Qué dicen los números que maneja el Gobierno sobre la imagen presidencial. Las especulaciones por el rumbo de la economía, el mazazo por el índice de pobreza y la foto con Susana Giménez. El desafío de Villarruel y por qué algunos la asocian con Cristina.
Por Santiago Fioriti para Clarín
Los tiempos para alcanzar la cima pueden resultar demasiado vertiginosos. En la política nacional, Javier Milei experimentó como nadie que, cuando la ola empieza a subir, puede crecer hasta niveles insospechados. Su carrera es testimonio de eso: el líder libertario saltó a la arena política desde un estudio de televisión y, enseguida, de una elección para diputado -que ni siquiera ganó- a convertirse en candidato a Presidente. Apenas dos años después de aquel debut en las legislativas porteñas le colocaban la banda y el bastón presidencial. Un fantasma recorre ahora la Casa Rosada: ¿Habrá iniciado Milei un proceso de desgaste de su popularidad, hasta ahora inédito para él? Y, tal vez, algo aún más inquietante para la construcción de su perfil: ¿Empieza a ser observado ya como parte de la casta y no como un outsider?
La última pregunta es vital. Los sensores del Gobierno determinaron que el desencanto con la dirigencia crece al ritmo de las angustias cotidianas. Esa frustración podría arrastrar a su conductor hasta esas orillas. Un trabajo que llegó al primer piso de Balcarce 50 exhibe que el grado de interés por la política tuvo un descenso notable en los últimos nueve meses. Hasta pasadas las elecciones, el 60 por ciento de la población expresaba mucha o, al menos, alguna motivación por el transitar de la vida pública. Hoy esa cifra descendió al 30%. Eso marca, a la vez, por qué los encuestadores deben hacer malabares para no fallar: solo el sector más informado acepta someterse a largos interrogatorios sin más incentivo que dar una opinión. ¿Y el resto? ¿Qué piensa? Misterio.
La evaluación del panorama general -en eso sí hay coincidencia- es mala. Lo era antes de la despedida del kirchnerismo del poder. En especial cuando se pregunta por la economía doméstica, la gente responde que presenta problemas para llegar a fin de mes. Milei logró siempre explotar la bronca a su favor. Se presentaba a sí mismo, y en buena medida lo sigue haciendo, como el salvador. El apóstol de las Fuerzas del Cielo que venía a redimir a las víctimas del sistema. Lo expresan así sus colaboradores más fanáticos: “Estamos ante una misión histórica”.
Pero septiembre marcó un quiebre en la fe. No dramático ni definitivo. Un llamado de atención. Por primera vez, según el trabajo de encuestas en el que más confía el gurú de La Libertad Avanza, Santiago Caputo, -que siempre es más alentador que el que confeccionan el resto de los consultores-, ya son más las personas que rechazan la gestión que las que la defienden. Como le solía pasar al kirchnerismo, los mileístas tienen a disposición una base amplia, sólida, que no se mueve, pase lo que pase, a la que circunstancialmente se le acoplan sectores más blandos, que apoyan con reparos y con la esperanza de que el futuro sea mejor. Cuando ese futuro se cubre de sombras, los “blandos” comienzan a migrar.
La base de fieles está en torno a los 35 puntos, un mix entre quienes se presentan como libertarios, o incluso rebeldes de los partidos tradicionales, al que se le suma una porción del PRO, que saltó al nuevo oficialismo de la mano de Patricia Bullrich, lo que representa un desafío adicional para Mauricio Macri y para los macristas que desdeñan la confrontación permanente, las críticas al periodismo y las palabras altisonantes en ámbitos institucionales.
El miércoles, Macri habló con su tropa y le dijo que, para ayudar al Gobierno, el PRO debe ser parte de la “mesa de decisiones” y cuestionó las negociaciones del oficialismo con el peronismo para frenar en el Congreso los proyectos que apuntan a limitar a los gremios. “Encima el pibe nos manda putear”, dijo Macri.
El pibe es Caputo, que -para disgusto de Macri- no para de acumular poder. El jueves, tras conocerse que habían empujado a Mario Russo a renunciar al frente del Ministerio de Salud, se anunció a Mario Lugones como reemplazante. Se trata del padre de Rodrigo Lugones, socio y amigo de Caputo, que va y viene a Madrid, donde vive, aunque se mantiene on line todo el día con Buenos Aires. Hay quienes están poniendo la lupa sobre él, mucho más desde el cambio de ministros. Algunos lo hacen con admiración; otros, no tanto. Es un viejo conocido del macrismo porque trabajó largos años con Jaime Durán Barba. Le conocen algunas mañas.
Las internas palaciegas no cesan. A la salida de Russo se plegó la decisión de Victoria Villarruel de arremeter contra la canciller Diana Mondino por el acuerdo que firmó con su par británico, David Lammy, para restablecer el vuelo regular desde Brasil a las Islas Malvinas con una escala en Córdoba. “Ellos obtienen ventajas materiales, concretas e inmediatas, mientras que a nosotros nos ofrecen migajas como consuelo emotivo y debilitan nuestra posibilidad de negociación”, publicó en la red social X.
