El Presidente tomó la iniciativa con un objetivo político: enfriar el creciente malestar que existe entre los hombres de negocios.
Por Marcelo Bonelli para Clarín.
Hubo encuentros secretos y reuniones en Olivos, entre Alberto Fernández y los principales empresarios de la Argentina. Existió una cena a comienzo de la semana. También, un inusual encuentro el sábado y hoy el Presidente podría verse con influyentes figuras de la comunidad de negocios.
Los líderes de Globant, Aceitera Deheza, Accenture, Techint, Aluar, Edenor, Macro, Axxion , y los jefes de la UIA, Ciara y Bolsa de Cereales estuvieron cara a cara con Alberto. La política, Cristina, el Gabinete y la “tormenta perfecta” de la economía fueron los temas centrales de las reuniones. También, Alberto buscó apoyo y consenso para las medidas que se anunciaron este jueves.
El Presidente tomó la iniciativa con un objetivo político: enfriar el creciente malestar que existe entre los capitanes de industria. Alberto intentó dar garantías y frenar la incipiente creencia de un éxodo de compañías de la Argentina. Esta semana -fruto de esas reuniones- varias firmas negaron su salida del país.
Los hombres de negocios ven que se profundiza la inestable situación económica y que se deterioró la credibilidad en la Casa Rosada. Están alarmados –en su mayoría- por la posible instalación de las anacrónicas ideas económicas de Cristina Kirchner.
Entre los hombres de negocios insisten en que hay un combo explosivo: crisis económica y avance político de la Vicepresidenta. En la UIA, en AEA y en ADEBA sostienen que esa “mezcla” genera un creciente clima “anti-empresario” y eso abre la puerta a las especulaciones sobre la fuga de empresas. Alberto contragolpeó: “Yo soy el que gobierna”. Y aclaró: “Hablo mucho con Cristina. Es una referente clave del Frente de Todos. Pero el Gobierno quiere inversiones privadas”.
Los hombres de negocios también consideran inadmisible la ausencia de un plan para enfrentar la crisis y hablan de la “mala praxis” de los funcionarios del equipo económico. Los encuentros fueron francos y con pocos testigos: en algunos estuvo Martín Guzmán; en otros, Santiago Cafiero y en varios Gustavo Beliz. Sergio Massa habría alentado los contactos. Sergio Kauffman -Accenture– y Martín Migoya –Globant- lideraron al puñado de empresarios de las poderosas tecnológicas que el último fin de semana concurrió a Olivos.
El grupo fue al grano: comentaron el temor de los emprendedores tecnológicos por los abruptos cambios en las reglas de juego. Se trató la “ley del conocimiento” y hablaron del clima anti–negocio y de la presión impositiva sin límites. El Presidente agregó: “Argentina no es ni va camino a Venezuela”.
Alberto Fernández –unos días antes– mantuvo negociaciones directas con los mandamás del Consejo Agroindustrial y con los CEO de las cerealeras. En esos encuentros se cocinaron los anuncios de este jueves.
El trío, que comandan Jose Martins, Gustavo Idígoras y Roberto Domenech, participó -en forma activa– en la negociación de las medidas con el ministro Martín Guzmán. Pero la “troika” decidió comunicar lo contrario: el martes dijeron que el diálogo se había cortado y que las medidas eran unilaterales de la Casa Rosada.
La acción obedece a conflictos internos: los sectores del agro enfrentados con el Gobierno, no quieren que el campo dialogue con los funcionarios. Ya al mediodía de este jueves la Sociedad Rural distribuyó un comunicado criticando el paquete de emergencia.
Alberto Fernández -en sus reuniones– prometió que el paquete del jueves a la noche tenía una lectura política: un intento de retomar la iniciativa política y volver a la agenda de crecimiento. Así lo anticipó en la cumbre que tuvo con un cuarteto de influyentes industriales: Miguel Acevedo, Roberto Urquía, Luis Betnaza y Javier Madanes Quintanilla. Los cuatro alertaron sobre la falta de programas y la pérdida de la iniciativa política.
