Entre críticas y chicanas, Fernández y Macri agudizan la polarización, mientras Cristina «marca la cancha»

El presidente y el ex mandatario radicalizaron sus discursos en una semana marcada por temores vinculados con una segunda ola de la pandemia de coronavirus y la negociación con el FMI. Más pistas concretas sobre cuándo podría sellarse un acuerdo con ese organismo.


Por Emiliano Rodríguez para NA.

Quedó prácticamente confirmado esta semana que no existirá acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) hasta después de las elecciones legislativas de octubre próximo.

En su reaparición del miércoles pasado, en el marco de la conmemoración del Día Nacional de la Memoria, por la Verdad y la Justicia, Cristina Fernández de Kirchner lo dejó en claro, casi a modo de anuncio formal.

«No podemos pagar porque no tenemos la plata», lanzó la vicepresidenta, pese al viaje del ministro de Economía, Martín Guzmán, a Estados Unidos para reunirse con autoridades del FMI en el marco de las negociaciones que lleva adelante la Argentina por su deuda con ese organismo.

Se trata de un monto del orden de los 45.000 millones de dólares y Cristina, en su rol de arquitecta de la coalición gobernante, salió a «marcar la cancha» en momentos en los que los principales esfuerzos de la Casa Rosada están destinados a la provisión de vacunas contra el coronavirus.

Ese mismo día, el presidente Alberto Fernández mantuvo una videoconferencia con el jefe del Banco Mundial, David Malpass, a quien prometió que la Argentina «va a honrar sus deudas».

Más allá de que las palabras del jefe de Estado parecen contrastar con las de Cristina, la discusión de fondo está centrada en los plazos de pago, en la disponibilidad actual de recursos por parte del país y en las prioridades establecidas por el Gobierno a la hora de destinar esos fondos.

En este sentido, el combate de la pandemia de Covid-19 se ubica al tope de esa nómina, en un contexto de preocupación en ascenso ante la posibilidad de que la Argentina sea azotada en las próximas semanas por una segunda ola de la enfermedad.

También procura el Gobierno por estos días generar condiciones que permitan una reactivación económica en el corto plazo y en especial, que favorezcan un robustecimiento del poder adquisitivo de la población, en el marco de un año electoral.

Asumir un compromiso con el FMI en los próximos meses, antes de las elecciones de medio término previstas para octubre, podría redundar en complicaciones para la Casa Rosada en pos de su actual cruzada para alcanzar esos objetivos: más vacunas disponibles y más dinero en el bolsillo de los argentinos.

Mientras tanto, y ya definitivamente en clave electoral, el Gobierno insiste en responsabilizar a la gestión anterior por las dificultades económicas que aquejan al país y que se han visto agudizadas en los últimos meses por la pandemia.

Incluso Fernández radicalizó su discurso en los últimos días, en sintonía con el regreso a la arena política del ex mandatario Mauricio Macri tras la presentación de su libro «Primer tiempo», y entre ambos se encargaron esta semana de fomentar aún más la polarización.

El «blooper» de Macri

En este contexto, el jefe de Estado y el líder del PRO intercambiaron críticas y chicanas, en una semana en la que Macri fue también blanco de bromas y cuestionamientos por haber tomado parte en una videoconferencia de Juntos por el Cambio desde su dormitorio, con cara de recién levantado y su esposa, Juliana Awada, aún en la cama.

Pese al feriado del 24 de marzo, se vivieron jornadas intensas en el ámbito político días atrás, cuando también se produjeron una serie de sucesos para destacar, como la salida de la Argentina del Grupo de Lima -visto como un guiño del país hacia el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela- y el cruce de Fernández con su par de Uruguay en el acto por el 30° aniversario del Mercosur.

En ese marco, el presidente cuestionó a Luis Lacalle Pou, cuyo padre Luis Alberto Lacalle fue uno de los fundadores del bloque sudamericano en 1991, por haber comentado que el Mercosur no debía ser un «lastre» para Uruguay, que pretende reglas más flexibles de negociación «externa» para los países que lo integran.

En tanto, con relación al Grupo de Lima, el canciller Felipe Solá dijo que Estados Unidos le consultó a la Argentina sobre la decisión e indicó: «Esto no es ningún cambio en nuestra política internacional ni en nuestra política con Venezuela».

«Pertenecemos al Grupo de Contacto de la Unión Europea», aclaró el funcionario.

En una semana en la que volvió a ocupar un rol preponderante en los titulares de los medios de prensa la negociación con el FMI, Fernández recibió otra generosa ráfaga de fuego amigo por este motivo de parte de la presidenta de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, que habló de «engaño» -supuestamente- por parte del primer mandatario hacia la población.

De cualquier manera, así como quedó prácticamente confirmado que el acuerdo con el Fondo -que es de esperarse que implique un costo político para la Casa Rosada- se postergue hasta después de las elecciones, el gobernador bonaerense, Axel Kicillof, también dijo que la deuda de la Provincia «es impagable».
Kicillof remarcó que constituye «un yunque que dejó el Gobierno anterior», aunque garantizó que seguirá el diálogo con los acreedores.

Así las cosas, el oficialismo se frota las manos a la espera de unos US$ 4.355 millones en concepto de Derechos Especiales de Giro (DEG) que debería recibir la Argentina como país miembro del FMI como paliativo por la pandemia de coronavirus.

Con ese monto, se podría cubrir casi la totalidad de los vencimientos de deuda de este año con ese mismo organismo: unos US$ 4.800 millones, concentrados desde septiembre a diciembre.

Además, se espera un ingreso de dólares adicional para el país a partir del aumento en los precios de materias primas, lo que debería permitir a la Casa Rosada afrontar los próximos meses con un mayor respaldo de divisas.

Finalmente, a propósito del regreso a la acción de Macri, cuyo rol en las próximas elecciones aún no está definido, se conocieron en los últimos días datos de una encuesta de Ricardo Rouvier & Asociados que indican que casi siete de cada 10 argentinos no votarían por el ex mandatario en el caso de que se postulara en 2023 para la Presidencia de la Nación.

En concreto, el 24,6% de los consultados -a nivel nacional- dijo que respaldaría al líder del PRO en las urnas, en tanto el 68,5% le bajó el pulgar.

La medición de la imagen del ex jefe de Gobierno porteño sigue mostrando un diferencial negativo abultado, con 33,6% de opiniones positivas y un 65,8% negativas.

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