya tiene casi 25 millones de desocupados, una imagen que recuerda la Gran Depresión de los años 30.
El presidente Donald Trump decidió dar cheques por un poco más de 1.000 dólares a un grupo grande de carenciados, los firmó uno por uno. Un formato que en la Argentina lo concretaron los caciques provincianos para ganar votos. La Unión Europa, gracias a la insistencia de Ángela Merkel, fue mucho más directa y entusiasta. Desde Bruselas se ofreció una montaña de euros destinados a reforzar la salud y salir de la depresión.