El titular de la UIA fue contundente: “El Gobierno está a la defensiva”. Urquía completó: “Hay que construir confianza”. Ambos estaban al tanto del paquete de emergencia. Ciara -de la Cámara del aceite– alentó los incentivos a la liquidación de divisas. En la reunión se habló del dólar y hubo cuestionamientos al cepo cambiario.
Alberto habló de “medida de excepción”. Pero los industriales sugirieron otro camino: explorar un mercado financiero libre para transacciones del minorista. El cuarteto fue concreto en un tema: el impacto en las empresas nacionales del “aporte solidario” creado por Máximo Kirchner.
El tributo nació con complicaciones: en sus orígenes se quiso aplicar a “ricos” con patrimonios de solo 300.000 dólares, y así castigar a la clase media. Ese dislate inicial fue –por suerte- corregido y se terminó con un aporte que involucra a 12.000 contribuyentes con patrimonios superiores a 200 millones de pesos.
Pero ahora la redacción de la propuesta discrimina a empresarios locales y beneficia a las multinacionales. Madanes y Acevedo –por eso- criticaron duro en Olivos a Carlos Heller. Es el autor del proyecto. Ambos dijeron aceptar como excepción el “aporte extraordinario”.
Pero alertaron que castiga a los hombres de negocios argentinos porque se cobra por los paquetes accionarios que tienen de sus propias compañías. El “cuartero” de empresarios insistió en que la propuesta de Heller era otro de los elementos que generan un “clima anti-inversión”.
Alberto Fernández escuchó. Dijo que estaba dispuesto a enmendar errores. Pero cuestionó el silencio que hasta ahora tuvo la UIA. El Presidente conocía el tema y el reclamo. Alberto viajó a Entre Ríos -inicio de septiembre- y visitó la inversión del Grupo Motta: una planta modelo avícola, fruto de una inversión de 30 millones de dólares.
El Presidente ponderó la pujanza de Héctor Motta. El industrial –tesorero de la UIA– aprovechó la situación y le comentó lo que, a su juicio, era un dislate que iba a cometer el Congreso. Motta explicó que su empresa aumentó el patrimonio por la inversión que precisamente había ponderado Alberto. Pero le comunicó al Presidente que ahora -por el proyecto de Heller- debería pagar mayores aportes a causa de la millonaria inversión.
Alberto escuchó y le dio una respuesta lacónica: “Le paso el contacto de Heller y lo llama de mi parte”. La conversación entre Heller y Motta fue frustrante. El diputado contragolpeó en forma socarrona: “Si la UIA quiere que también paguen las multinacionales, que haga una presentación y le cobramos a las multis”.
La cuestión trascendió el martes en la central fabril. Los capitanes de industria acusan a Heller de estar enamorado de su proyecto y de ser una suerte de “Robin Hood al revés”: salva a las multinacionales y le cobra a las empresas nacionales.
La cuestión provocó otra acalorada reunión entre el propio Heller y el banquero Jorge Brito. Ambos almorzaron en el banco Credicoop que preside el diputado del Frente de Todos. Brito fue con los tapones de punta y la reunión terminó en un fuerte intercambio de opiniones. Heller calificó de “progresista” su propuesta y la defendió a rajatabla. Brito habló de “castigo al capital nacional” y calificó de “ignorancia” la redacción del proyecto.
Alberto recibirá este viernes al mediodía a otro grupo de influyentes jefes de compañías locales. Todas van a plantear el problema a Olivos. No será el único: también se hablará del FMI. El martes comienza otra negociación: Alberto quiere que vaya “a fuego lento”. El Gobierno apuesta fuerte: espera que Donald Trump pierda la elección y sueñan con que Joe Biden se apiade de la Argentina.