La vicepresidenta dijo que se había corrido un límite y se preguntó: “¿Nos toman por tontos?”. Hablaba de su propio Gobierno. Nunca había llegado tan lejos. Milei, como en otros embates de su compañera de fórmula, prefirió no responder. Pidió silencio. Aunque a su lado había malestar. “Nos quiere condicionar en cada cosa que no le gusta. Nos hace lo que le hacía Cristina a Alberto”, contó un integrante de la mesa chica. No hay cartas, pero sí tuits. Es cierto que la actual vice no cuenta con ministros que le respondan, como tenía Cristina, ni maneja áreas clave del Estado por fuera del Senado. Sus aspiraciones quedaron truncas cuando su jefe entró al balotaje con Sergio Massa. Milei le había prometido Defensa y Seguridad, entre otros lugares, durante la campaña. La promesa se la llevó el viento cuando se acordó el apoyo del macrismo para la segunda vuelta.
Villarruel habló con Cancillería antes de expresarse. Les dijo que para ella el tema Malvinas es muy sensible y se arrogó el derecho de opinar libremente. La novela de desencuentros en La Libertad Avanza arrojan uno o varios capítulos por semana. Acaso eso también se traduzca en las encuestas.
El consultor Federico Aurelio, de Aresco, afirma que una de las fortalezas de Milei pasaba hasta hoy porque un amplio sector social “decía que iba a acompañarlo aunque la situación no mejore”. Sin embargo, “ese grupo entró en duda. Entre enero y agosto la popularidad de Milei se mantuvo estable, pero este mes cayó seis puntos”.
Los integrantes de la plana mayor del Gobierno atribuyen la baja a la suba de tarifas (sobre todo a las del transporte) y al impacto que genera en los bolsillos de las clases medias, golpeadas de por sí por la caída del consumo, la suba del desempleo y por una recesión prolongada. “Hay un efecto real de todos los aumentos y de la liberación de la economía”, admiten quienes visitan con frecuencia el despacho presidencial. Esta semana llegó el mazazo más cruel: el Indec marcó que casi 25 millones de personas son pobres en la Argentina. Alcanza al 52,9% de la población, el índice más alto en 20 años. El 18,1% de los ciudadanos es indigente (a finales del año pasado era del 11,9%) y la pobreza infantil trepa al 66,1%.
“Esto era previsible. Es una consecuencia del sinceramiento de todas las variables de la actividad económica y de la quita de subsidios”, les dijo Milei a los integrantes de su Gabinete en distintas reuniones en las que se evaluó el impacto de las cifras del Indec. Las malas noticicias tienden a ser minimizadas en el Gobierno. Piden mirar la macro y el comportamiento de los mercados. En ese universo se viven días de calma. Los dólares financieros tienden a la baja, el riesgo país descendió a los 1.311 puntos y la primera etapa del blanqueo sorprende a los bancos.
Uno de los ministros de Milei dijo a Clarín: “Javier se la banca. No le importa la política. Su único discurso es: ‘Si bajamos la inflación, bajará la pobreza’”. Para eso, insisten, es clave mantener el déficit cero, acumular reservas y dejar de emitir. En el entorno del primer mandatario, incluso, agitaron una versión más lúgubre sobre las cifras de pobreza: “Si se midiera como nosotros creemos que debería medirse, el número sería peor”.
El relevamiento de pobres e indigentes se difundió mientras el Presidente recibía a Susana Giménez para una entrevista en el Salón Blanco y ambos improvisaban un paseo por la Casa Rosada. Fue una idea del propio Milei, que salió a caminar con la diva de la televisión y su hermana, Karina. Ambas imágenes, las del diálogo y las del recorrido por el edificio, se verán esta noche en Telefe. Aunque hubo un anticipo que difundió el propio Gobierno, el de Milei y su entrevistadora en el balcón de la Rosada, saludando al público que estaba en Plaza de Mayo.
En el equipo de comunicación se debatió mucho si fue o no oportuna la visita. Los militantes libertarios en las redes tuvieron que dedicar unas cuantas horas para contrarrestar las críticas de la oposición. El sector menos politizado del Gobierno definió que “fue una declaración de principios: no nos podemos hacer responsables de lo que no somos”, en relación a la suba de la pobreza. En otros ámbitos del Ejecutivo castigaron las imágenes, por lo bajo, pero con firmeza: “Nos pegamos un tiro en los pies. Nos mostramos insensibles”.
Hasta Susana se habría sentido incómoda con la postal: “Me da un poco de vergüenza salir al balcón”, les dijo a quienes la acompañaban en la recorrida. El periplo duró unos minutos. Luego, Karina le contó que tenía un nuevo perro, Thor, y Susana, amante de los animales, le pidió conocerlo. También hubo fotos, desde luego. Fotos y risas.