Washington jugó y va a jugar fuerte para apuntalar la reelección del presidente Mauricio Macri.
Hubo una ardua negociación política con Washington para que el Fondo Monetario olvide sus “dogmas y principios” y acepte que el Banco Central debe intervenir sin límites para frenar la furia del mercado. Cruces fuertes con un desairado staff del FMI, órdenes secretas del Tesoro de los Estados Unidos y un diálogo salvador a última hora del domingo con Christine Lagarde. Una parte del FMI se enteró de la decisión después del anuncio del BCRA. Roberto Cardarelli no llegó a elaborar ningún informe concreto y la cúpula del Fondo tuvo recién una explicación informal el lunes a la tarde, en una reunión convocada de urgencia por David Lipton.
Hubo preguntas inquietas de los directores de Alemania y Holanda. Pero al final, aceptaron todos a regañadientes la extrema jugada. Ambos -los técnicos y los directores- fueron sorprendidos por la velocidad de los acontecimientos: Argentina comunicó el viernes pasado -al cierre de los mercados- que si no había cambios, el lunes podría sufrir una inestabilidad mayor y comprometer seriamente las chances electorales del Presidente.
Por eso el acuerdo se hizo sin misión y sin “memos” del FMI. Cardarelli se resistió primero a la orden política que emanó de la Casa Blanca: buscar una solución para la Argentina. Pusieron innumerables reparos técnicos y la discusión con Guido Sandleris fue “áspera”. Pero al final los burócratas del Fondo archivaron sus creencias económicas y aceptaron un giro de 180 grados en lo pactado en septiembre.
El apoyo decidido de la Casa Blanca reflejó mucho más que una cuestión técnica: un inusual aval político de Donald Trump para evitar que Macri siga cayendo en las encuestas. Washington jugó y va a jugar fuerte para apuntalar la reelección del Presidente.
La escalada del dólar y la inflación debilitaron el proyecto reeleccionista. Así, ocurrió algo paradójico: la irrupción de Cristina ayudó a Macri en el FMI. La alerta clave fue la comunicación de Nicolás Dujovne con el secretario del Tesoro Steven Mnuchin. Ocurrió entre el jueves y el viernes. Mnuchin instruyó vía David Lipton -su hombre en el FMI- la directiva de olvidarse de sus dogmas y cerrar con el BCRA. En la Casa Rosada circuló la versión de un llamado directo de Macri a la Casa Blanca.
El Presidente desinfló la versión. Así le dijo a su equipo: “El diálogo fue exclusivamente con Sandleris”. Pero Clarín confirmó que en las semanas previas hubo un fluido contacto del propio Macri con la Casa Blanca monitoreando el tembladeral cambiario.
Ahora, el desaire a los economistas -entre ellos el mismo Lipton- del Fondo fue fuerte. Alejandro Werner y el propio Cardarelli tuvieron que aceptar el fin de semana lo mismo que rechazaron en el 2018. Ambos, en esa crisis, fueron los que pidieron la cabeza de Luis “Toto” Caputo. El FMI lo acusó de intervenir en el mercado y dilapidar el dinero de Washington. Caputo no resistió la ofensiva. Lagarde puso como condición para el nuevo acuerdo el relevo de Caputo. Para acelerar los tiempos el FMI emitió versiones malintencionadas contra el ex titular del BCRA. Nicolás Dujovne ayudó y Macri abandonó a quien calificaba como “el Messi” de las finanzas.
Ahora se volvió a las intervenciones, que el FMI y el Gobierno argentino llamaron inadecuadas: la necesidad tiene cara de hereje. Ambos -ante la urgencia- aceptaron el “atajo” cambiario, que habían repudiado. Argentina lo hizo no por convicción, sino porque en ese septiembre necesitaba el préstamo del FMI.
El solo anuncio de la intervención frenó la escalada del dólar. Hasta ahora el BCRA no intervino. La primera vez que la Casa Rosada planteó intervenir en el mercado fue hace un mes. Ocurrió en Washington el fin de semana del 13 y 14 de abril en las reuniones de Dujovne con Lagarde y el secretario del Tesoro.
Sandleris lo planteó al staff del FMI. El rechazo fue duro. En secreto, los ministros expusieron los motivos del giro copernicano en la estrategia cambiaria. Ambos habían advertido que Argentina iba a tener una volatilidad cambiaria en las semanas previas a las PASO. Pero las encuestas -y los problemas sin resolver- aceleraron los tiempos: el eventual futuro inestable se convirtió en un presente de tormento. La semana pasada el dólar escaló un 9,3% y el viernes último había una advertencia de los Fondos de Inversión: el lunes podría ser un “lunes negro”.
Esa profundización de la crisis asustó a todos: a la Casa Rosada, a la cúpula política del FMI y, en especial, a la Casa Blanca. Esa tarde, Dujovne volvió a hablar con Mnuchin: fue ahí que el Tesoro le dio la orden a Lagarde de cerrar los cambios. Sandleris -después- fue el encargado de negociar el cierre técnico con los furiosos técnicos del FMI. La ayuda le otorgó oxígeno a la Casa Rosada. Le dio un instrumento para defenderse de la corrida. Pero está claro que no soluciona los problemas de fondo: recesión e inflación y falta de credibilidad. Este jueves, el Citi Bank de Manhattan emitió un informe para sus inversores.
Es positivo para la Casa Rosada. Dice que las medidas cambiarias “pueden crear múltiples equilibrios” y permitir a la vez una recuperación política de Macri. El trabajo fue escrito por el economista Fernando Díaz. El gurú de Wall Street le dedicó un título sugestivo: “Visión sobre la economía argentina: ¿el día de la Marmota?”.