Qué impacto tendrá en la vida cotidiana este cambio histórico para la ciencia. Desde el año que viene, la definición del kilogramo referirá a la «constante de Planck», un concepto de la física cuántica.
Expertos en metrología de todo el mundo se reunirán en el Palacio de Versalles el 16 de noviembre y, si todo sale como esperan, los 60 miembros plenos de la Conferencia General de Pesas y Medidas aprobarán la mayor revisión del Sistema Internacional de Unidades.
Habrá una trascendental ajustada de tuerca a la noción que se tiene de un kilo, un mol, un ampere y un kelvin.
Durante 130 años fue el referente absoluto: el “gran K”, un cilindro de platino e iridio conservado en Francia, será sustituido por una constante matemática que fijará lo que es exactamente un kilo, en la era de las tecnologías de alta precisión.
La Oficina Internacional de Pesos y Medidas (BIPM, por sus siglas en francés) alberga en Sèvres, cerca de París, el “gran K” o Prototipo Internacional del Kilo (IPK), referencia de todas las medidas de masa en el mundo, ya sea para dosificar medicamentos, cortar lonchas de jamón, pesar un bebé o maquinaria industrial.
Como no es posible calibrar todas las balanzas del mundo en función de este objeto, existen seis copias-testigo.
“El kilo es la última medida basada en un artefacto físico”, subraya Thomas Grenon, director general del Laboratorio Nacional de Metrología y Ensayos de Francia.
La 26ª reunión de la Conferencia General de Pesos y Medidas, que se celebra entre el martes y el viernes en Versalles, al oeste de París, prevé así aprobar una nueva definición del kilo formulada a partir de la constante de Planck (h) de la física cuántica.
La pequeña “h”, descubierta en 1900 por el físico Max Planck es el producto de una energía por un tiempo. La unidad seguirá siendo la misma, es decir, se seguirá hablando de kilos; solo cambiará su definición.
Pero ¿por qué este cambio? El objeto físico “vive su vida, puede fluctuar”, lo que plantea un problema “dado los niveles de precisión que necesitamos hoy en día” con las tecnologías de alta precisión, explica Grenon.
Los científicos se dieron cuenta de que si bien el prototipo y las copias fueron fabricados en la misma época, de la misma manera y conservados en las mismas condiciones, la masa del primero varió respecto al resto, de unos 50 microgramos.