La «burbuja» política

La clase dirigente nacional parece encapsulada en su propio «micromundo», en su propia «burbuja», a juzgar por recientes comportamientos de referentes tantos del oficialismo como de la oposición.


Por Emiliano Rodríguez para NA.

Una pandemia que avanza en la Argentina, que genera angustia e incertidumbre; una crisis económica que tampoco da tregua, con un consecuente aumento del desempleo, de la pobreza y la desigualdad, más una sequía considerada como la peor en diez años en la principal zona de producción agropecuaria del país.

A estas problemáticas, convertidas en principales fuentes de preocupación para amplios sectores de la sociedad en estos días, se sumaron en los últimos meses un incremento de episodios de inseguridad, sobre todo en el populoso Conurbano bonaerense y en ciudades del interior, y en semanas recientes, incendios forestales en casi una decena de provincias.

Cada vez más complejo se ha tornado el combo de urgencias con el que debe lidiar el Gobierno, que si bien en el frente externo se apresta a anotarse una victoria con el canje de deuda -los datos oficiales se esperan para las próximas horas-, sabe que el desplome de la economía a causa de la crisis y la pandemia será significativo en 2020: de entre 10% y 15%, se estima.

Así y todo, ahora que se ha establecido por protocolo la conformación de «burbujas» sanitarias para la reanudación de determinadas actividades, la clase dirigente nacional parece encapsulada en su propio «micromundo», en su propia «burbuja», a juzgar por recientes comportamientos de referentes tantos del oficialismo como de la oposición.

Si bien trascendió que el Gobierno prepara anuncios vinculados con la epidemia de Covid-19 y con la inseguridad, ese intento de alinear su agenda con los temas que verdaderamente inquietan por estas horas a la población se produciría después de que se radicalizara en los últimos días el discurso oficial hasta alcanzar casi un tono electoral.

En este sentido, Alberto Fernández, el mismo que meses atrás se jactaba de ser un presidente «dialoguista», salió una y otra vez con los tapones de punta contra el ex mandatario Mauricio Macri, revelando incluso supuestos detalles de una conversación privada que ambos mantuvieron hace más de cinco meses, cuando se inició la cuarentena en la Argentina por el coronavirus.

El kirchnerismo, por su parte, aprovechó la polémica en torno del proyecto de reforma judicial que aprobó el Senado – como era de esperar- y giró a Diputados para intensificar la confrontación con el macrismo, que también contribuyó para que se crispara la discusión sobre esta iniciativa, más allá de la extemporaneidad en la que se enmarca la presentación del proyecto.

Asimismo, referentes de Juntos por el Cambio arengaron una vez más a militantes opositores a salir a las calles a manifestarse en contra de la propuesta impulsada por el Gobierno, con una protesta frente al Congreso, en momentos en los que se registran cada vez más casos de Covid-19 en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA).

Falta de apego

En la misma semana, el ex presidente Eduardo Duhalde generó un revuelo de proporciones al advertir con la posibilidad de que se produzca un golpe de Estado en la Argentina, aunque luego reculó (en sandalias) y dijo que se había desconectado de la realidad y que sus comentarios obedecían a un comportamiento «psicótico» causado por el miedo y la pandemia.

De cualquier manera, más allá de que las aguas se calmaran tras los dichos del Duhalde, el ex jefe de Estado alertó sobre una falta de apego de la clase dirigente hacia los problemas que en efecto desvelan a la sociedad, lo que genera decepción incluso en sectores de la población que respaldaron con su voto al Frente de Todos el año pasado.

Esta situación queda de manifiesto en encuestas sobre ponderación de gestión e imagen del Gobierno que muestran un retroceso de la figura del presidente Fernández, después de su derrota política con el proyecto de intervención y expropiación de Vicentin y el rechazo social que generó la propuesta de reforma judicial -que podría trastabillar en Diputados-.

Cuando los Fernández embisten en tándem contra Macri, con críticas que se robustecieron tras el viaje a Europa del ex jefe de Estado, endulzan los oídos de la militancia K y al mismo tiempo buscan esmerilar -todavía más- su figura, pensando en una eventual candidatura del líder del PRO en las elecciones legislativas del año que viene.

De acuerdo con una encuesta de la consultora Management & Fit, Macri es hoy el dirigente nacional con peor diferencial de imagen, con -35 por ciento, en una nómina que encabeza el jefe de Gobierno porteño, Horario Rodríguez Larreta, con +33%, y a quien también el kirchnerismo -y el propio Alberto Fernández- ha destinado dardos envenenados en los últimos días.

Las tensiones se incrementaron luego de que Rodríguez Larreta tomara postura sobre la reforma judicial -le bajó el pulgar- e incluso dijera que prepara su propio «proyecto nacional» para «ganar» los comicios de medio término del año próximo y las elecciones generales de 2023.

Siempre con el tono moderado que lo caracteriza. Este sábado, a propósito, comentó: «Los sectores ultra no nos van a llevar a ningún buen camino. Los extremos, los fanáticos nos van a conducir a más pelea, a más grieta. No tenemos que dejarnos llevar por los sectores ultra».

Fernández, en este marco, optó por anunciar en soledad una nueva extensión de la cuarentena, con un video grabado y difundido en redes sociales luego de horas de espera, tomando nota quizá de que esa foto conjunta de los últimos meses en la Quinta de Olivos con Rodríguez Larreta contribuyó para proyectar una imagen cada vez más «nacional» del alcalde porteño.

Finalmente, en medio de esta «desconexión» con la realidad que parecen tener algunos dirigentes políticos cuando concentran sus energías en descalificar una y otra vez a los adversarios, las tomas de tierras en distintas zonas del país es otro tema que preocupa y que da la sensación de que al Gobierno no le llama -al menos por ahora- la atención.

Entradas relacionadas

Deja tu comentario