Por el dólar, Alberto Fernández manda a Guzmán al centro del ring

El paquete ya estaría elaborado. Vamos a hacer todo lo contrario a lo que se venía haciendo hasta ahora, dijo el ministro de Economía. Los emisarios del FMI fueron los primeros en enterarse de este cambio político.


Por Marcelo Bonelli para Clarín.

El Ministerio de Economía anunciará nuevas medidas para intentar controlar un dólar financiero que el jueves tocó los 172 pesos. Martín Guzmán decidió dar vuelta todo: habría disposiciones que cambiarán las restricciones que instrumentó el BCRA al mercado “Contado con Liqui”.

El paquete ya estaría elaborado y el jueves lo trató el Banco Central en una caliente reunión de directorio. Las disposiciones que generó exclusivamente Guzmán implican deshacer el camino que dispuso hace unos meses el propio Miguel Pesce. El BCRA y la Comisión de Valores tomaron decisiones para restringir y controlar todas las operaciones en el mercado financiero para las empresas.

Ahora Guzmán –con el apoyo de Alberto Fernández– va a flexibilizar controles y propiciará ampliar las operaciones entre privados en el Contado Con Liqui. La cuestión se trató en una reunión –a solas– entre el Presidente y el ministro. Guzmán afirmó: “Vamos a hacer todo lo contrario a lo que se venía haciendo hasta ahora”.

Miguel Pesce fue notificado de la iniciativa. Se trata –en definitiva– de rever decisiones que el BCRA adoptó cuando comenzó la corrida y el billete apenas superaba los 100 pesos. Fracasaron.

Pesce se resistió al comienzo. Los planteos de Guzmán –sin dramatismo– implican una dura crítica y desautorización a lo que venía haciendo el BCRA.

El jefe de la autoridad monetaria le torció el brazo a Guzmán, cuando a mediados de septiembre anunció el supercepo. El ministro quedó pagando: dos días antes declaró que no se iba a instrumentar.

Ahora, el “round” lo gana Guzmán. Pesce primero se opuso, pero pataleó poco. Conoce una decisión política secreta que adoptó –su amigo– Alberto y que no le daba chances. Ocurrió hace unas 13 jornadas. En medio de las convulsiones, las peleas internas y la corrida cambiaria.

Fue el primer sábado de octubre y en la Quinta de Olivos. En esa reunión, el Presidente laudó a favor del ministro Guzmán.

Pero su decisión no fue solo sobre medidas técnicas y las peleas de barrio que envuelven al equipo económico.

El Presidente frenó el griterío. Miró fijo a los ministros y dijo categórico: “A partir de ahora, Martín tiene la última palabra de todo”. Hubo sorpresa. Lo escuchó la dupla Pesce y Guzmán. También fueron testigos Santiago Cafiero, Matías Kulfas, Cecilia Todesca y Mercedes Marcó del Pont. Alberto siguió: dijo que Guzmán también iba a ser el responsable de la coordinación de la política monetaria y cambiaria.

Los emisarios del Fondo fueron los primeros en enterarse de este cambio político. Luis Cubeddu, del FMI, fue explícito en Washington. El burócrata trasmitió lo que había escuchado de Guzmán: “Ahora todo pasa por mí”. Pesce no va a renunciar. El titular del BCRA aceptó la nueva realidad. Guzmán no va a ubicar a una figura de su equipo para que controle al BCRA. Pero –de alguna manera- Pesce le tendrá que reportar y rendir cuentas.

Pesce le comunicó su posición al equipo del BCRA: dijo que sólo iba a renunciar si le piden devaluar. “Yo -afirmó– no voy a devaluar.” El empoderamiento de Guzmán es similar a lo que hizo Mauricio Macri con Nicolás Dujovne. Alberto cometió idéntico error al expresidente: fraccionar y dividir la decisión económica. Exactamente lo inverso de lo que requiere una crisis profunda: el tsunami ya llegó y muchos no se dan cuenta.

