La crisis internacional deja al desnudo la falta de plan económico

En Wall Street tienen la firme sospecha de que Argentina podría entrar en default. En la Casa Rosada hay un debate sobre la cuestión. La imprevista convulsión ya tuvo efectos financieros. La recesión se profundizará.


Por Marcelo Bonelli para Clarín.

El “virus económico” que sacude a las finanzas internacionales dejó al desnudo una cuestión central en la Argentina: la ausencia de un ministro de Economía fuerte que coordine y lidere una respuesta global a la crisis. La “pandemia”​ necesita el comité de crisis que ya funciona -adecuadamente- para la salud. Pero también ahora hace falta otra cuestión: tener un comité semejante para la economía y armar allí un plan de crisis.

El Banco Central evaluó la situación, pero nunca advirtió la magnitud que iba a alcanzar. Fue en una reunión de hace una semana, que lideró Miguel Pesce. Tampoco el ministro Martín Guzmán avisó sobre el nivel de contagio en el área que a él le toca. Recién reaccionó el martes, después del lunes negro. Tuvo una reunión con Alberto​. La actual crisis económica incluye lo peor de las ocurridas por el ataque a las Torres Gemelas y la caída de Lehman Brothers.

Como en el 2001 en Manhattan, el coronavirus genera pánico y un shock inesperado. Hay total incertidumbre sobre la magnitud de la tormenta. Ambas turbulencias -en la década pasada- provocaron un efecto político: el FMI dejó de prestarle atención a la Argentina y se focalizó en la crisis mundial. Ahora va a pasar lo mismo.

La imprevista convulsión ya tuvo efectos financieros. Este jueves voló todo aquí, pero el peor impacto lo sufrirá la economía real: habrá un efecto muy fuerte sobre la ya paupérrima actividad productiva. En los próximos tres meses -podría ser un semestre- la recesión se profundizará en la Argentina. Varios “paper” que reciben los jefes en la Unión Industrial admiten que habrá una adicional caída de las ventas, una baja de las exportaciones, menos inversiones y también un -peligroso- recorte en la recaudación de la AFIP.

Según esos documentos, el panorama contrarresta ampliamente las medidas en diciembre -de la Casa Rosada- para alentar el consumo. El “Plan Verano” generó un alivio en sectores populares. Pero no provocó un cambio de expectativas. Mauricio Macri cometió el error de fraccionar. Fue otro serio error de Marcos Peña.

Alberto F. buscó primero la contracara: un ministro fuerte, cuando intentó convocar sin suerte a Roberto Lavagna. Y -por rencores de Cristina​- no pudo plasmar esa idea con otro economista que tenía un plan global: Martín Redrado. Así, el Presidente optó por -y otra vez- fraccionar la toma de decisiones económicas. Existen seis funcionarios de fuste que opinan y actúan sobre la cuestión. La división genera inacción y nefastas internas. La crisis del “coronavirus” reactualizó ese debate.

En la cúpula económica ahora existe una pelea fuerte e intensa sobre cómo minimizar el temblor. La idea central: aumentar la emisión, para sostener la actividad. Ya el Banco Central está emitiendo en cantidad. El caso provocó discusiones fuertes entre Miguel Pesce y Martín Guzmán. El jefe del Palacio de Hacienda ya le ganó, hace unas semanas, una batalla a Pesce.

El BCRA cuestionó la forma como el Ministerio de Economía maneja la reprogramación de los vencimientos de bonos en pesos. Guzmán decidió hacerle caso a su secretario de Finanzas. Diego Baustorre se opone a criterios del Central y quiere tratar vencimiento por vencimiento.

Pesce advirtió que eso era un grave error monetario. Alertó lo siguiente: que la imposibilidad de renovar en forma total los vencimientos, lo obliga a emitir fuerte para cubrir el faltante. Esa discusión duró buena parte de febrero. Alberto laudó a favor de Guzmán. El BCRA tenía otra solución: tomar el conjunto de bonos y hacer una reprogramación obligatoria de los vencimientos. Así, Pesce no estaba obligado a emitir.

