Un duro ajuste fiscal, el compromiso del Gobierno con el FMI

El acuerdo ubicaría el déficit por debajo del 4% e incluiría aumentos de tarifas, reforma tributaria y cambios en los aumentos a jubilados.


Por Marcelo Bonelli para Clarín. 

La misión del FMI va a pedir un recorte adicional y propondrá un acuerdo con Argentina que incluya un déficit fiscal para el año próximo de solo el 3 %. Julie Kozak y Luis Cubeddu lo transmitieron a varios banqueros y también a los economistas con los que hablan –en forma permanente– en Buenos Aires. La Casa Rosada también lo sabe. El ajuste adicional implica una friolera: 4.200 millones de dólares.

Alberto Fernández ya decidió cortar toda la asistencia por la crisis del Covid. Así, el déficit actual baja del 6,6 % al 4,5 %. Ahora Washington quiere un recorte adicional para reducir el rojo al 3 %. Para eso, se evalúa incluir aumentos de tarifas, una reforma tributaria y un cambio en los aumentos a jubilados.

Estas tres medidas formarían parte del recorte extra de 1,5 puntos del producto: la diferencia entre el 4,5 % incluido en el Presupuesto y el 3 % que pretende Kristalina Georgieva. La información circula entre los máximos hombres de negocios que mantuvieron reuniones con el Presidente y el propio Martín Guzmán.

También se admite al máximo nivel político del Gobierno. Jaime Campos –en un cónclave secreto– comentó su último encuentro con Guzmán: “El ministro dijo que el objetivo es buscar el déficit cero en cinco años”. Y aclaró: “Pero para el año próximo busca un número abajo del 4 %”.

Guzmán tuvo reunión con la Asociación Empresaria. Pero también –individuales- con hombres de negocios como Jorge Brito y Marcos Bulgheroni. El jefe del Palacio de Hacienda superó la prueba: pudo frenar la corrida cambiaria en el plazo de dos semanas que le había otorgado como –una suerte de ultimátum- Alberto Fernández.

Solo hay una cosa segura: Guzmán hoy no sería ministro si el billete hubiera roto el techo de los 200 pesos. Le torció el rumbo y se consolidó. No es nada definitivo. Las inquietantes cuestiones de fondo siguen sin resolverse y el tsunami continúa en la economía. La brecha sigue enorme y toda la política cambiaria está atada con alambres.

Pero Guzmán evitó que el billete perforara el techo de los 200 pesos y la Casa Rosada logró una bocanada de oxígeno. Miguel Pesce tira munición gruesa contra el ministro: dice que su estrategia conduce –en breve– a otro sofocón con el billete.

​Las reservas siguen en rojo y nadie se desprende de los dólares. La semana próxima se hará una delicada operación financiera: el polémico canje de bonos en pesos, por bonos en dólares. Se abre así una puerta ordenada para la salida de los fondos Pimco y Templenton. Guzmán promete transparencia.

Las versiones sobre el mayor ajuste fiscal que pide el FMI provocaron ruido en el Gobierno. El ministro aclaró –internamente– que no aceptará la pauta del 3 %.

Ante una consulta de Clarín, Guzmán dijo: “Es inamovible la pauta del 4,5 % para el año próximo”. Y agregó: “Es el déficit adecuado para recuperar la economía”. En sus diálogos con Cristina y reuniones con Alberto, el ministro comunicó que el acuerdo con el FMI está políticamente avanzado e incluso tiene fechas previstas de cierre. La cuestión fortaleció a Guzmán en el Gabinete: Georgieva quiere que sea el único interlocutor de Argentina con Washington.

El plan de trabajo del Fondo es el siguiente: cerrar el convenio técnico el 15 de diciembre y elevarlo al “board” antes de la Navidad. Será un “stand by” e incluirá un plan de cinco años con un compromiso de decreciente del desequilibrio que llegará a cero.

