Menores “mayores”, medios “menores”

La cobertura del caso de un chico que asesinó a puñaladas a otro reveló las deudas profesionales y éticas de los medios de comunicación a la hora de abordar noticias protagonizadas por menores, tratados como si fuesen mayores.

La difusión de noticias con los menores de edad como protagonistas cobran notoriedad especialmente cuando los más chicos son artífices de hechos que uno cree vinculados al mundo de los adultos. El reciente caso de un chico que apuñaló a otro hasta la muerte dio cuenta de este fenómeno excepcional… o no tanto.

Más allá de la alarma por este fenómeno de menores haciendo cosas de adultos, la mirada la pusimos sobre los medios. Somos nosotros, las radios, los canales de televisión, los diarios y los portales en Internet los que ponemos a esos chicos en el centro de la escena mediática.

La violencia protagonizada por menores es un problema, pero que se agrava aún más cuando los exponemos sin control.

La noticia del ataque a cuchilladas de un menor a otro mostró la endeblez de los medios para contar historias protagonizadas por los más chicos. Fue así que varios medios, no todos, dieron a conocer nombre y apellidos de esta verdadera tragedia escolar. Por suerte, sus rostros aparecía borrosos en un video que llegó a mostrar el sangriento ataque. Pero, ¿qué hubiese pasado si la calidad de imágenes hubiese sido óptima? ¿Los medios las hubiésemos borroneado para proteger sus rostros?

Para agravar la situación, los medios en vivo y en directo pusieron al aire testimonios de otros menores, compañeros de escuela de los chicos. Un vale todo que lo único que hizo fue dejar bien expuestos y vulnerables a pibes que tendrían que estar protegidos por los suyos y por los medios.

Si les parece pongámosle un marco legal a este asunto, para no quedar atrapados en simples consideraciones personales.

Nuestros derechos están consagrados en la Constitución Nacional. Tanto el derecho a la intimidad como el derecho de expresión están contemplados en sendos artículos de nuestra Carta Magna. Es decir, hay libertad de prensa en la Argentina pero así mismo hay un derecho a la intimidad de aquel que es sujeto de la noticia.

Pero en el caso de los menores de edad hay un escalón legal mayor. Se trata de la Convención de los Derechos del Niño, Niña y adolescentes, normativa incluida en nuestra Constitución a partir de su reforma de 1994. Aquella reforma produjo un giro radical que cambiaría el lugar de los niños en la sociedad.

Como señala en un paper publicado por el Ministerio de Justicia de Patricia Roca de Estrada:

Al redefinir donde se sitúa el niño en el derecho, también por ende redefine el rol de los mayores con respecto a los niños, lo que obliga a replantear lo que se relaciona con los niños, su intimidad y los medios de comunicación. Con respecto a estos últimos también se han producido cambios fundamentales debido a la revolución tecnológica, que han incrementado los conflictos ya existentes, a la par de aparecer nuevos.

Lo que nos deja en claro esta normativa es que un adulto no es igual a un menor. Aunque suene a obvio, es así, y así está consagrado.

(La ley) (…) pone en cabeza de los adultos la obligación de proteger a ese sujeto de derechos conforme las nuevas concepciones, y en caso de antagonismo surge la obligación de privilegiar el Interés Superior del Niño.

Es decir, al no haber plano de igualdad entre adulto y menor, sino que este último tiene prioridad en sus derechos, los medios debemos preservarlos. Cosa que, según venimos observando, no está sucediendo.

Como lo señala la abogada,  especialista en Criminología y Derecho Penal, “no existe posibilidad de privilegiar el Derecho a la Libertad de Prensa frente al Derecho a la Intimidad de los Niños, porque en este conflicto debe resolverse conforme el Interés Superior del Niño. En caso de anomia o de duda lo más acertado es colocarse en los nuevos paradigmas sobre Derechos del Niño”.

Y agregamos nosotros… es hora de que los medios nos demos un código de ética.

En búsqueda de este códice que nos comprometa a todos los comunicadores en la preservación de los derechos de los menores, la Defensoría del Público hace una serie de recomendaciones para el tratamiento de noticias en las que los menores son protagonistas centrales, como sucede en los casos de abusos.

Algunas de sus principales recomendaciones son:

  • Realizar una cobertura respetuosa de los derechos antes que una mediatización sensacionalista y espectacularizante de lo sucedido.
  • No difundir información que permita identificar a las víctimas dado que la exposición puede comprometer sus derechos.
  • Evitar, además de la estigmatización de las víctimas, la de sus entornos y ámbitos de pertenencia.
  • Evitar realizar cualquier afirmación que tienda a culpabilizar o responsabilizar a las víctimas y deslegitimar sus demandas.
  • Se recuerda la necesidad imperiosa de respetar la vida privada de las personas, en particular niños, niñas y adolescentes.
  • Realizar abordajes respetuosos de la situación que atraviesan víctimas y familiares.
  • Procurar un abordaje riguroso, no basado en conjeturas o supuestos, sino en fuentes pertinentes y especializadas.
  • Procurar que los y las profesionales especializados consultados para tratar casos de violencia sexual garanticen el respeto de los derechos de niños o niñas víctimas.
  • Brindar información orientadora y preventiva que ayude a la población a abordar la problemática, mecanismos de denuncia y asistencia (Línea 144 para todo el país, las 24 horas y Línea 137 en C.A.B.A. y Misiones, las 24 horas). Contextualizar las problemáticas, a fin de contribuir a la comprensión social y al desarrollo de estrategias de prevención.

Todo esto, contextualizado legalmente en paraguas que brinda la Convención sobre los Derechos del Niño, la Ley 26.061 de Protección Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes, y la Ley 26.522, de Servicios de Comunicación Audiovisual.

Como advierten, leyes hay… y sobran. Lo que no abunda y más bien escasea es la ética profesional, la que se enseña casi al pasar en las escuelas y la que está muy lejos de aplicarse en la vida profesional.

Un chico o una chica no es igual a un adulto, es un ser con derechos superiores a sus mayores, porque son ellos los responsables de tutelar a los menores.

Nuestra cultura quiere hacer de los pibes dueños de su propio destino, cuando su porvenir es nuestra responsabilidad.

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