No prevén cambios en la seguridad presidencial tras los incidentes en Chubut

A pesar del incidente en Lago Puelo, Alberto Fernández insiste en “estar cerca de la gente”.


Por Jaime Rosemberg para La Nación.

“El barbijo, compañero, el barbijo, compañera!”, gritan con algo de desesperación el vocero Juan Pablo Biondi, su segundo Marcelo Martín y el fotógrafo Esteban Collazo, mientras maestras y estudiantes se abalanzan sobre el presidente Alberto Fernández, que una y otra vez dispara las selfies desde los teléfonos celulares que le acercan. Ocurrió el lunes en Almirante Brown, después del primer acto público del Presidente luego de los graves incidentes del sábado en Lago Puelo, en los que la combi que trasladaba a la comitiva presidencial fue atacada a piedrazos por manifestantes anti-minería.

La postal del conurbano bonaerense refleja la postura “relajada” o “descuidada” (según quién lo evalúe) del Presidente, más allá del esquema de seguridad que diseñan a diario y para cada acto la secretaría general de la Presidencia, la Policía Federal (encargada de la custodia personal), y Casa Militar, a cargo de la seguridad presidencial en la Casa Rosada, la quinta de Olivos, y las salidas del Presidente, tanto dentro como fuera del país.

Los responsables de la seguridad presidencial ya están acostumbrados. En cualquier provincia, Fernández abre la puerta de la combi, saluda a los vecinos, cumple con el ritual de las selfies. “Estuvo mucho tiempo sin hacerlo por el Covid, pero ahora no se quiere aislar”, afirma un colaborador del Presidente.

Nada cambiará, aseguran en Balcarce 50, luego de los incidentes de Lago Puelo. “Cuatro idiotas que tiran piedras no me van a alejar de la gente”, dijo el Presidente en la entrevista con Canal 9, anoche, cuando anunció que Martín Soria será su próximo ministro de Justicia. Más allá de sus críticas a la política de seguridad del gobierno de Mariano Arcioni (“no fue lo activa que debió haber sido”) no habrá más vallas, ni refuerzo en la seguridad luego del incidente, aclaran cerca del primer mandatario, decidido a reforzar su diferencia con los estrictos operativos de seguridad que eran moneda corriente durante el gobierno de su antecesor, Mauricio Macri.

En principio, el diseño de la seguridad del Presidente cumple con los protocolos previstos, pero con algunas diferencias sustanciales en relación al gobierno anterior. Siguen siendo la secretaría general de la Presidencia, que encabeza Julio Vitobello, y Casa Militar, a cargo de Alejandro Guglielmi, los encargados de coordinar acciones (Casa Militar también cuida los movimientos de la primera dama, Fabiola Yáñez). El Presidente suele aterrizar con su helicóptero en un espacio cercano al acto, y allí se sube a la cápsula presidencial, con policías federales muy cerca y Casa Militar encargado de la logística.

Ya no está, como en la era Cambiemos, la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) en la tarea de coordinación de los eventos, y no por casualidad. “Decidimos que eso sea así”, afirman en el Gobierno, mientras desde la gestión Macri recuerdan que la actividad de la inteligencia era “útil y valiosa” para identificar riesgos y anticipar eventuales incidentes como el de Chubut. “A veces nos podía salir mal, como en Mar del Plata en 2016 (también apedrearon al auto de la comitiva) pero en general no tuvimos problemas”, cuenta un ex funcionario macrista.

Además de la ausencia de la AFI, y según funcionarios que vienen de gestiones anteriores, la Policía Federal también abandonó algunos movimientos, como la denominada formación diamante, un hexagonal con personal uniformado alrededor del vehículo del Presidente, vigente en el gobierno anterior. “Cuanto menos policía tenga cerca, mejor”, corroboran cerca del Presidente, quien quedó enojado con Arcioni por haber desoído el consejo de no ir al acto pero no prevé modificaciones en su rutina.

En relación al incidente en Lago Puelo, desde Presidencia le quitan dramatismo. “Eran 3 o 4 que un rato antes nos pedían fotos. Se pensaron que Arcioni estaba dentro de la combi”, relató uno de los acompañantes del Presidente. Y adjudicó las críticas a la Casa Militar del ministro de seguridad de Chubut, Federico Massoni, a la “interna” con el intendente de Lago Puelo, Augusto Sánchez.

Asentados en el despacho que ocupaba Gabriela Michetti en su paso por la vicepresidencia (Cristina Kirchner descartó utilizarlo desde el principio), los integrantes de Casa Militar prefirieron no hacer comentarios “ni juicios de valor” a LA NACION sobre el incidente. Tal como ocurrió en el multitudinario velatorio de Diego Maradona, donde un centenar de barrabravas irrumpió en el patio de las Palmeras sin que nadie pudiera detenerlos, las críticas se orientaron hacia ese grupo, aunque desde el Gobierno redoblaron el respaldo hacia Guglielmi y Darío Gomar, jefe de Seguridad de Casa Militar.

Desde dentro de la Casa Rosada, en cambio, aseguran que el operativo en Chubut no fue planteado con la antelación suficiente. “Casa Militar llegó el mismo día, y eran 3, mucho no podían hacer”, relata un participante de la “cocina” de los actos, y lo atribuye a la “improvisación” con la que “muchas veces” se organizan las apariciones públicas del Presidente. Desde la policía chubutense, que dijo haber destinado 160 hombres a la custodia del Presidente, afirmaron que desconocían la visita de Fernández a un centro cultural, y que cuando llegaron Fernández ya se estaba retirando, entre forcejeos y pedradas, una de las cuales impacto en el brazo del vocero Biondi.

“No somos lo mismo que Macri, a nosotros nos gusta estar con la gente”, retruca un colaborador del Presidente que suele acompañarlo en cada acto. Entiende que la entrada y salida de los actos “pueden ser más desprolijos” pero “es preferible eso a estar encerrado”, reiteran.

Ya acostumbrado al uso permanente de barbijo (al principio no lo tenía tan incorporado), el Presidente planea redoblar sus apariciones públicas. A pedido de los intendentes del PJ, piensa ir “al menos” dos veces por semana a algún distrito del conurbano bonaerense. Y el viernes estará, como estaba previsto, en Catamarca, para una nueva reunión con los gobernadores del Norte grande. A pesar de los riesgos y las criticas, sus salidas se multiplicarán.

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