Una llamada desde Estados Unidos ayudó a tomar la decisión para la salida del cepo cambiario. La reacción de Milei y de sus ministros y la resistencia de Cristina. El Gobierno prepara una reforma migratoria.
Por Santiago Fioriti para Clarín
Cuando el viernes a las 22.26, hora argentina, el Directorio Ejecutivo del Fondo Monetario Internacional comunicó la aprobación del nuevo programa de 20 mil millones de dólares, con un primer desembolso de 12 mil millones que llegará el martes, Javier Milei estaba reunido con Luis Caputo y varios ministros en el primer piso de la Casa Rosada. “Ya está -dijo uno de ellos- larguen la cadena nacional”. Pero en ese momento vibró el celular del ministro de Economía. Tenía cientos de mensajes de WhatsApp, pero al tope aparecía uno de Kristalina Georgieva, que lo felicitaba por el acuerdo. Caputo exhibió el celular como si fuera un trofeo y leyó el texto en voz alta. Milei lo desafió: “Contestale con el sticker de nuestro abrazo”.
En la mesa del Salón Sur todavía quedaban restos de empanadas y bebidas. El Presidente iba, venía, lucía exultante. Manipulaba el celular y se abrazaba con todos los que se cruzaba. Él mismo había tomado la decisión, ya hace bastante tiempo y pese a que en público había dicho otra cosa, de que el día del anuncio del FMI iba a ponerle fin al cepo cambiario. Lo sabían pocas personas, muy pocas. Mantuvieron el secreto y hasta despistaron internamente a los funcionarios que consideran menos confiables: les dijeron que el fin de las restricciones con el dólar se produciría, en el mejor de los casos, poco antes de las elecciones. Para que el efecto sorpresa fuera mayor, le transmitieron lo mismo a periodistas que recitan el credo libertario, que no tardaron en contarlo en sus programas.