Macri y el Presidente dieron un pobre espectáculo esta semana. Ambos compitieron echándose mutuas culpas de la crisis. Los dos –Macri y Fernández– evitaron hablar de sus propios errores y a ninguno se le ocurrió decir cómo Argentina puede salir del tobogán de la decadencia. El colmo se dio con otra discusión: compitieron en contar cuál de los dos gobiernos perdió menos reservas.

La fuerte salida de dólares fue precisamente aquello que hizo estallar la economía de Macri. La letal corrida cambiaria de Alberto, tiene que ver con una fuga de dólares que el nuevo gobierno no logró frenar. Se esfuman reservas y los billetes de la balanza comercial.

Cristina –otra figura responsable de los graves problemas– apoyó la decisión de empoderar a Guzmán. Tiene un diálogo fluido con el ministro y Joseph Stiglitz es un padrino influyente en el Instituto Patria. La Vicepresidenta coincide con el FMI. Kristalina Georgieva quiere un solo negociador de Argentina y se sienten cómodos con Guzman.

El ministro explicó, esta semana, en la Casa Rosada, las duras declaraciones de la jefa del FMI. Afirmó que Kristalina está “ablandando” a intransigentes directores del FMI.

Pero sus declaraciones fueron poco felices: habló de la disparidad cambiaria y muchos interpretaron que el FMI podría pedir una devaluación del peso. Los burócratas del Fondo tienen –es habitual– un doble discurso. Sería ingenuo de parte de sus funcionarios creer en la buena vibra de los economistas. Christine Lagarde estaba enamorada de Macri y así terminamos.

Georgieva dijo que la misión del FMI no venía a pedir más ajuste. Julie Kozak y Cubeddu dijeron en Buenos Aires que Argentina debía aumentar la presión tributaria “al menos un 2%” . Fue en las reuniones que tuvieron con los economistas privados.

Daniel Marx, Martín Redrado y Carlos Melconian advirtieron que el sector privado está exhausto. Esa opinión circuló en el Coloquio de IDEA. Alberto Fernández rompió con la sectaria actitud kirchnerista: a diferencia de Néstor y Cristina, aceptó ir y abrir la importante reunión. La recepción fue fría y no convenció en IDEA. Algunos empresarios tuvieron el mal gusto de usar un chat interno y antes de que terminara su alocución, objetar insistentemente al Presidente. También generó polémica el discurso de Roberto Alexander, el titular del Coloquio. Para sus adeptos, fue una pieza magistral, pero para otros utilizó frases ambiguas y confusas sin ninguna propuesta.

El mayor poder a Guzmán ordena la pelea interna. El ministro habló del tema el miércoles en un almuerzo reservado con Wado de Pedro y Sergio Massa. Ambos dijeron que lo van a apuntalar. Pero la cuestión no resuelve el problema de fondo: la ausencia de credibilidad en la Casa Rosada y las dudas que genera la intromisión de las obsoletas ideas de Cristina.

Desde que la Vicepresidente apareció en junio, Alberto no para de caer en las encuestas y la desconfianza se adueñó del mundo económico. El otro problema –objetivo– son las inexistentes reservas: el goteo no paró nunca.

El FMI habría obtenido ese dato. La reservas “netas” – no todas utilizables – sumarían 6.000 millones de dólares. En cambio, las “reservas líquidas” serían solo de 200 millones de billetes verdes. Pero el BCRA habría encontrado un artilugio: engrosar el dinero disponible con las colocaciones en dólares de SEDESA. El Seguro de Depósitos tiene colocados 2.000 millones de dólares en el BCRA. Son fondos en dólares, pero que el BCRA puede devolver en pesos. Y por lo tanto, los podría utilizar en una urgencia. Se trata de otro parche para la emergencia.

Alberto habló con Roberto Lavagna. Fue hace una semana en Olivos. El Presidente fue claro: la Casa Rosada solo quiere ganar tiempo a la espera del acuerdo con el FMI. Una estrategia poco ambiciosa para enfrentar una “tormenta perfecta”.

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