La discusión será brava. Cubeddu buscará arrancar con un déficit del 3%. Guzmán sostendrá el 4,5 %. La experiencia indica lo siguiente: el acuerdo ubicaría el desequilibrio por debajo del 4 %. Se habla –como mínimo- del 3,75 %.

Argentina se comprometió a rubricar el acuerdo en el Congreso. Washington quiere un respaldo político institucional y consenso con la oposición sobre las medidas de austeridad. El acuerdo sería hasta el 2025. En otras palabras, todo el mandato de Alberto y mitad de mandato de futuro presidente.

Cristina se refiere a ese acuerdo con el FMI cuando propuso un convenio con la oposición y los empresarios. Quiere socializar el costo impopular del ajuste con el FMI y evitar que el acuerdo desnude la imposibilidad de llevar adelante el relato arcaico y populista del Instituto Patria.

Así, Guzmán tendrá que dar una prueba de fuego: si tiene la fortaleza política para lograr que Cristina y Alberto acompañen las medidas fiscales del compromiso con el FMI.

Existe –por lo pronto– una tensión que debe resolver. Cortocircuitos entre Máximo y el ministro. El diputado Kirchner le cuestiona a Guzmán que ahora se corta sólo. Ambos –Máximo y Guzmán– desmienten todo. Pero la situación es extraña. El diputado tiene diferencias con los dos protegidos políticos de Cristina: los jóvenes Axel Kicillof y Guzmán.

La cuestión del consenso político la plantearon los hombres de negocios que estuvieron –primero– con Alberto y después con Guzmán. Los máximos hombres de negocios consideran que la Casa Rosada debe clarificar su independencia política de la Vicepresidenta. Y aclarar con hechos que el que manda es Alberto. En otras palabras: que Alberto no sea dependiente de Cristina. En las reunión que tuvieron en la Casa Rosada, el propio Paolo Rocca lo sugirió en forma sutil y diplomático: “¿Alberto, cuál es tu última línea de defensa?”. Fue en alusión de hasta dónde estaba dispuesto a ceder frente a los embates del Instituto Patria. Alberto seguirá con la apertura y recibirá –en breve– a Martín Migoya, el dueño de Globant.

Todos los empresarios cuestionaron el impuesto a la riqueza. Y todos se fueron con la sensación de que en la Casa Rosada no lo auspician pero no saben cómo desembarazarse de las ideas de Carlos Heller. Alberto afirmó: “No esta definido todo el proyecto”.

La atención está en Estados Unidos: la Cancillería trabaja ya con la hipótesis del triunfo de Joe Biden. El argentino que tiene mejor relación con el demócrata es el empresario José Luis Manzano. Biden y Manzano son amigos personales y Manzano, socio –en Canadá y Colombia– de James Biden, el propio hermano del demócrata. Sergio Massa –entre los políticos- tiene línea directa con Biden: en los últimos años se reunió varias veces con el demócrata. Este jueves, se comunicó con su comando electoral.

Guillermo Nielsen –titular de YPF- tiene llegada directa. Hace poco se reunió con el senador. Jorge Argüello y –a través de su padrino Joseph Stiglitz– el propio Guzmán, abrieron canales. Pero mucho menos intensa que Massa. El ministro contrató por una cifra considerable a Thomas Shannon para hacer lobby en Washington. Horacio Rodríguez Larreta tiene su canal propio a través del dirigente Gabriel Sánchez Zinny. Los contactos son importantes. Pero sería “amateur” interpretar que pueden reemplazar la necesidad de una seria estrategia diplomática .

Martín Redrado conoce a dos candidatas a ser jefes del Tesoro de los EE.UU.: Lael Brainard, cercana a Hillary, y Janet Yellen, ex presidenta de la Reserva Federal. Ya perdió posiciones Elizabeth Warren para conducir el Tesoro. Es referente del ala más progresista de los demócratas: intervino en muchas reformas post 2008. Los “lobos” de Wall Street no la quieren y propician al jefe de BlackRock: Larry Fink es íntimo de Biden y su nombramiento sería una bomba para la Argentina.

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