Ahora la disputa se reabrió. Primero porque hasta junio vencen bonos por unos 454.000 millones de pesos. Y también por cómo Argentina enfrenta el pánico financiero. En esta trifulca se metió Axel Kicillof​. El gobernador quiere que el BCRA emita fuerte para sostener la actividad económica. Así, Kicillof hizo una parábola. Está mal con Guzmán, pero es socio en su presión sobre el Central.

Kicillof no le perdona a Guzmán que lo haya dejado en febrero como un “loquito” con el tema de la deuda bonaerense.

En la intimidad, el gobernador dice que hizo todo lo que le pidió Guzmán y que Guzmán “lo operó” para desacreditarlo en los mercados. El ministro derrochó ese crédito que tuvo a comienzos de año. Ahora en el mercado no le confían, pero Guzmán contragolpeó: endureció sus posiciones.

Los emisarios secretos del Bank of America-Merrill Lynch se sorprendieron en una reunión con la inflexible posición del ministro. Matthew Radley y Maxim Volkov tuvieron un encuentro privado con Guzmán. Fueron los enviados a Buenos Aires del banco que ahora asesorará a la Argentina.

Ambos le hicieron una propuesta de canje. Radley empezó la explicación: “Podría haber un bono a 20 años sin quita con tres de gracia y tasas recortadas en un 50%”. Volkov habría explicado la otra alternativa: también ofrecer un bono a 7 años, con tres de gracia, un 20% de quita de capital y 50% en los intereses”. Guzmán estuvo hermético. Y en su susurrador tono contraatacó: “Eso no me sirve”. Y remató: “Quiero que hagan otra propuesta con más quita de capital”.

En Manhattan trascendió la conversación y por eso tienen -desde hace una semana- un convencimiento: que la propuesta argentina para renegociar la deuda será frontal e inaceptable para los acreedores privados.

En otras palabras: que ese programa extremadamente duro será rechazado por los bonistas y que Argentina podría entrar en default. Eso explica que el riesgo país argentino subiera -incluso- por encima de la catástrofe financiera internacional. Los “lobos” de Wall Street también dudan de la fortaleza de Guzmán. Especulan que el ministro irá por una propuesta inflexible, pero que después se verá obligado a negociar.

En la Casa Rosada hay un debate sobre la cuestión. Los íntimos de Alberto insisten que entrar en default sería un escenario muy complejo en medio de la crisis económica internacional. Saben que ni el FMI​ ni el Tesoro de EE.UU. vendrán en ayuda de la Argentina en medio de la crisis mundial. Pero Cristina y su núcleo empujan la dureza. Hay asesores de la vicepresidenta que ponderan las eventuales ventajas de un default. Entre ellos, el propio Joseph Stiglitz.

Los halcones de Washington insisten en que Cristina está muy influenciada por los intelectuales de Cuba. Que los líderes cubanos la adulan en sus reiteradas estadías en La Habana. Por eso, una parte del gobierno de Donald Trump quiere apuntalar a Alberto. Dicen que la opción Cristina sería peor. Wall Street ya sabe que el FMI no hará un acuerdo ahora con Argentina.

Como anticipó Clarín, Kristalina Georgieva​ no logra vulnerar las ortodoxas estructuras del FMI para flexibilizar la posición con la Argentina y cumplir el pacto político con Alberto. Guzmán sacó un pretencioso plan de pagos al FMI: saldar la deuda en diez años, con tres de gracia. Nunca se hizo en el FMI y por eso se habría acordado diferir el arreglo. No hay plafón. Kristalina -a cambio- propone algo más sencillo y pragmático: reemplazar un convenio por una declaración que avale la propuesta de pago del Gobierno a Wall Street.

 

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