Miguel Ángel Sola destruyó a Pachano

Miguel Ángel Sola publicó una dura carta contra Anìbal Pachano luego de lo que fueron los lamentables dichos del coreógrafo renegando a todo tipo de cuarentena. Tensión


Todo comenzó días atrás, Aníbal Pachano fue muy criticado por decir que, a pesar de ser persona de riesgo dada su condición de salud, no pensaba acatar el aislamiento recomendado por Aníbal Fernández como parte de las medidas anunciadas para prevenir la propagación del coronavirus. «Voy a seguir trabajando como sea y de la manera que sea porque es el motor que yo tengo para vivir. Ahora que se generó un pánico generalizado, puede ser que se tomen recaudos de determinada manera. Y va a llegar un momento en que esto se va a tranquilizar porque no voy a vivir adentro de cuatro paredes porque se le ocurra al Presidente de la Nación», aseguró desde Chile, donde se encuentra trabajando.

Fuerte carta pública de Miguel Ángel Solá a Pachano por sus dichos sobre la pandemia: "Delito de lesa imbecilidad"

A continuación, la carta completa del actor:

«Acabo de leer que en un espacio de comidas de TV, que por seguridad la anfitriona no toca, un valioso artista de varieté dijo: ‘Yo no me pienso esconder porque se le ocurra al Presidente’. Puede llegar a comprenderse, dado que ese espacio vuelve tonto al capaz. Pero no puede justificarse semejante inconsciencia, indiferencia hacia el otro o pura ignorancia. O peor aún: como una chicana política.

No vuelva por ahí, Aníbal Pachano. Este no es un caso de rebeldía anti peronista; este es un problema que la muerte le plantea a la vida. Y no solo a usted y a su talentosa y bella hija, sino a sus amigos, sus colegas, gente que quiere y que no quiere, y a su propia empatía y capacidad.

Este virus no discrimina entre afectos y no; entre peronistas y macristas. Ni entre chorros o no chorros. Entre pedófilos o no. Ni entre capos narcos o traficantes de mujeres, órganos, niños y armamentistas o no. Ni siquiera entre falsos talentos o no. Ojalá lo hiciera. Sé que está acostumbrado a luchar contra las adversidades: lo sé valiente, y lo admiro.

No empañe su calidad humana con este tipo de cosas. Si usted quiere no creer, sepa: ayer hubo -solo en España- 150 muertos, y cientos de nuevos contagios, muchos de ellos por haber quebrantado los protocolos decretados por la Sanidad Social. Calculan, los que llevan estadísticas, que el paso de este virus se llevará consigo a 65 millones de humanos. También se sabe que a las estadísticas suele irle mejor que a las personas.

Como individuo, puede usted decidirse hasta por la eutanasia asistida (no sé si está en vigencia allí aún). Pero como miembro de la sociedad que lo ha visto crecer -gracias a su enorme esfuerzo y capacidad y a quienes lo impulsaron con su apoyo- no tiene derecho a convertirse en un egoísta, en un mínimo, en un ejemplo del atraso corazonal ni de la ignorancia cerebral. Ayude a vivir a los demás. Enciérrese y refresque su alma leyendo La peste, de Albert Camus, para enterarse de lo que con su ‘palabra autorizada’ puede llegar a provocar.

Recuerde que por años de mala educación civil tuvimos 19 gobiernos militares y ladrones de todo tipo y signo, casi todos los peores, los más repugnantes, sentados, salvo honrosas excepciones que dijeron ‘¡no’, a esa mesa en la que usted comió. Queda a su criterio y riesgo. Pero, claro, no es lo que entra en su boca lo que envenena a los demás, sino lo que de su boca sale. En una EMERGENCIA CIVIL, no se debe incitar a la DESOBEDIENCIA CIVIL, aunque se hable en primera persona.

El Presidente de la Nación Argentina que está llevando muy bien el tema coronavirus -pese a la precariedad de medios y a los asquerosos manipuladores de redes sociales e intermediarios- si hasta ahora no lo ha hecho -porque él sí tiene tareas muy pesadas que cargar y resolver, y no solo por la funesta herencia recibida- podría y debería ponerlo un ratito a usted en un rincón, para que tenga tiempo de meditar sobre la barbaridad inoportuna que ha cometido, que convive con la ilegalidad y que no puede ni debe aceptar la ciudadanía (peronista y no) como libertad de expresión, porque ha atentado contra la vida de todos; tal como lo pretendió un imbécil que reventó a trompadas a un guardia de seguridad por exigirle cumplir el protocolo.

Lo que de palabra hizo usted es su equivalente. Los argentinos clamamos ‘¡Justicia’! ¡a los gritos!, según la campana que toca, pero solemos despreciar y saltarnos la Ley en cuanto nos dan el más imperceptible guiño, despreciando a esa Ley que nos debe hacer iguales en derechos y obligaciones. Usted ha incurrido en un delito de lesa imbecilidad que hace perder a la Argentina horas (y lleva 20 días de ventaja para usar sus herramientas con respecto al coronavirus, gracias a la desgraciada experiencia de otros países), discutiendo si su irracional actitud de nene bien rebeldísimo (a su edad) es compatible con esos derechos y obligaciones.

O bien lo ha hecho conociéndolas y pasándoselas por el forro, creo yo, debido al primer trofeo de utilería que se llevó a la boca, que actúa como la droga de la verdad, pero al revés. Actitudes como la suya -como bien ha escrito María Elena (Walsh)- hacen que la humanidad retroceda en cuatro patas. No peque de ignorante si no lo es. Y no vuelva a ese ciclo: contagia a los buenos de hábitos malos y a los malos de peores. ¡Un bromatólogo a mi derecha, por favor!».

Entradas relacionadas

Deja tu comentario